viernes, 22 de agosto de 2025

Medidor portátil detectaría glifosato de manera más económica

 ¡Así como lo lee! un método más barato y rápido para detectar el que posiblemente sea uno de los herbicidas más polémicos en la erradicación de cultivos ilícitos de Colombia. Aunque está en fase de laboratorio, ya es capaz de detectar concentraciones muy bajas de esta sustancia química en agua, y busca a futuro convertirse en un dispositivo similar a un glucómetro, de fácil acceso y portátil para que cualquier persona lo pueda usar.

El glifosato ha sido objeto de fuertes críticas por sus posibles impactos sobre la salud humana y el medioambiente. Su uso intensivo ha llevado a que se detecte en fuentes hídricas, suelos, alimentos, animales y hasta en el cuerpo de las personas, donde puede acumularse en órganos como el hígado y los riñones. Algunos estudios científicos ya han mostrado que la exposición prolongada al glifosato, incluso en dosis pequeñas, puede provocar daños celulares, alteraciones hormonales y otros efectos tóxicos.

Es más, en 2022 el caso de Yaneth Valderrama fue emblemático en la lucha contra este herbicida, pues esta mujer, que se dedicaba al campo, fue rociada en 1998 con glifosato mientras se realizaba una aspersión contra cultivos ilícitos. El contacto con esa sustancia le provocó un aborto y 6 meses después murió a causa de fallos múltiples en su organismo. Su caso fue citado por la Corte Interamericana de Derechos Humanos y formó parte del Informe Final de la Comisión de la Verdad.

Justamente la necesidad de tener mejores formas de detectar el glifosato en agua y en suelo fue lo que motivó a Daniela Malaver Amaya, magíster en Química de la Universidad Nacional de Colombia (UNAL), a desarrollar una propuesta innovadora: un sensor electroquímico que, aunque todavía se encuentra en etapa experimental, podría sentar las bases para diseñar un dispositivo portátil, económico y sensible que mida la presencia de glifosato en distintas muestras, desde aguas hasta alimentos.

El instrumento funciona como una especie de glucómetro que mide azúcar en sangre, pero este permite que cualquier persona verifique si hay residuos del herbicida sin depender de laboratorios especializados ni de equipos costosos; hoy los análisis dependen en gran medida de equipos cuyos costos oscilan entre los 30 y los 50 millones de pesos, mientras que la alternativa propuesta por la magíster Malaver costaría aproximadamente 7 veces menos, y arrojaría el resultado en minutos.

Un “sándwich” de materiales para atrapar al glifosato

Para lograrlo, la investigadora trabajó con una estrategia basada en electroquímica, una rama de la química que estudia cómo ciertas sustancias se comportan cuando se les aplica electricidad. Por sí solo el glifosato no genera señales eléctricas fáciles de medir. Sin embargo, tiene una propiedad muy útil, y es que se une fácilmente al cobre formando un complejo químico estable. Ese comportamiento fue la clave para diseñar un sistema de detección indirecta, es decir un método que no mide el glifosato como tal, sino el efecto que este tiene sobre el cobre.

El sensor desarrollado es un pequeño dispositivo que parece una varilla delgada hecha de carbono especial. Para que pueda detectar glifosato en el laboratorio se le añadieron dos capas, primero una película muy delgada de un polímero que conduce electricidad (llamado PEDOT), y luego una capa de cobre. El resultado es algo parecido a un sándwich de materiales que trabajan juntos para captar la presencia del herbicida.

“Cuando este sensor se pone en contacto con una muestra de agua que contiene glifosato, la molécula se une al cobre de la superficie. Esa unión cambia la forma en que el cobre se comporta al recibir electricidad, y así en el laboratorio se aplican pequeños impulsos de potencial al sensor para medir cómo responde la corriente. Si el glifosato está presente la corriente cambia, y con esa señal se puede saber, no solo si hay glifosato, sino también cuánta cantidad hay en la muestra”, agrega la magíster.

Durante los experimentos, realizados completamente en el laboratorio, se probaron soluciones con concentraciones conocidas del herbicida. Los resultados fueron muy alentadores, pues el sensor fue capaz de detectar glifosato en concentraciones tan bajas como 0,029 partes por millón, la cual es menor que la que puede detectar un cromatógrafo especial y costoso para este proceso. Además, el sensor funciona bien tanto en concentraciones bajas como altas, lo que lo hace versátil para diferentes tipos de muestras.

Hacia el final del proyecto, el sensor se probó con agua de pozo simulada, a la que se le había añadido glifosato en el laboratorio. “Aunque no es una muestra de campo real, esta prueba sirve como un primer paso hacia aplicaciones más prácticas, como la detección directa en aguas rurales, ríos o fuentes cercanas a cultivos”, señala.

Hacia un sensor portátil y asequible para todos

Más allá de los datos técnicos, el aporte más importante de esta investigación es la posibilidad de diseñar a futuro un sensor portátil, económico y fácil de usar por cualquier persona. Hoy detectar glifosato requiere equipos sofisticados, reactivos costosos y personal altamente capacitado. Con el enfoque de la magíster Malaver todo eso se reduciría a un dispositivo tan simple como un glucómetro, una herramienta que las comunidades podrían llevar en el bolsillo para verificar la calidad del agua que consumen o del alimento que producen.

Para entender por qué este sensor es tan relevante, vale la pena recordar que el glifosato es una sustancia creada a partir de procesos químicos y no existe en la naturaleza, pero su estructura es similar a otras sustancias que sí se encuentran naturalmente, por lo cual puede entrar en las plantas e impide la producción de ciertas proteínas que ellas necesitan para vivir. Por eso se usa para matar malezas. El problema es que esa misma capacidad puede afectar a otros seres vivos, como animales o personas, sobre todo si el glifosato entra al cuerpo muchas veces o en grandes cantidades.

En Colombia este herbicida se ha usado en cultivos como soya, caña, arroz y maíz, pero también fue muy conocido por las fumigaciones aéreas que se hacían para eliminar cultivos de coca. El glifosato caía desde aviones sobre grandes zonas, pero muchas veces también contaminaba el agua, la tierra y afectaba a las comunidades que vivían cerca; sin embargo, desde el Ministerio de Ambiente y Desarrollo Sostenible se viene trabajando en la prohibición de este tipo de aspersión para la erradicación de cultivos ilícitos.

La investigación se desarrolló en el marco del proyecto “Dispositivos electroquímicos en papel para la determinación de glifosato”, con el apoyo de la Facultad de Ciencias de la UNAL, y contó con el apoyo y la dirección de la profesora Andrea del Pilar Sandoval, del grupo de investigación Electroquímica y Termodinámica Computacional del Departamento de Química, así como del Laboratorio de Electroquímica y Termodinámica Computacional.