Se estima que en los últimos 50 años las poblaciones de estas palmas han disminuido a la mitad, a pesar de que sus características nutricionales son mejores que las de la palma africana. Por ello, un estudio evaluó híbridos que dieron resultados prometedores para la industria aceitera, ya que estos tendrían mayor resistencia a enfermedades como la pudrición –una de las principales amenazas para estos cultivos en Colombia–, le harían frente a la extinción y representarían una mayor vida útil.
La palma americana (Elaeis oleifera) es una especie
nativa de América que se encuentra en los valles de los ríos Sinú, Cauca y
Magdalena, y en la Amazonia colombiana. Históricamente ha sido apreciada por su
resistencia a enfermedades, sus características nutricionales y por la alta
calidad de sus aceites con concentraciones de ácidos grasos insaturados como el
ácido oleico y linoleico, similares a los de oliva.
Esta planta está en peligro de desaparecer debido a la
pérdida de su hábitat natural a causa de la deforestación. Sin embargo, la baja
productividad de la palma americana y su carácter silvestre, en comparación con
su hermana africana, han limitado su cultivo a zonas naturales y de reserva,
dejando su potencial en gran parte sin explorar.
Entre 2006 y 2010 la pudrición del cogollo destruyó las
plantaciones en el sur del país, llevando a la erradicación de aproximadamente
35.000 hectáreas que fueron afectadas en el municipio de Tumaco (Nariño), en
donde se realizó el estudio. Como respuesta se han replantado cerca de 20.000
hectáreas con “híbridos interespecíficos” producto del cruce entre palmas
americana y africana más resistentes a esta enfermedad.
Para producir híbridos más resistentes a enfermedades ante
el riesgo de extinción en Colombia, el estudio halló posibles parentales de
gran importancia y con características heredables para ser usados en programas
de mejoramiento genético.
El proyecto de la investigadora Leidy Paola Moreno Caicedo,
magíster en Ciencias Agrarias de la Universidad Nacional de Colombia (UNAL)
Sede Palmira, inició en 2014 con la selección de materiales genéticos que la
Corporación Colombiana de Investigación Agropecuaria (Agrosavia), resguarda en
su colección, y allí adelantó el trabajo de la tesis.
Luego se caracterizaron el tamaño, la estructura y la forma
para seleccionar las mejores palmas madre, evaluando color del racimo y
productividad. A partir de ellas la tesista hizo cruzamientos para crear
“nuevas progenies” o plantas que pueden ser parentales para nuevos materiales
genéticos. Las semillas obtenidas se germinaron y sembraron en condiciones
controladas y luego se trasplantaron al vivero.
Estos híbridos, además de superar los 40 años de vida útil
en comparación con los 25 años de la palma africana, mostraron un rendimiento
superior, alcanzando hasta 42 toneladas de racimos por hectárea, frente a las
24 toneladas que produce la palma africana.
“En palma no es que los materiales dejen de ser productivos,
sino que cuando se dificulta la cosecha por la altura (superior a los
25 m) es necesario hacer renovación de cultivo, por lo que estos híbridos
permiten tener una vida útil mayor de la plantación”, explica.
Con los resultados, la magíster identificó la herencia de
genes de palma americana con características de interés para la producción de
híbridos interespecíficos OxG (americana africana), se mostró precocidad en la
floración y resistencia a la pudrición de cogollo, por lo que son candidatos
prometedores para futuros programas de mejoramiento ya que pueden garantizar la
sostenibilidad y productividad del cultivo en esta región del país, asegurando
su resistencia frente a futuras amenazas fitosanitarias.
Además se ajustaron los procesos de germinación de las
semillas, logrando superar el bajo porcentaje de germinación que caracteriza a
la palma americana (alrededor del 2 %). Estos avances no solo mejoran la
capacidad de producción de híbridos, sino que además contribuyen a la
conservación de una especie nativa cuya población ha disminuido
considerablemente en las últimas décadas.
El proceso de siembra se desarrolló en tres fases: primero
en previvero, donde las palmas jóvenes se mantuvieron bajo observación para
evaluar el crecimiento inicial; luego, en la fase de vivero, se midieron
parámetros de crecimiento como la altura y el grosor del tallo, los cuales son
indicadores importantes en programas de mejoramiento. Por último, las plantas
se trasladaron a campo abierto, donde se sembraron a una distancia de 9 m
para permitir un óptimo desarrollo.
La investigadora evaluó cada 6 meses el crecimiento de las
palmas y la aparición de los primeros racimos, factores determinantes para el
interés agronómico. También dio especial atención a la precocidad en la
floración, que en algunos casos se presentó a los 30 meses, así como a la
herencia de la altura de las plantas, que mostró un alto grado de transmisión
de padres a hijos.
El siguiente paso en el proyecto incluye la publicación de
los resultados en revistas científicas, así como la implementación de pruebas a
mayor escala en diferentes zonas afectadas del país, ya que se espera que estos
híbridos se conviertan en la nueva base genética para la industria palmera en
Colombia, con el incremento de la producción de aceite por hectárea y la
conservación de la biodiversidad.
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