La pérdida de cultivos tradicionales de cebada, trigo, papa y otros tubérculos nativos, el consumo de alimentos ultraprocesados, y la disminución tanto del tiempo para cocinar como de población joven en el campo son factores que han hecho que los campesinos de Monguí (Boyacá) le estén apostando a estrategias de cuidado de la tierra como talleres de cocina tradicional, uso de abonos orgánicos y crianza de lombrices para compostaje.
Con cerca de 4.266 habitantes, Monguí es patrimonio de
Colombia, considerado como uno de los municipios más bonitos del país y, más
allá de su fama como productor de excelentes balones para distintos deportes,
en sus 81 km2 desarrolla prácticas maravillosas
como la agricultura, uno de los pilares de su economía; sin embargo, sus
saberes ancestrales en el manejo y la producción de alimentos se están
perdiendo y necesitan de una visibilización urgente.
Según el Departamento Administrativo Nacional de
Estadísticas (DANE), de 3.007 unidades de vivienda solo 1.276 están habitadas,
980 son de uso temporal y 707 están desocupadas, lo cual muestra el cambio
generacional y la decisión de migrar a otros lugares dejando de lado el territorio,
y en consecuencia lo autóctono y el cuidado de la tierra.
En vista de esta problemática, María Alejandra Rincón,
estudiante de la Maestría en Soberanía y Seguridad Alimentaria y Nutricional de
la Universidad Nacional de Colombia (UNAL) Sede Bogotá, recorrió el territorio
buscando las voces de los conocedores de la tierra y del alimento que pudieran
explicarle lo que está pasando en su tierra natal y lo que se está haciendo
para mejorar el panorama.
“Estudié 7 veredas –entre ellas Reginaldo, Duzgua y Santa
Ana–, en donde entrevisté a 10 campesinos (hombres y mujeres), 2 representantes
institucionales del municipio y 2 líderes comunitarios; además hicimos 2 grupos
de discusión mixtos, un taller participativo de cocina tradicional (propuesto
por la misma comunidad) aplicando el método de observación participante, en el
que se visitan los hogares de estas personas para evaluar el día a día”.
“Algo muy importante en su cosmovisión del cultivo son las
fases lunares: según los cambios en la forma de la Luna se deberán fertilizar
los cultivos que crecen debajo o encima de la tierra, ya que el orden importa y
de él depende la calidad de la producción de cada grano, legumbre o tubérculo”.
“Los campesinos buscan adelantar acciones locales sobre la
producción y comercialización de sus alimentos tradicionales, para que desde la
escuela los monguiseños tengan una soberanía alimentaria sólida que responda a
las necesidades culturales y sociales de la comunidad”, asegura la
investigadora.
Se trata de valorar
Para la experta, “se debe proteger lo propio, lo autóctono y
regional, ya que el alimento trasciende el mero hecho de comer, y más bien es
una muestra de cómo está la tierra, su biodiversidad y el estado de ‘salud’ de
cada parte de la naturaleza”.
Agrega que “en el trabajo con algunas comunidades campesinas
de Argentina, que limitan con Bolivia y forman parte de los Andes, se ha
trabajado en la recuperación de las variedades de papas de la zona, teniendo en
cuenta que en procesos como la cocción aún no se han superado métodos como la
cocina en piedra, que permiten conservar mejor los nutrientes de muchos
alimentos.
Añade que “es necesario visibilizar el crucial papel de la
integralidad de la vida desde el alimento, entendiendo que lo que comemos tiene
un impacto determinante en nuestro cuerpo, y que la cocina tradicional y las
personas que se dedican a ello son la base de los saberes y el manejo
respetuoso de estos procesos”.
“La autenticidad es determinante, pues en ocasiones
pareciera que la ciencia ha disminuido la pasión con que se investigan estos
procesos; por ejemplo, no se debería distinguir entre alimentos ‘saludables’ y
‘no, saludables’, todos deben ser saludables, de lo contrario no son
alimentos”, menciona la ingeniera agrónoma.
Así mismo, invita a repensar el sistema educativo y sus
enseñanzas frente a este tema, así como a reevaluar el avance desmedido del
turismo en algunas zonas; y destaca iniciativas como el manual de cultivos
andinos que se ha desarrollado con las comunidades argentinas y algunos cursos
técnicos acerca de soberanía alimentaria en la región, que han ayudado a crear
conciencia sobre la problemática.
Los aportes de estas expertas se dieron como parte del V
Simposio Internacional MSSAN – OBSSAN, “Estrategias territoriales para el
fortalecimiento del logro al derecho humano a la alimentación – DHA”,
organizado por la Maestría en Soberanía y Seguridad Alimentaria y Nutricional y
el Observatorio de Seguridad Alimentaria y Nutricional de la Facultad de
Medicina de la UNAL.
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