viernes, 17 de mayo de 2024

Trabajadores en reforestación de la Orinoquia, en riesgo por exposición a sustancias químicas

 Dolor de cabeza, irritabilidad, cansancio, alteraciones en el ciclo menstrual de las mujeres y enfermedades específicas como chagas, malaria y hepatitis, fueron algunos síntomas que los trabajadores encargados de las labores de reforestación del sector minero-energético y de hidrocarburos en zonas de Meta y Casanare le reportaron a un equipo de profesionales en Seguridad y Salud en el Trabajo de la Universidad Nacional de Colombia (UNAL).

Teniendo en cuenta que en 2017 el Banco Mundial catalogó a la Orinoquia como una de las zonas principales en reforestación y plantaciones forestales, Óscar Daniel Romero Puerta, magíster en Seguridad y Salud en el Trabajo de la UNAL, eligió para su investigación los municipios San Luis de Palenque (Casanare) y Cristalinas (Meta), alejados del casco urbano.

Para el estudio se analizaron los pocos informes en Seguridad y Salud en el Trabajo encontrados, se entrevistaron 85 trabajadores y se hicieron visitas técnicas de inspección a los frentes de trabajo. 

Así se identificaron aspectos relacionados con la falta de medidas de seguridad en el uso de herramientas y maquinaria, y ausencia o mala calidad de los elementos de protección personal como tapabocas, tapaoídos y gafas de seguridad. 

También se evidenció la ausencia de procedimientos o instructivos adecuados en caso de emergencias y la falta de control en el área forestal, lo cual ha generado un entorno laboral de alto riesgo que puede provocar afectaciones como pérdida auditiva, trastornos musculoesqueléticos –por ejemplo, espalda, cuello, hombros y extremidades superiores–, factores degenerativos o accidentes graves. 

Expuestos a sustancias químicas

La literatura ha señalado que la ausencia de medidas de prevención y control también expone gravemente a los empleados a sustancias químicas peligrosas presentes en el aire, el suelo o el agua en el área forestal –como plaguicidas, herbicidas e insecticidas–, además de la intensa y constante exposición al sol.

Todo lo anterior acarrearía afectaciones graves como cáncer, esterilidad, y en el caso de las mujeres complicaciones en su ciclo menstrual, malformaciones genéticas en neonatos, hernias y problemas musculoesqueléticos. 

La profesora María Erley Orjuela Ramírez, líder del Grupo de Investigación Salud y Trabajo (GIST) de la UNAL y coordinadora de esta investigación, afirma que “como son zonas apartadas, quizá se ignoran los impactos que la actividad tiene sobre las condiciones de salud de los trabajadores; por otra parte, en estas regiones no hay quién vigile, los organismos de control del Estado al parecer no ejercen un liderazgo visible para garantizar que las condiciones de trabajo y salud de los trabajadores sean dignas, lo que hace a la población aún más vulnerable”. 

Añade que “en las zonas rurales los trabajadores no tienen la cobertura del sistema general de riesgos laborales, dado el alto nivel de informalidad en el que se desarrollan las actividades económicas en esta región”. 

Por eso es urgente implementar medidas preventivas y de intervención para garantizar la salud y el bienestar de los trabajadores de las áreas rurales, como derecho fundamental que dignifique su trabajo.

Leyes que no son supervisadas

Las entidades gubernamentales, como los Ministerios de Trabajo y de Salud y Protección Social en Colombia son las responsables de supervisar el cumplimiento de las normativas, en función de garantizar el derecho a la salud y el bienestar de los trabajadores. 

Las obligaciones están establecidas en la Ley 1562 de 2012, que promueve tanto la prevención de riesgos laborales como los ambientes laborales seguros; además el Decreto 1072 de 2015 detalla normas específicas en SST que las empresas deben cumplir. Estas incluyen la implementación de un Sistema de Gestión de la Seguridad y Salud en el Trabajo, evaluaciones de riesgos laborales, capacitación de trabajadores, participación activa de estos en la identificación de riesgos, investigación de accidentes y enfermedades ocupacionales, y cumplimiento de normativas para proteger contra riesgos químicos, físicos, biológicos, ergonómicos y psicosociales. 

El objetivo de estas disposiciones es garantizar estándares adecuados de seguridad y salud laboral para proteger la integridad física y mental de los trabajadores en todas las operaciones empresariales, por lo que al parecer dichos estándares no se están garantizando, controlando ni vigilando en las zonas rurales del país.

“Es necesario planear y ejecutar mediciones higiénicas, vibración mano brazo y vibración cuerpo entero, además de aquellas relacionadas con el ruido continuo, asociadas con las etapas del proceso de reforestación (que es el eje de la investigación), con el objetivo de ampliar la caracterización y valoración del peligro y generar medidas de control”, precisa la docente Orjuela.

Añade que “en relación con el componente químico es necesario encaminar esfuerzos en la eliminación o sustitución de sustancias organocloradas y organofosforadas por alternativas de biocontrol, barreras naturales y depredadores con la finalidad de salvaguardar el medioambiente, las condiciones de trabajo y la salud para las personas que permanecen en la zona”.

Síntomas 

Además de las altas tasas de accidentes laborales, especialmente en Meta, con reportes frecuentes de heridas y golpes, principalmente por elementos cortopunzantes, se han se reportado síntomas como dolor de cabeza, irritabilidad y cansancio, que según los expertos podrían ser causantes de estas malas prácticas y explosión laboral riesgosa; además de enfermedades como chagas, malaria y hepatitis que se han evidenciado entre los trabajadores, destacando la importancia de abordar la salud ocupacional en este sector.

Teniendo en cuenta que la información sobre las condiciones de trabajo de estos procesos forestales es escasa en América Latina, este sería uno de los primeros estudios relacionados con dicha problemática. 







martes, 7 de mayo de 2024

Chontaduro rojo: su potencial nutricional no está solo en la pulpa, también lo tiene en la cáscara

 La piel (o epicarpio) que cubre y protege la pulpa de dicho fruto tradicional de la región occidental del país contiene proteínas, fibra, ácidos grasos esenciales –como omega 6 y omega 9– y provitamina A, es decir un carotenoide o pigmento natural que se transforma en vitamina A en el cuerpo. Estos hallazgos representan una oportunidad para la industria alimentaria, cosmética y farmacéutica.

Por su sabor excepcional, versatilidad gastronómica y valor nutricional, el chontaduro o cachipay (Bactris gasipaes)está arraigado en las tradiciones culinarias de algunas regiones del país. Pero, más allá de ser un alimento “prodigio”, representa un vínculo entre la tierra y las comunidades que lo cultivan, es fuente de sustento y símbolo de identidad en regiones como Cauca, Putumayo, Chocó y Valle del Cauca.

Con la pulpa se elaboran harinas, compotas, jugos, salsas y arepas, pero como más se consume es en fresco, con sal, miel, leche condensada, mantequilla, jugo de limón o vinagre.

Además, se estima que cada año se generan más de 5.000 toneladas de cáscara, que suele ser desechada, y en ella se encuentra una parte importante del valor nutricional del chontaduro, por ejemplo, es rica en provitamina A, especialmente beta-caroteno, que le da sus intensos tonos amarillos o rojos; esta representa entre el 16 y 20 % del fruto, mientras la semilla el 8 % y la pulpa entre el 72 y 76 %.

La curiosidad por estudiar el potencial nutricional del epicarpio del chontaduro motivó a Jader Martínez Girón a desarrollar sobre este tema su tesis para la Maestría en Ingeniería Agroindustrial en la Universidad Nacional de Colombia (UNAL) Sede Palmira. Ahora como doctor en Ciencia y Tecnología de Alimentos, adscrito al Grupo de Investigación en Procesos Agroindustriales (GIPA) de la Institución, su interés se centró en elaborar una emulsión enriquecida como fuente de provitamina A.

“Una emulsión es encontrar un emulsificante y un método de preparación que una la fase acuosa con la oleosa hasta obtener una dispersión sin que se separen las fases, como por ejemplo el agua y el aceite, que por su naturaleza química no son solubles entre sí. Gran parte de los alimentos que consumimos están en forma de emulsión: un helado o el yogur son emulsiones lácteas, y una salchicha es una emulsión cárnica”, explica.

Deficiencia de vitamina A, un problema de salud pública

El aporte del experto radica en abordar una problemática que afecta a más de 2.000 millones de personas en el mundo, especialmente en países como Colombia, en donde el 33 % de los menores de edad en diversas regiones sufren deficiencia de vitamina A porque su alimentación no incluye zanahoria, espinaca, ahuyama, tomate, leche, pescado o hígado de res, ricos en este nutriente.

Con su trabajo, el investigador Martínez demostró que la cáscara del chontaduro rojo posee un contenido más alto de carotenoides y provitamina A que la variedad amarilla, lo que representa un hallazgo significativo y novedoso en la literatura científica.

Además, mediante la metodología de extracción asistida por homogeneización, obtuvo los carotenoides del epicarpio utilizando aceite de girasol como solvente verde, “un avance en términos de extracción sostenible con el medioambiente, ya que en los procesos tradicionales se utilizan sustancias químicas que pueden ser tóxicas y dañinas para el ecosistema”, indica.

La emulsión desarrollada aplicando tecnología emergente de ultrasonido se probó con éxito en leche de coco, una bebida natural escogida por ser un alimento representativo del Pacífico y con el interés de lograr un impacto socioeconómico en la región.

Esta reveló ser un vehículo eficaz para enriquecer esta bebida con provitamina A, abriendo la puerta a futuras aplicaciones en la industria alimentaria, cosmética y farmacéutica.

El estudio, pionero en su género, evidenció que el consumo de la leche de coco enriquecida con la emulsión puede impactar positivamente en la salud y nutrición por su contenido bioaccesible de carotenoides fuente de provitamina A. Por tanto, esta bebida enriquecida sería una alternativa de alimento en regiones vulnerables del país en donde la deficiencia de vitamina A es prevalente.

El investigador espera que este avance contribuya al desarrollo sostenible y al fortalecimiento de la seguridad alimentaria en las regiones donde se cultiva el chontaduro, para generar oportunidades económicas para los productores y promover un consumo más nutritivo y consciente.

El trabajo estuvo dirigido por el profesor Luis Eduardo Ordóñez Santos, de la UNAL Sede Palmira, y codirigido por la profesora Coralia Osorio Roa, de la UNAL Sede Bogotá.








viernes, 3 de mayo de 2024

Cacao colombiano podría ser tan exitoso como el café, ¿cómo?

 La cacaocultura colombiana afronta retos de productividad y rentabilidad, ya que es un cultivo de ciclo largo, es decir que tarda hasta 5 años en dar frutos. No obstante, investigaciones demuestran que es posible pasar de 500 kilos a 5 toneladas de frutos por hectárea, mediante injertos y trabajando con individuos de menor tamaño. La información está detallada en Ciencia para la cacaocultura, libro que desmiente algunos mitos y actualiza la información disponible para los agricultores.

Aunque Colombia tiene una gran tradición cacaotera, pues el cacao es un cultivo nativo e históricamente utilizado por los aborígenes, actualmente se produce y comercializa poco. Según la Federación Nacional de Cacao (Fedecacao), de los 5 millones de toneladas que se cosechan en el mundo, Colombia solo aporta 60.000 toneladas.

Aun así, por sus características de sabor y aroma, el cacao colombiano tiene tanto potencial como el café. “Para que eso suceda existen retos por superar, como el aumento del rendimiento, la renovación de los cacaotales envejecidos, y, muy especialmente, entender y conocer en detalle el funcionamiento del árbol para mejorar la productividad y la calidad”, señala la profesora Edna Ivonne Leiva Rojas, adscrita a la Facultad de Ciencias Agrarias de la Universidad Nacional de Colombia (UNAL) Sede Medellín.

A partir de este contexto, y con el fin de acercar a los agricultores a los resultados de más de 15 años de investigación, la profesora Leiva presentó el libro Ciencia para la cacaocultura en la Feria Internacional del Libro de Bogotá (FILBo) 2024, publicación que se aproxima a temas como la física de suelos y la arquitectura del árbol.

“Allí explicamos asuntos prácticos relacionados con la flor, por ejemplo, que es muy difícil de polinizar porque no tiene aroma; tanto es así, que de las 20.000 a 100.000 flores que se producen al año, solo el 1 % son polinizadas”, señala la experta.

También ahonda en la necesidad de que los árboles productivos sean más pequeños de lo que son en vida silvestre, en donde pueden alcanzar de 15 a 20 m de altura.

“Este es un cultivo de ciclo largo: pueden pasar hasta 5 años antes de obtener frutos, por eso es de rentabilidad difícil, de ahí la importancia de estudiar su arquitectura. Si fueran árboles más pequeños, injertados o clonados, y con ramas más bajas, su manejo sería más sencillo”, señala la docente Leiva.

El cacao tiene un potencial de alto rendimiento: normalmente se producen 500 kilos por hectárea. “Sin embargo, en nuestro trabajo hemos logrado un potencial mayor: 5 kilos de semillas por árbol, así pasamos de 1/2 a 5 toneladas por hectárea”, agrega.

En ese sentido hay algunos asuntos clave en la forma de sembrar: “tenemos que mirar por dónde brota la semilla y poner esa parte hacia abajo, porque si no el brote da la vuelta y se tuerce, dando  como resultado árboles muy grandes y ‘acostados’, con la raíz torcida, sin anclar bien y con probabilidades de tener rotura de tejido en la base”, explica la docente.

Cultivo noble y adaptable

La investigadora –con la colaboración de estudiantes de pregrado y posgrado, y colegas– encontró cacao en todo tipo de suelos: francos (compuesto por partículas de distintos tamaños, siendo las más grandes similares a la arena de la playa), arenosos, secos, agrietados y arcillosos; y con respecto a la temperatura óptima se halló que la mínima que resiste la planta son 18 °C, con 14 °C no “trabaja”, y a los 12 °C se congela.

Así mismo, desmiente uno de los muchos mitos sobre el cacao: “se creía que por ser originario de la selva amazónica requería de sombra para crecer, y eso no es cierto, ya que algunos genotipos trabajan mejor con más luz, y el que menos requiere recibe hasta 400 paquetes de fotones. También descubrimos que el fertilizante se debe aplicar a 60-70 cm del tronco y no donde termina la circunferencia de la copa, pues ahí las raíces se podrían tocar con las de otro árbol”, continúa.

Otro detalle importante: el cacao sería un cultivo aliado en la lucha contra el cambio climático, pues fija dióxido de carbono (CO2), además, cuando sus hojas maduras caen forman un colchón en el suelo, lo que disminuye la pérdida de agua y mantiene más baja la temperatura, por lo que sería un dispositivo de bonos de carbono, es decir que los campesinos podrían recibir pagos adicionales por disminuir la presencia de dicho gas de efecto invernadero en la atmósfera, donde se puede volver perjudicial.

“Los libros publicados hasta 2000 hablaban de un tipo de cacao y de una sola forma de sembrarlo. Nosotros proponemos algo distinto, menos demorado y menos riesgoso, produciendo frutos injertos, de distintos colores y tamaños.

 En Ciencia para la cacaocultura se condensan muchos estudios y resulta fundamental, ahora más que nunca frente a la crisis climática, los cambios de temperatura, las lluvias o la disponibilidad de la luz”, concluye la profesora Leiva.