Pese al potencial de la altillanura colombiana para la producción de soya, factores como las largas temporadas de lluvias, las temperaturas superiores a los 30 °C y los bajos niveles de fósforo en el suelo, nutriente esencial para el crecimiento de las plantas, dificulta la producción de semillas de alta calidad. Dos de seis variedades de esta leguminosa mostraron óptimo desempeño y calidad, lo cual representaría una oportunidad para la región.
En el mundo el cultivo de soya se ha posicionado por su
rentabilidad y su contenido nutricional, que lo convierte en un sustituto para
otros alimentos. Por su alto contenido de proteína, en Colombia se usa
especialmente para alimentar vacas, cerdos y aves.
La Orinoquia colombiana abarca cerca del 90 % de la
producción nacional de soya, siendo Meta, con más de 50.000 hectáreas
sembradas, el mayor productor del país.
La necesidad apremiante de producir semillas locales
tolerantes a las lluvias, con mayor contenido de lisina y con ciclos de
reproducción cortos, motivó a la ingeniera agrónoma Yuli Stephani Tibocha,
magíster en Ciencias Agrarias de la Universidad Nacional de Colombia (UNAL) Sede
Bogotá, a investigar 6 variedades de soya, desarrolladas por Agrosavia en 5
ambientes de la Orinoquia con el objetivo de identificar cuáles tienen el mejor
desempeño y calidad.
Del material analizado, las variedades Corpoica Superior 6 y
Corpoica Orinoquia 3 tuvieron el mejor desempeño para ser cultivadas en el
primer semestre del año.
“Durante la prueba de germinación estas variedades tuvieron
un ciclo precoz y un secado uniforme, lo que quiere decir que en el primer
semestre, cuando hay más precipitaciones o lluvias, tienen mejor respuesta”,
explica la investigadora.
Sol y hongos, relación dañina
El estado de madurez a cosecha es uno de los más importantes
para el desarrollo de la soya. En el primer semestre, caracterizado por las
lluvias, el exceso de agua afecta este estado y la germinación de la semilla,
lo que además contribuye a la aparición de patógenos, en especial de los
hongos Phomopsis sp.y Fusarium sp.
“Las variedades de soya que eran de ciclo intermedio y
tardío en esos periodos alternos de déficits y excesos causaron la pérdida de
la germinación”, señala. Dicha situación se explica porque las semillas con
ciclos cortos tienen mayor resistencia al primer semestre del año.
Pero la presencia de patógenos es un factor clave que
requiere de acciones concretas. Por eso, la ingeniera aplicó la técnica de
análisis de sendero, que permite entender las variables que afectan la
germinación.
Así, evidenció que el brillo solar –una variable ambiental–
tiene una relación directa con la presencia de hongos. “Cuanto mayor sea el
brillo solar, el hongo Phomopsis sp. disminuye en
una condición de segundo semestre, es decir cuando hay déficit de agua”,
explica.
Con esta metodología confirmó que aumentar los días de
cosecha es un factor necesario para reducir la presencia de este hongo, lo que
además incrementa los niveles de lisina, aminoácido esencial para la nutrición
de la semilla.
“Es importante que los productores sepan qué variedad van a
sembrar y qué características tienen para producir granos de calidad. Deben ser
variedades con ciclos cortos, con contenido alto de lisina. Esto porque si hay
excesos hay menor germinación, se favorece la presencia de aceites y disminuye
la lisina”, subraya.
Además recomienda no utilizar la técnica de bodega para
guardar las semillas. Se trata de una práctica usada por los productores para
guardar el material en costales para que se multipliquen. Sin embargo, esto
provoca que se pierda en promedio el 1 % diario de la germinación de la
semilla.