lunes, 21 de diciembre de 2020

Deforestación en el Caribe sigue en aumento

 La ganadería extensiva, los monocultivos y los asentamientos humanos serían los principales responsables del aumento en las cifras de deforestación de la Región Caribe colombiana.

Esta región suele dividirse en tres subregiones: el paisaje seco y desértico de La Guajira; la región más húmeda de los departamentos de Cesar, Magdalena, Atlántico, Bolívar, Córdoba y Sucre, y el ambiente de ciénaga y humedal por acción de los ríos Magdalena, Cauca y Sinú.

Sin embargo, a medida que aumentan las cifras de deforestación por actividades humanas, algunos de esos ecosistemas y relictos podrían ser los últimos en la región.

Para la profesora Denisse Viviana Cortés, especialista en manglares, vegetación acuática y conservación, la flora de la Región Caribe responde a un patrón relacionado con las lluvias, pues en el norte las condiciones secas y áridas propician cierta flora, que se va a haciendo más compleja hacia el sur.

“Los manglares de la línea de costa son seguidos por los matorrales espinosos de La Guajira; al sur aparecen bosques bajos, y a medida que llueve más se entra al piedemonte, a las zonas montañosas donde aparecen bosques altos y densos. Además, las formaciones de ciénaga y de humedales de tierras bajas –donde se encuentran palmas y manglares de agua dulce– reciben las inundaciones de los sistemas hídricos”, explica la profesora Cortés.

En palabras del profesor Juan Emiro Carvajal, experto en taxonomía, ecología y conservación de anfibios y reptiles, la fauna de la Región también sigue patrones similares relacionados con lo hídrico y están mejor representados y distribuidos en las zonas húmedas, como en el sur de Córdoba, Bolívar y en la Serranía del Perijá.

“Allí está la mayor riqueza de mamíferos, anfibios, reptiles, aves. La fauna de los relictos de bosque seco tropical de la planicie es la capaz de resistir cambios de extrema sequía y lluvia”, puntualiza el investigador.

Transformación por los humanos

En el programa El resonar de la Tierra –espacio de UN Televisión y el Instituto de Ciencias Naturales (ICN)– la investigadora Cortés explicó que algunos ecosistemas en los que priman pastizales y árboles han sido transformados significativamente por actividades ganaderas.

En el caso de la Ciénaga Grande de Santa Marta, la construcción de la carretera afectó el flujo de los ecosistemas de agua dulce y salada, lo que generó alta mortandad de vegetación. Algunos desarrollos hoteleros han secado y talado el manglar para construir, e incluso algunos aeropuertos siguen esa línea.

Según la profesora Cortés, “en otras zonas, como en Córdoba, se han observado cambios en el curso del río y su desembocadura, causando la muerte de la vegetación que soporta aguas dulces porque entra más agua salada; aunque se aumenta el manglar, la vegetación de agua dulce, como el cativo, se convierte en relicto y se pone en riesgo”.


El profesor Carvajal señala que otro responsable de la deforestación es la ampliación de la frontera agrícola y los monocultivos, como palma de aceite.

Agrega que “un estudio multitemporal de la cuenca del río Cesar mostró un patrón de aumento de palma aceitera en Cesar, Córdoba, Sucre y Magdalena, y con ello cambios en los bosques nativos, secos y semihúmedos con lo que se relegó a grupos sensibles de anfibios y reptiles; los que quedan son especies que se acoplan a las transformaciones”.

Desde 1998 la parte norte de la Región ha tenido un crecimiento acelerado en este cultivo y aunque existen datos hasta 2013 de anfibios y reptiles afectados, se necesita monitoreo constante de las entidades encargadas.

Estrategias de conservación


La profesora Cortés subraya que “algunos manglares en Córdoba, Sucre y sus zonas aledañas se conservan porque las comunidades se han encargado de restaurarlos en compañía de las corporaciones autónomas. Allí se autorregulan para extraer madera, tener mejores prácticas de pesca y caza, destapan los canales de agua e imparten formación para el ecoturismo; sin embargo se necesitan políticas fuertes, porque la conservación varía según el departamento y los insumos de base ya existen”.

Sobre este punto, el profesor Carvajal agrega que el ICN ha realizado obras como Colombia, diversidad biótica, en la que se muestra el capital natural de la Región, con tomos especiales para el sistema de ciénagas, para la alta, media y baja montaña, y recuerda que “esa información está disponible en tomos impresos, informes científicos y hay un portal web del que se pueden descargar y consultar de forma gratuita y en línea”.

Por último, la investigadora Cortés recomienda que las autoridades tomen esa información de base y se establezcan las líneas que direccionen los proyectos y políticas públicas para la preservación, conservación y manejo de esos ecosistemas.


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