El “oro verde” del país está en riesgo en zonas como Antioquia y Caldas, que concentran el 58 % de área cultivada, debido al aumento de la temperatura, la disminución de lluvias y el aumento de plagas de ácaros u hongos que dañan el cultivo. Un estudio pionero de la Universidad Nacional de Colombia (UNAL), identificó el riesgo a largo plazo que presenta el cambio climático para este fruto, con proyecciones de más de 50 años.
El investigador Diego Fernando Sánchez Vivas, magíster en
geomática de la UNAL, estudió el aguacate Hass, la variedad más popular de esta
planta, que en 2023 envío 1.500 toneladas para ponerle sabor a uno de los
eventos deportivos estadounidenses más grandes del mundo: el Super Bowl.
Además, según cifras el Instituto Colombiano Agropecuario, ese mismo año se
registró un aumento del 56 % en exportaciones del fruto.
Su interés era determinar qué zonas del país se verían más
afectadas con el aumento de la temperatura de los próximos años, pues la
Organización Meteorológica Mundial aseguró que para el periodo 2024 a 2028
aumentaría entre 1,1 y 1,9 ° C, poniendo en riesgo al planeta.
Encontró que, para las zonas de clima cálido y húmedo, en
regiones como el norte de Antioquia y Magdalena Medio, hay condiciones óptimas
para el desarrollo del aguacate Hass, pero la productividad se reduciría hasta
en un 15 % si no se adoptan estrategias para combatir el cambio climático.
También que Risaralda y Quindío tienen las áreas más
prometedoras para mantener una producción estable en la actualidad; sin
embargo, hay una mayor vulnerabilidad a enfermedades que pudren la raíz
(pudrición), y, por ende, todo el cultivo.
Por otro lado, evidenció que, en Tolima y Huila, el sector
del aguacate Hass ya enfrenta problemas de escasez de agua, y se proyecto una
pérdida de hasta el 40 % de las hectáreas que son aptas para cultivo en el peor
escenario de cambio climático; en el sur de Caldas y el norte del Valle del
Cauca, los cambios de temperatura también reducirían en un 20 % de la
productividad para 2060.
Usó “cerebros artificiales”
Lo descubrió gracias a una serie de herramientas
tecnológicas novedosas, entre ellas los algoritmos de redes neuronales
(ConvLSTM y Bi-LSTM), capaces de predecir los cambios de temperatura y
precipitación en estas zonas; los drones multiespectrales, que monitorean en
tiempo real el estado de los cultivos (entre 118 y 237 imágenes por vuelo,
cubriendo áreas de 1,414 m² a 3,313 m²), identificando plantas afectadas por
plagas o condiciones climáticas adversas; y mapas de riesgo internacionales
(cerca de 27.000 datos) que facilitan la proyección del rendimiento del cultivo
entre los años 2024 y 2100.
Pero vamos punto por punto para entender. Los algoritmos de
redes neuronales son como “cerebros artificiales”, que analizan grandes
cantidades de datos históricos de clima, que el investigador recopiló de la
base de datos del Instituto de Hidrología, Meteorología y Estudios Ambientales
(entre 1981 y 2011). Allí observó temperatura y lluvias para identificar
patrones entre las regiones.
Uno de estos algoritmos combinó mapas climáticos y series de
tiempo en que ha variado la temperatura y las precipitaciones, para ver cómo
esto cambiaría en los próximos años. El estudio consideró escenarios climáticos
en periodos entre: 2021-2040, 2041-2060 y 2061-2080. En el escenario más
crítico la temperatura podría aumentar hasta 8,5 ° C para 2080, representando
una pérdida de hasta el 35 % de la producción nacional.
Finalmente, se realizó un trabajo de campo en 8 fincas de
los municipios de Sonsón y La Unión (Antioquia), en el que se usaron drones con
cámaras especializadas, que pueden ver más allá de lo que los ojos humanos,
capturando imágenes de diferentes longitudes de onda, y detectando, gracias a
la luz que reflejan las plantas en pigmentos de color llamados clorofila, si
están enfermas o estresadas por falta de agua.
Es importante resaltar la importancia que tuvo el mapa de
riesgo internacional Maxent, que es de acceso público y gratuito, allí hay
modelos estadísticos para proyectar cómo cambiará, con el calor y las sequías,
la fertilidad de las zonas de cultivo, tanto de aguacate Hass, como de
cualquier planta o fruto en el planeta.
El magíster menciona que, “la planta de esta variedad puede
tomar entre 3 o 4 años en dar fruto, por lo que se generarían pérdidas
económicas para los productores; adicional a esto, en los últimos años se le ha
quitado financiamiento a entidades que se encargan de investigar el rendimiento
del aguacate Hass en Colombia”.
El proyecto contó con el apoyo y dirección de los profesores
Joaquín Guillermo Ramírez Gil, de la Facultad de Ciencias Agrarias de la UNAL,
y Cesar Augusto Teran Chavez, de la Corporación Colombiana de Investigación
Agropecuaria (Agrosavia).
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