Al aplicar altas concentraciones de dicho mineral durante
los procesos de fertilización, las plantas y los frutos de ají tabasco
crecieron más. El hallazgo beneficiará a los horticultores del Valle del Cauca,
que con una producción promedio de 4.200 toneladas al año, es considerado el
principal productor de este tipo de ají en Colombia.
Diana Carolina Legarda López, magíster en Ciencias Agrarias
de la Universidad Nacional de Colombia (UNAL) Sede Palmira, señala que en la
actualidad el cultivo de ají tabasco representa un renglón agrícola importante
en el país, ya que ha comenzado a expandirse en vista de su buena rentabilidad,
producción y posibilidades de exportación.
Desde 2013, la producción de Capsicum frutescens,
su nombre científico, ha sido priorizada como una de las principales hortalizas
con oportunidades de corto y mediano plazo para acceder a los mercados
internacionales, debido a la ratificación de los tratados de libre comercio
vigentes con Estados Unidos y Europa.
Sin embargo el rendimiento del cultivo de ají y la calidad
del fruto se han visto afectados especialmente por factores externos como las
condiciones climáticas extremas, la reducida calidad del suelo y del agua, la
técnica de producción y la alta incidencia de plagas y enfermedades como la
provocada por el hongo Phytophthora capsici responsable del
tizón y la marchitez, los cuales frenan el ingreso de los productores
nacionales al mercado internacional.
En ese sentido, la investigadora señala que “aunque el
silicio no se clasifica como un elemento esencial, sí es benéfico en la
nutrición de las plantas”. Por ejemplo, su papel activo en la tolerancia a la
sequía, en el aumento a la resistencia de la planta a plagas y enfermedades, y
la mejora en la asimilación y transformación eficiente de nutrientes en el
suelo, ha sido demostrada en cultivos como arroz, maíz, caña, papaya, fresa,
café y algodón.
Por eso afirma que con su investigación se propuso
determinar el efecto de la fertilización con silicio en el rendimiento y la
calidad del fruto en el cultivo de ají.
Experimento en campo
El proyecto se realizó en el Campo Experimental de la UNAL
Sede Palmira –corregimiento El Carmelo, municipio de Candelaria– utilizando
semillas de ají tabasco procedentes del Programa de Mejoramiento Genético de
Hortalizas de la Institución.
Se realizó un experimento con cinco tratamientos de fertilización
que incluyen: nitrógeno (120 kg/ha), fósforo (60 kg/ha), potasio
(120 kg/ha), calcio (42 kg/ha), magnesio (22 kg/ha), azufre
(16 kg/ha), y silicio, el único nutriente que varió en su concentración.
Los cinco tratamientos evaluados con la aplicación de
silicio fueron: nivel alto (3 litros/hectárea), nivel comercial (2,25
litros/hectárea), nivel medio (1,5 litros/hectárea), nivel bajo (0,75
litros/hectárea), y un testigo sin aplicación.
Entre los resultados, el rendimiento cuando se aplicó el
nivel alto de silicio fue de 24.143 kilogramos/hectárea, mientras que el
tratamiento sin aplicación de este mineral solo llegó a 21.143
kilogramos/hectárea, una diferencia de 3.000 kilogramos de ají Tabasco.
Con respecto a la altura de la planta de ají tabasco, cuando
estaba en su estado de desarrollo de floración, se encontró que aplicar alta
dosis de -3 litros/ha de silicio influyó en una mayor altura, con una
media de 71,81 cm, mientras que el testigo sin el mineral apenas tuvo un
promedio de 56,64 cm.
En relación con el peso promedio del fruto, los mejores
tratamientos fueron los niveles de silicio alto y comercial, con un promedio de
1,76 y 1,65 g/fruto respectivamente.
En contraste, el menor fue el tratamiento
cero silicio, con un peso promedio de 1,43 g/fruto de ají tabasco.
Finalmente, en la eficiencia agronómica –que permite conocer
la capacidad del cultivo de ají tabasco para utilizar cada unidad adicional de
silicio en el incremento del rendimiento del cultivo– se observó que el
tratamiento con concentración alta del mineral alcanzó los 1.000 kg de
fruto por cada kg de silicio aplicado al suelo.
La investigación de la magíster Legarda fue dirigida por el
docente Mario Augusto Dávila, y codirigido por el profesor Carlos Iván Cardozo
Conde, ambos de la UNAL Sede Palmira.
Fuente: Universidad Nacional - Colombia
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