Por primera vez en el mundo, a través de un análisis de ADN, develan algunos misterios evolutivos de 12 especies del género Vasconcellea, conocidas como papayas de montaña o papayuelas, nativas de Ecuador y Colombia. En el estudio se identificó una nueva especie próxima a ser reportada, bautizada como V. cundinamarcensis, variedad glabra.
En principio el autor la clasificó como una especie conocida
y la denominó como Vasconcellea heilbornii?,agregando un
interrogante al final porque no estaba seguro, hasta que confirmó con los
marcadores moleculares –que revelan características de un organismo– y encontró
las similitudes genéticas con V. cundinamarcensis.En los próximos
meses seguirá el protocolo para hacer la descripción y reportarla al mundo.
Los datos también desafiaron las hipótesis de estudios
previos sobre el origen y parentesco del babaco, la especie más relevante de la
familia que durante décadas ha llamado la atención de la comunidad científica
por carecer de semillas y por su compleja genética, las cuales sugerían que era
resultado del cruce ancestral entre la V. stipulata con V. cundinamarcensis.
Con la dirección del profesor Jaime Eduardo Muñoz Flórez,
del Grupo de Investigación Diversidad Biológica, el investigador Troya
determinó en el Laboratorio de Biología Molecular que “el babaco es un híbrido
natural, siendo su posible progenitor paterno V. heilbornii var.
fructifragrans, mientras que el grupo hermano V. heilbornii
var. chrysopetala y V. heilbornii var. fructifragrans son
su posible origen materno. Se trata de la única especie en su género que no
tiene semillas a nivel evolutivo”.
Esta característica planteó un reto para la investigación,
que permitió obtener un resultado inédito. El autor obtuvo semillas viables de
babaco mediante cruces controlados entre especies de Vasconcellea,
algo que no se había logrado en investigaciones anteriores. Estas germinaron y
dieron lugar a plantas fértiles, produciendo tres morfotipos (especies del
mismo género), lo que indica una variabilidad genética significativa dentro del
género.
Así se realizó la investigación
En el sur de Ecuador se han descrito 16 de las 21 especies
de papayas de montaña que existen en total en el planeta, por lo que de manera
principal las muestras fueron recolectadas en el sur del país en la provincia
de Loja, una zona fronteriza que colinda con el norte de la ciudad de Piura en
Perú, reconocida por su alta hibridación o cruce natural entre especies de la
misma familia Vasconcellea, loque ha complejizado su diferenciación
y clasificación botánica. También se tomaron ejemplares de las provincias de
Pichincha y Zamora Chinchipe. En Colombia, fueron obtenidas en los
departamentos de Nariño y Valle del Cauca.
El proceso de identificación genética utilizado por el
investigador Troya fue a través de código de barras de ADN nuclear (ITS), y de
cloroplástico (matK) donde se transfieren los genes mayoritariamente de
la madre, técnicas que le permitieron descubrir cómo están emparentadas, cómo
se han diversificado a lo largo del tiempo y cuáles comparten un ancestro
común.
Las 12 especies estudiadas exhiben una asombrosa diversidad
en sus frutos respecto a forma, tamaño, color, grados de aroma, acidez y
vellosidad. Varían desde ovaladas, oblongas y semicirculares, hasta alargadas y
pentagonales. Según el género, algunos frutos pueden medir 2 cm, mientras
que otros como el babaco consigue hasta 30 cm de longitud. Los colores
abarcan las tonalidades amarillas, anaranjadas y rojas.
Las parpayuelas comestibles son: V. cundinamarcensis,
llamada así en honor al departamento de Cundinamarca, los vellos abundan en la
planta y su fruto alcanza máximo 10 cm; en la región sur de Ecuador
presenta cinco formas diferentes. V. stipulata nombrada
de esta forma por la presencia de estípulas, un tipo de garras, con hasta tres
formas diferentes de frutos; V. heilborniivar. pentágona o
babaco, la especie con el fruto más grande de la familia Vasconcellea yla
única que se cultiva comercialmente debido a que no tiene semillas en su
interior, no obstante, su producción apenas alcanza a cubrir el mercado
interno.
Las 9 restantes, a pesar de que no se consumen, han sido
utilizadas por siglos por las comunidades locales para usos medicinales,
aromáticos y culinarios, como la preparación de dulces y mermeladas. Los
hallazgos esta investigación son de gran valor taxonómico y abren posibilidades
para el mejoramiento genético y el cultivo comercial de esta especie en la
región andina.
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