Exponiendo en laboratorio la cereza o baya de este grano a temperaturas entre 180 y 300 °C, investigadores de la Universidad Nacional de Colombia (UNAL) descubrieron que esta se puede transformar en valiosos productos para generar químicos plataforma, de alto valor agregado, que ayuden a obtener combustibles naturales, gas, y por si fuera poco ¡electricidad!
Aunque el grano es la materia prima más comercializada en
Colombia después del petróleo, y solo aquí genera alrededor de 530.000 empleos
directos, su agroindustria también es una de las que produce más residuos:
alrededor de 10 millones de toneladas anuales en el mundo.
En 2021 la producción colombiana fue de 12,6 millones de
sacos, de los cuales 784.000 toneladas correspondieron a biomasa residual
(cereza) y solo 39.200 toneladas (5 %) se utilizaron en otras actividades,
como por ejemplo para obtener biogás y utilizar el sustrato de cultivos en
alimentación animal, combustión y compost; sin embargo, una parte importante de
ellos se desecha en fuentes de agua alterando el ecosistema por su alto
requerimiento de oxígeno para descomponerse.
Buscando nuevas formas de aprovechar dichos residuos, Sophia
Lozano Pérez, magíster en Química de la UNAL Sede Bogotá, aplicó biorrefinería
hidrotermal, un proceso limpio y que no utiliza químicos adicionales
contaminantes, ya que en este solo se utiliza agua a diferentes temperaturas.
Con el agua caliente la materia prima se convierte en
azúcares que se van rompiendo hasta transformarse en los materiales plataforma,
o sea con valor agregado para la industria; entre ellos están: ácido levulínico
(utilizado en la industria plástica, alimentaria y farmacéutica), ácido fórmico
(industria textil, papelera, de medicamentos y cosmética), furfural (compuesto
químico empleado tanto para fabricar resinas y plásticos como para obtener
nuevos fármacos y herbicidas, y ser precursor para obtener biocombustible) e
hidroximetilfurfural (HMF), utilizado como indicador de calidad de la miel.
Con el apoyo del Grupo de Aprovechamiento Energético de
Recursos Naturales, liderado por el profesor Carlos Alberto Guerrero, del
Departamento de Química, la magíster obtuvo por primera vez estos compuestos a
temperaturas que oscilan entre 180 y 300 oC.
Lo interesante de este proceso son sus múltiples
aplicaciones, que, ¡ojo!, en Colombia aún están demoradas, como por ejemplo la
producción de electricidad, que se lograría utilizando una técnica de
combustión directa, con un reactor mucho más potente que aproveche los gases
producto de la reacción de los residuos del café para ir moviendo turbinas y
generando energía eólica, y por ende electricidad.
¡Un tinto muy caliente!
“Después de determinar este porcentaje, lo primero fue secar
la cereza de café por medio de algunas técnicas de laboratorio, para luego
molerlo y pulverizarlo y aprovechar ese 20 % de material. Enseguida se
pone en una especie de termo y nuevamente se agrega agua, solo que esta vez no
hay riesgo de contaminación y la cantidad es controlada; este recipiente se
pone en un reactor especial capaz de aumentar la temperatura y la presión a los
niveles necesarios para el estudio. En este “termo” se ponen los residuos de
café y agua para luego llevarlos al reactor y aumentar la temperatura”, explica
el investigador.
El proceso se realizó una y otra vez con distintas
proporciones para observar cuál era la más indicada, y se halló que lo ideal
era hacerlo con 5 g de café y 95 g de agua (unos 95 ml). Y es
aquí donde aparece la temperatura, pues al poner la mezcla en el reactor, el
calor sube a unos 180 oC para obtener azúcares de la
hemicelulosa, derivados de la celulosa y la lignina (aunque esta es una barrera
para el proceso), que se pueden aprovechar como estructuras base para otros
procesos químicos.
“El agua a altas temperaturas actúa como un ácido, algo que
aún nos desconcierta, pero gracias a ello su estructura va rompiendo
químicamente el café, y cuando aumentamos el calor a 220 oC los
azúcares se convirtieron en ácido levulínico, ácido fórmico, furfural y HMF,
con rendimientos que llegan al 40 %”, indica la magíster.
Estos compuestos se separan mediante una técnica llamada
cromatografía de intercambio iónico, para aprovecharlos individualmente,
excepto el furfural y el HMF, que aún presentan valores del 1 a 4 %, y que
son materiales químicamente inestables.
Por otro lado, el rendimiento se podría mejorar hasta llegar
a un 120 % (según la estructura lignocelulósica) usando catalizadores que
ayuden al agua, como por ejemplo ácido sulfúrico o acético, aunque estos son
materiales difíciles de separar y podrían terminar siendo una “piedra en el
zapato”.
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