viernes, 8 de noviembre de 2024

Preservar el queso de hoja, una apuesta por la gastronomía y el futuro rural colombiano

 Además de ser nutritivo y ecoamigable, este queso fresco, que se envuelve en hojas de plátano, representa una importante fuente de ingresos para cientos de familias rurales de Arcabuco (Boyacá), muchas de ellas con mujeres como cabeza de hogar. Por eso es esencial fortalecer las prácticas tradicionales alrededor de este alimento, básico para asegurar la sostenibilidad de la producción y su impacto positivo en la economía campesina y la soberanía alimentaria del país.

El químico de alimentos Óscar Iván Carrillo Gómez, estudiante de la Maestría en Seguridad Alimentaria y Nutricional de la Universidad Nacional de Colombia (UNAL) Sede Orinoquia, relata que este queso se elabora de manera artesanal y juega un rol fundamental en la economía de esta región, donde más del 60 % de la población es rural.

“Este alimento que forma parte de una tradición de más de 50 años es parte esencial de la economía local, especialmente para las mujeres cabeza de familia, quienes representan la mayoría de los productores”, afirma el estudiante Carrillo.

Pese a su importancia cultural y económica, el queso de hoja enfrenta retos significativos debido al estigma asociado con su envoltura natural en hojas de plátano.

“Es común que los consumidores prefieran productos envueltos en plástico, a pesar de que este material tiene un impacto ambiental negativo. Las hojas de plátano son un recurso natural y biodegradable, que además protege el queso sin comprometer su calidad”, explica el investigador. Por lo que la reciente prohibición del plástico de un solo uso en Colombia, abre una oportunidad para revalorizar esta envoltura tradicional.
Además de ser un alimento nutritivo con altos aportes proteicos, el queso de hoja es un símbolo de la identidad gastronómica boyacense. Sin embargo, la crisis láctea en el departamento ha afectado la producción de leche, y por ende el acceso a productos derivados.

El químico de alimentos sugiere que “en vez de desperdiciar leche, se debería promover su transformación en productos como el queso de hoja, que tiene un consumo directo y una alta aceptación en las familias colombianas. Este queso es una forma efectiva de darle valor a la leche que de otro modo se perdería”.

Aportaría al turismo gastronómico

El estudio se centró en las 11 pequeñas y medianas productoras de queso de hoja identificadas en Arcabuco; además de resaltar la necesidad de asociatividad, para acceder a programas del Estado, ya que ellos han venido trabajo de manera independiente y sin apoyo gubernamental, también subraya la importancia de fortalecer el turismo gastronómico en la región, para lo cual considera importante tener en cuenta la experiencia de éxito del queso Paipa, el único de su tipo con denominación de origen, estatus otorgado por el Gobierno colombiano.

“Aunque el queso de hoja no es tan popular como el Paipa, tiene el mismo potencial de atraer a turistas que buscan experiencias auténticas y sabores tradicionales. Se podría pensar en su incorporación en la alta gastronomía, como ha ocurrido con otros quesos locales”, menciona el investigador.

Un aspecto crucial identificado en el estudio es el valor social de la producción de queso de hoja, que trasciende lo económico. Este proceso es heredado de generación en generación, con técnicas que datan de la época colonial, cuando la hoja de plátano se utilizaba como envoltura natural.

“El queso de hoja es más que un alimento; es un símbolo de resistencia cultural y adaptación que ha sabido mantenerse a lo largo de los años”, destaca.

Se debe apostar por iniciativas tradicionales

En su investigación, el estudiante Carrillo propone vincular las iniciativas gubernamentales que respalden la preservación de tradiciones, como la Ley 2046, que incentiva la compra de productos locales por parte del Estado para fortalecer la economía campesina.

“Urge implementar políticas que garanticen el acceso de los pequeños productores a mercados formales, sin perder su identidad artesanal, pero esto solo se puede lograr si el ente se acerca y se involucra más con los productores”, añade.

Un reto pendiente es eliminar el estigma que rodea la producción artesanal. Al respecto menciona que, aunque el proceso de amasar y retirar el suero sigue siendo manual, los productores han implementado mejoras como el uso de acero inoxidable en sus centros de producción, lo que ha elevado los estándares de buenas prácticas sin perder la esencia de la tradición. “El objetivo es demostrar que este queso no solo es seguro, sino que además tiene un enorme valor nutricional y cultural”, concluye.






jueves, 7 de noviembre de 2024

Agricultores rompen el ciclo de pérdidas en cultivos con tecnología

 El proyecto Corredor Tecnológico Agroindustrial CTA-2, impulsado por la Universidad Nacional de Colombia (UNAL), Agrosavia y otras entidades, ha transformado las prácticas agrícolas en Bogotá y Cundinamarca mediante el mejoramiento genético en cultivos como la papa, el control de enfermedades agrícolas y la promoción de buenos hábitos alimenticios. Algunas historias de éxito se conocieron en una jornada realizada en el Institución.

Uno de los ejemplos destacados durante el evento –realizado en el Edificio de Posgrados de la Facultad de Ciencias Humanas– fue el de Saúl Roberto Murcia López, un agricultor de maíz que en 2016 enfrentó una temporada difícil en Simijaca, Cundinamarca (en el Valle de Ubaté), un municipio con más de 11.000 habitantes. Su cultivo, que solía ofrecer abundantes cosechas, sufrió el fenómeno del volcamiento, en el que las plantas se doblan o se rompen antes de alcanzar su madurez, y esto le generó pérdidas de casi el 80 % de su producción.

Aunque todo parecía favorable: un clima templado, sin extremos de calor o frío que pudieran afectar gravemente el cultivo, y buena humedad en el suelo, lo que estaba causando estos estragos era una enfermedad desconocida hasta el momento.

“Ni siquiera se podía ensilar la caña porque se caía todo y a raíz de eso nos tocó enfocarnos a la investigación para buscar el agente causal”, relata Saúl indicando que fue en ese entonces donde empezó a trabajar de la mano de la UNAL.

Tras arduos análisis, determinaron que los culpables eran los hongos Fusarium graminearum F. subglutinans quese propagaban rápidamente cuando las temperaturas bajaban de 8 °C por más de 8 días. “Cuando se hicieron las pruebas todas las semillas salieron infestadas y con el tiempo encontramos que el frío era el principal detonante de la enfermedad”, explica el productor.

Con esta información desarrollaron estrategias de manejo que incluían el tratamiento a la semilla con calor seco a 50 °C en el lote, la selección de variedades resistentes y el tratamiento de semillas con fungicidas.

“Ahora la mayoría de los agricultores controlamos la enfermedad, incluso en temporadas más favorables el impacto no ha sido tan grave”, destaca.

Este caso es solo uno de los muchos logros del Corredor Tecnológico Agroindustrial Bogotá y Cundinamarca, proyecto que por más de una década ha trabajado de manera colaborativa con comunidades rurales de Cundinamarca para mejorar la productividad, sostenibilidad y calidad de los alimentos.

La profesora Teresa Mosquera, directora de Investigación y Extensión de la UNAL Sede Bogotá (DIEB), recuerda que el proyecto comenzó en 2010 con el apoyo del Sistema General de Regalías. La idea inicial fue ambiciosa: involucrar a la academia, el Gobierno y los productores locales para abordar los problemas más apremiantes del agro cundinamarqués.

“Desde el principio la meta fue impactar no solo la producción de alimentos sino también el consumo y el transporte. Con ese propósito se involucraron 22 cadenas productivas en un esfuerzo que conectó a académicos y agricultores en una dinámica de colaboración y aprendizaje mutuo”.

De la producción al consumo responsable

Además de las mejoras en la producción agrícola, el proyecto incluyó actividades de concienciación en torno a la alimentación saludable. La profesora Mosquera y el profesor Jesús Alberto Villamil, de la Facultad de Ciencias Económicas, quien estuvo en los inicios del proyecto, mencionan que se trabajó en escuelas rurales, enseñándoles a los estudiantes y sus familias sobre la importancia de una buena nutrición.

Alrededor de 7.500 estudiantes de distintas áreas rurales participaron en talleres sobre hábitos alimenticios, aprendiendo cómo armar una lonchera saludable y evitar el consumo excesivo de alimentos procesados. El impacto fue evidente, ya que los estudiantes, entusiasmados, incluso llevaban el mensaje a sus casas y les pedían a sus padres que optaran por alternativas más saludables como las frutas.

Los académicos también hacen énfasis en la importancia de que los agricultores hayan adquirido la capacidad de gestionar sus cultivos de manera independiente, sin depender exclusivamente de la intervención de académicos o técnicos. “La meta siempre fue que ellos y el resto de la población con la que se trabajó quedaran con las herramientas necesarias para enfrentar por sí mismos cualquier desafío que viniera en el futuro”.