El arroz, base de la dieta colombiana, enfrenta un enemigo silencioso: el añublo de la panícula, una enfermedad que vacía las espigas y amenaza la seguridad alimentaria. En Meta y Casanare, un modelo pionero basado en datos climáticos y aprendizaje de máquina anticipa los brotes mostrando que con variaciones casi imperceptibles de temperatura el riesgo se puede disparar hasta en un 90 %. La herramienta busca convertir la prevención en el mejor aliado de los productores.
Lo novedoso de este hallazgo no está en identificar el
añublo de la panícula, sino en demostrar cuáles son las regiones más
vulnerables y en qué condiciones exactas se disparan los brotes. El modelo,
elaborado por la investigadora Deidy Viviana Rodríguez Almonacid, magíster en
Meteorología de la Universidad Nacional de Colombia (UNAL), actúa como un “mapa
de riesgo” que combina información histórica del clima con registros recientes
de infecciones en el arroz, y ofrece una radiografía precisa de cómo las variables
atmosféricas pueden intensificar o frenar la propagación de estas enfermedades.
En Colombia los cultivos de arroz enfrentan más de 13
enfermedades, pero cada región tiene su propio enemigo principal. Por ejemplo
en los Llanos Orientales una de las mayores amenazas es el añublo de la
panícula, causado por el hongo Pyricularia oryzae, que ataca la
espiga justo en la etapa reproductiva, cuando los granos deberían llenarse: la
panícula (parte alta de la planta) se mancha, sus tejidos mueren y los granos
terminan deformes o vacíos.
Otras enfermedades que predominan en el país son el mal del
pie, que pudre la base de la planta y la tumba; el escaldado de la hoja, que
deja manchas alargadas hasta secar el follaje impidiendo que la planta realice
fotosíntesis; el añublo bacteriano –causado por Burkholderia glumae–
que deforma los granos, y la mancha café de la vaina, que debilita la espiga
antes de madurar.
Hoy muchos agricultores aplican fungicidas “a ojo” sin tener
claro cuál enfermedad amenaza realmente sus cultivos. Esta práctica encarece la
producción, pues se usan más químicos de los necesarios, y además impacta el
medioambiente al acumular residuos en el suelo y alterar sus nutrientes a largo
plazo, y no siempre resulta efectiva.
Frente a este problema, el modelo desarrollado plantea usar
el clima como brújula para generar un mapa en el que cada región identifica su
propio enemigo y puede anticipar la batalla, aunque todas dependen del mismo
grano para subsistir.
Para llegar a estas conclusiones, la investigadora Rodríguez
analizó datos climáticos entre 1970 y 2019, tomados de estaciones del Ideam y
bases de datos globales estimadas, y los cruzó con registros de monitoreo de
enfermedades del arroz entre 2012 y 2019 en parcelas comerciales de la
Federación Nacional de Arroceros (Fedearroz) que forman parte del programa de
monitoreo fitosanitario de dicho gremio.
El trabajo se adelantó junto con Fedearroz, entidad que
monitorea los cultivos en todo el país y que ya desarrolla una plataforma para
que los agricultores consulten la dinámica anual del sector.
En un futuro cercano, un arrocero podría recibir en su
celular un aviso similar al pronóstico del tiempo: “su cultivo está en
floración y la próxima semana habrá alta humedad y nubosidad, con alto riesgo
de añublo de la panícula”. Ese es el objetivo de la investigadora Rodríguez,
“generar alertas que permitan tomar decisiones a tiempo y aplicar medidas solo
cuando sean necesarias”.
Cambio climático multiplica el riesgo del arroz
El arroz no solo enfrenta plagas y hongos, sino también los
efectos del cambio climático. En 2024 el calentamiento global sobrepasó los
1,5 °C, un aumento histórico y preocupante según el Servicio Climático de
la Unión Europea.
Según determinó la investigadora, el aumento de apenas un
grado en la temperatura puede disparar hasta en un 90 % el riesgo de
brotes en Meta y Casanare, las regiones más vulnerables a esta dinámica.
Además, fenómenos como El Niño y La Niña modifican la humedad y las lluvias, lo
que abre la puerta a enfermedades en zonas donde antes no existían. Así, lo que
hoy preocupa en los Llanos mañana podría extenderse al Tolima o al Caribe.
En Colombia las lluvias varían de manera drástica: en los
Llanos Orientales pueden superar los 3.000 milímetros anuales, mientras que en
algunas zonas del Caribe rara vez alcanzan los 1.000 milímetros anuales. Esa
diferencia condiciona el comportamiento de las enfermedades; la humedad
constante de Meta y Casanare, por ejemplo, favorece el añublo de la panícula.
Por eso el sistema de alertas no funciona como un calendario rígido, sino como
una herramienta adaptable que se puede integrar con datos en tiempo real de
estaciones meteorológicas y satélites para informar de manera precisa a los
productores.
La investigación fue dirigida por los profesores Eliécer
David Díaz Almanza, del Departamento de Geociencias, y Joaquín Guillermo
Ramírez, de la Facultad de Ciencias Agrarias y se adelantó con el Laboratorio
de Computación y Análisis Epidemiológico de la UNAL y un convenio con Fedearroz
para apoyo técnico. Con esto se busca iniciar un mejor plan de manejo y
prevención de enfermedades en los cultivos de arroz de Colombia.
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