miércoles, 28 de junio de 2023

Semillas de soya tolerantes a lluvias y hongos en la Orinoquia

 Pese al potencial de la altillanura colombiana para la producción de soya, factores como las largas temporadas de lluvias, las temperaturas superiores a los 30 °C y los bajos niveles de fósforo en el suelo, nutriente esencial para el crecimiento de las plantas, dificulta la producción de semillas de alta calidad. Dos de seis variedades de esta leguminosa mostraron óptimo desempeño y calidad, lo cual representaría una oportunidad para la región.

En el mundo el cultivo de soya se ha posicionado por su rentabilidad y su contenido nutricional, que lo convierte en un sustituto para otros alimentos. Por su alto contenido de proteína, en Colombia se usa especialmente para alimentar vacas, cerdos y aves.

La Orinoquia colombiana abarca cerca del 90 % de la producción nacional de soya, siendo Meta, con más de 50.000 hectáreas sembradas, el mayor productor del país.

Pese a su proyección, las condiciones ambientales de la región impiden el desarrollo empresarial de semilleristas y propicia una dependencia de material foráneo, lo que incrementa los costos de producción y el riesgo asociado con el deterioro de la calidad y la disponibilidad de este.

La necesidad apremiante de producir semillas locales tolerantes a las lluvias, con mayor contenido de lisina y con ciclos de reproducción cortos, motivó a la ingeniera agrónoma Yuli Stephani Tibocha, magíster en Ciencias Agrarias de la Universidad Nacional de Colombia (UNAL) Sede Bogotá, a investigar 6 variedades de soya, desarrolladas por Agrosavia en 5 ambientes de la Orinoquia con el objetivo de identificar cuáles tienen el mejor desempeño y calidad.

Del material analizado, las variedades Corpoica Superior 6 y Corpoica Orinoquia 3 tuvieron el mejor desempeño para ser cultivadas en el primer semestre del año.

“Durante la prueba de germinación estas variedades tuvieron un ciclo precoz y un secado uniforme, lo que quiere decir que en el primer semestre, cuando hay más precipitaciones o lluvias, tienen mejor respuesta”, explica la investigadora.

Sol y hongos, relación dañina

El estado de madurez a cosecha es uno de los más importantes para el desarrollo de la soya. En el primer semestre, caracterizado por las lluvias, el exceso de agua afecta este estado y la germinación de la semilla, lo que además contribuye a la aparición de patógenos, en especial de los hongos Phomopsis sp.y Fusarium sp.

“Las variedades de soya que eran de ciclo intermedio y tardío en esos periodos alternos de déficits y excesos causaron la pérdida de la germinación”, señala. Dicha situación se explica porque las semillas con ciclos cortos tienen mayor resistencia al primer semestre del año.

Pero la presencia de patógenos es un factor clave que requiere de acciones concretas. Por eso, la ingeniera aplicó la técnica de análisis de sendero, que permite entender las variables que afectan la germinación.

Así, evidenció que el brillo solar –una variable ambiental– tiene una relación directa con la presencia de hongos. “Cuanto mayor sea el brillo solar, el hongo Phomopsis spdisminuye en una condición de segundo semestre, es decir cuando hay déficit de agua”, explica.

Con esta metodología confirmó que aumentar los días de cosecha es un factor necesario para reducir la presencia de este hongo, lo que además incrementa los niveles de lisina, aminoácido esencial para la nutrición de la semilla.

“Es importante que los productores sepan qué variedad van a sembrar y qué características tienen para producir granos de calidad. Deben ser variedades con ciclos cortos, con contenido alto de lisina. Esto porque si hay excesos hay menor germinación, se favorece la presencia de aceites y disminuye la lisina”, subraya.

Además recomienda no utilizar la técnica de bodega para guardar las semillas. Se trata de una práctica usada por los productores para guardar el material en costales para que se multipliquen. Sin embargo, esto provoca que se pierda en promedio el 1 % diario de la germinación de la semilla.







martes, 6 de junio de 2023

¡Cocinar es resistir! Estrategias de soberanía alimentaria en Monguí

 La pérdida de cultivos tradicionales de cebada, trigo, papa y otros tubérculos nativos, el consumo de alimentos ultraprocesados, y la disminución tanto del tiempo para cocinar como de población joven en el campo son factores que han hecho que los campesinos de Monguí (Boyacá) le estén apostando a estrategias de cuidado de la tierra como talleres de cocina tradicional, uso de abonos orgánicos y crianza de lombrices para compostaje.

Con cerca de 4.266 habitantes, Monguí es patrimonio de Colombia, considerado como uno de los municipios más bonitos del país y, más allá de su fama como productor de excelentes balones para distintos deportes, en sus 81 km2 desarrolla prácticas maravillosas como la agricultura, uno de los pilares de su economía; sin embargo, sus saberes ancestrales en el manejo y la producción de alimentos se están perdiendo y necesitan de una visibilización urgente.

Según el Departamento Administrativo Nacional de Estadísticas (DANE), de 3.007 unidades de vivienda solo 1.276 están habitadas, 980 son de uso temporal y 707 están desocupadas, lo cual muestra el cambio generacional y la decisión de migrar a otros lugares dejando de lado el territorio, y en consecuencia lo autóctono y el cuidado de la tierra.

En vista de esta problemática, María Alejandra Rincón, estudiante de la Maestría en Soberanía y Seguridad Alimentaria y Nutricional de la Universidad Nacional de Colombia (UNAL) Sede Bogotá, recorrió el territorio buscando las voces de los conocedores de la tierra y del alimento que pudieran explicarle lo que está pasando en su tierra natal y lo que se está haciendo para mejorar el panorama.

“Estudié 7 veredas –entre ellas Reginaldo, Duzgua y Santa Ana–, en donde entrevisté a 10 campesinos (hombres y mujeres), 2 representantes institucionales del municipio y 2 líderes comunitarios; además hicimos 2 grupos de discusión mixtos, un taller participativo de cocina tradicional (propuesto por la misma comunidad) aplicando el método de observación participante, en el que se visitan los hogares de estas personas para evaluar el día a día”.

“Algo muy importante en su cosmovisión del cultivo son las fases lunares: según los cambios en la forma de la Luna se deberán fertilizar los cultivos que crecen debajo o encima de la tierra, ya que el orden importa y de él depende la calidad de la producción de cada grano, legumbre o tubérculo”.

“Los campesinos buscan adelantar acciones locales sobre la producción y comercialización de sus alimentos tradicionales, para que desde la escuela los monguiseños tengan una soberanía alimentaria sólida que responda a las necesidades culturales y sociales de la comunidad”, asegura la investigadora.

Se trata de valorar

La ingeniera agrónoma Magda Choque Vilca, de la Universidad Jujuy (Argentina), lleva una larga trayectoria trabajando desde las comunidades campesinas de ese país para salvaguardar  la importancia de defender la concepción de alimento, cuerpo y cocina, que se ha construido a lo largo del tiempo por estos grupos conocedores de la tierra.

Para la experta, “se debe proteger lo propio, lo autóctono y regional, ya que el alimento trasciende el mero hecho de comer, y más bien es una muestra de cómo está la tierra, su biodiversidad y el estado de ‘salud’ de cada parte de la naturaleza”.

Agrega que “en el trabajo con algunas comunidades campesinas de Argentina, que limitan con Bolivia y forman parte de los Andes, se ha trabajado en la recuperación de las variedades de papas de la zona, teniendo en cuenta que en procesos como la cocción aún no se han superado métodos como la cocina en piedra, que permiten conservar mejor los nutrientes de muchos alimentos.

Añade que “es necesario visibilizar el crucial papel de la integralidad de la vida desde el alimento, entendiendo que lo que comemos tiene un impacto determinante en nuestro cuerpo, y que la cocina tradicional y las personas que se dedican a ello son la base de los saberes y el manejo respetuoso de estos procesos”.

“La autenticidad es determinante, pues en ocasiones pareciera que la ciencia ha disminuido la pasión con que se investigan estos procesos; por ejemplo, no se debería distinguir entre alimentos ‘saludables’ y ‘no, saludables’, todos deben ser saludables, de lo contrario no son alimentos”, menciona la ingeniera agrónoma.

Así mismo, invita a repensar el sistema educativo y sus enseñanzas frente a este tema, así como a reevaluar el avance desmedido del turismo en algunas zonas; y destaca iniciativas como el manual de cultivos andinos que se ha desarrollado con las comunidades argentinas y algunos cursos técnicos acerca de soberanía alimentaria en la región, que han ayudado a crear conciencia sobre la problemática.

Los aportes de estas expertas se dieron como parte del V Simposio Internacional MSSAN – OBSSAN, “Estrategias territoriales para el fortalecimiento del logro al derecho humano a la alimentación – DHA”, organizado por la Maestría en Soberanía y Seguridad Alimentaria y Nutricional y el Observatorio de Seguridad Alimentaria y Nutricional de la Facultad de Medicina de la UNAL.