jueves, 25 de febrero de 2021

Región Andina solo conserva una tercera parte de bosque

 Aunque según el Ministerio de Medio Ambiente y Desarrollo Sostenible (MADS) aún existe un 40 % de los bosques en el área andina, expertos aseguran que, en realidad, sería menos de un 25 % y que se encuentra en alto estado de degradación.

Las preocupantes cifras se deben a que alrededor del 75 % de la población colombiana se asienta en la Cordillera de los Andes, por lo que el bosque ha sido intervenido, principalmente, para obtener maderas para uso. Por lo tanto, ya no registran el estado de desarrollo que debería de tener.

Tal como lo recuerda el profesor Edgar Ernesto Cantillo, ingeniero forestal y doctor en Biología de la Universidad Nacional de Colombia (UNAL), clases de poder que se asentaron en las partes más bajas de la cordillera han generado transformaciones especialmente para expandir las áreas ganaderas, además de haber servido para cultivos de coca por el clima. En las partes altas, la ganadería para leche y los cultivos de papa son los que han aumentado la deforestación.

La zona media, por su parte, presenta los mayores valores de diversidad, pues mantiene flora tanto de la parte baja como de la alta montaña. Sin embargo, es –a su vez- es la que más se ha intervenido, llegando hasta más del 80 % de transformación de la extensión original de sus bosques. Los cultivos de café y los de caña de azúcar han generado la mayor deforestación en este proceso.

“En estos procesos tiene que ver mucho, principalmente en los países subdesarrollados, la pobreza… y la pobreza en una falta o indiferencia del Estado en la protección de estas regiones”, expresa el profesor Cantillo, quien junto con el también ingeniero forestal y doctor en Biología de la UNAL, Andrés Avella -ambos docentes de la Universidad Distrital- fueron invitador a El Resonar de la Tierra, programa de análisis de la situación ambiental del país, de la Facultad de Ciencias de la Universidad Nacional de Colombia (UNAL) Sede Bogotá.

Protagonismo de los robles

Los robledales son una formación boscosa muy significativa por su extensión en la Región Andina de Colombia, por su importancia ecológica en servicios ambientales y por tener un factor socioecológico muy alto, pues está ligada a las culturas tradicionales (indígenas y campesinas) de la región.

Tras una investigación en la que participó el profesor Avella, se logró diferenciar los robles de la tierra fría (de las zonas altas de la montaña): más homogéneos –similares- florísticamente, con altos valores de existencias maderables, pero con unos servicios ambientales indispensables, tales como la regulación hídrica.

Por otro lado, están los robledales de las zonas subandinas, mucho más mezclados y diversos, con otra potencialidad de manejo, y el robledal negro, especie muy particular propia del continente, que está en Colombia y tiene altas existencias de carbono y de madera.

Un país forestal

El profesor Avella señala que “se debe pensar en un manejo más diversificado y sostenible del siglo XXI, sin concentrarse solo en productos maderables”.

Los servicios ambientales no convencionales como la regulación hídrica, la calidad del aire o el que ya está más consolidado como una vía de mercado, que es el carbono, son grandes posibilidades de manejo forestal para reducir efectos del cambio climático. Se trata, entonces, de mirar las potencialidades de los bosques para adaptarlos a las condiciones propias que se tienen.

En este aspecto, según el profesor Cantillo, la única opción de sustentabilidad en Colombia es su condición de país forestal: “el país podría producir alrededor de unos 15 a 30 millones de metros cúbicos de madera, produciendo lo que necesita, con un excedente para exportar y, con esa estrategia, disminuir la deforestación en muchos de los territorios, no solo en la región Andina”.

Sin embargo, se estima que en 2017 se importó madera por más de 200 millones de dólares, por lo que hace falta una política para que Colombia sea un país productivo en lo que debe ser una producción forestal.

Los expertos hacen énfasis en que hace falta voluntad política y financiación a mediano plazo para, primero, darles a los campesinos posibilidades de gestionar adecuadamente los recursos forestales y, segundo, apoyar los procesos de restauración en la región Andina.

Además, hacen un llamado para que se pase de los estudios de diagnóstico y se fortalezcan los de experimentación, pues “estamos inundados de datos, pero no hay ninguna acción”.





lunes, 15 de febrero de 2021

Algunos métodos para calcular la edad de las especies forestales tropicales

 Resumen

El presente estudio busca profundizar un poco los conocimientos que hasta el presente se tienen de uno de los parámetros fundamentales en la silvicultura, como es la edad de las especies forestales.

Se describen cada, uno de los métodos que se han seguido en el cálculo o determinaci6n de la. edad de las especies forestales.

 La necesidad del cálculo de la edad de los árboles se hace manifiesta, cuando se pretende avanzar en la investigación silvicultural, cuya importancia se explica en los siguientes numerales:

1-Para calcular el rendimiento y el crecimiento tanto de las plantaciones como de los bosques naturales.

 2-En la elaboración de planes de manejo forestal.

3-En los cálculos económicos.

 4-En la confección de curvas de índice de sitio.

Palabras clave

Ingeniería forestal ; Bosques ; Silvicultura ; Forest Engineering ; Forestry ;

URI

https://repositorio.unal.edu.co/handle/unal/10732

Colecciones





 

Economía en Sumapaz se rige por formas geográficas

 Los valles, colinas y montañas, entre otras geoformas que se crean en las superficies, marcan los espacios para actividades económicas como la agricultura, la ganadería y el turismo en la región del río Sumapaz, y también sus problemáticas.

Por ejemplo, las zonas de planicies aluviales y la geoforma de montaña se utilizan más para la agricultura, mientras que los coluviones, que son agrupaciones grandes de rocas distribuidas en cierto sector, se emplean para ganadería.

Así lo da a conocer la investigación del geógrafo Eduardo Alexis Santander, estudiante de la Maestría en Hábitat de la Universidad Nacional de Colombia (UNAL) Sede Bogotá, en la que también se determinó que con la importante llegada del turismo en la región, el paisaje es relevante en términos económicos. Este constituye un tercer renglón de la economía, especialmente en Pandi y Venecia (Cundinamarca), donde se han comprado terrenos para construir balnearios y otros sitios turísticos, para los cuales han sido vitales las estructuras de ladera.

Un cuarto renglón, que todavía no se ha consolidado, es el de las microcentrales eléctricas que se ha pretendido consolidar en la parte aluvial de la cuenca media (que corresponde a Cabrera y parte de Venecia) y alta del río Sumapaz, por ser las zonas con mayor potencial para estos proyectos.

Sin embargo, según el estudio, esto podría afectar el resto de la economía y tener un impacto negativo en el uso tradicional de estas tierras, ya que para construir los embalses las microcentrales propician la inundación de amplios sectores dentro de los municipios, lo cual genera un cambio en las dinámicas climáticas que afecta directamente a los pobladores y a sus vecinos inmediatos.

Así mismo la zona se afectará en términos sociales porque se rompen las dinámicas ya establecidas al tener una nueva barrera geográfica entre los habitantes, en este caso un cuerpo de agua significativo. Ellos se han negado a que el río se utilice para tales fines, por lo que dichos proyectos aún se encuentran en planteamiento.

Uno de los aspectos diferenciadores de este trabajo, dirigido por la profesora Myriam Susana Barrera Lobatón, es que –contrario a otras investigaciones– se abarcó una extensa zona de estudio (o transecto), lo que permitió tener una mirada amplia y regional que abarcó desde la cuenca media y alta del río Sumapaz (transecto San Juan de Sumapaz – Pandi), la cual es de cerca de 50 km.

Para la investigación se utilizó la metodología de eventos relacionales para el análisis del paisaje (Merap), se realizaron entrevistas semiestructuradas y ejercicios de cartografía social para que los habitantes contaran cómo percibían y vivían su realidad y territorio, y se usaron sistemas de información geográfico.

Conflicto armado y papel de la mujer

Por otra parte, la investigación identificó un corredor estratégico que atraviesa el río Sumapaz, conectando a Huila, Meta y Cundinamarca, el cual formaba parte de la idea de las FARC de tomarse el poder a través de las armas llegando a la capital del país.

Esto dejó una serie de secuelas dentro de los pobladores: “la llegada del Ejército dinamitó esas relaciones sociales, porque hubo mucha estigmatización de parte y parte”, señala el investigador.

En cuanto a las mujeres, en las Zonas de Reserva Campesina (ZRC) de Cabrera y San Juan de Sumapaz se evidenció una preponderancia en su papel como lideresas frente a ciertos factores sociales.

Para llevar a cabo este trabajo, los investigadores identificaron tres eventos importantes: el primero, en 2001, fue la instalación del Batallón de Alta Montaña no. 1 en la vereda Las Águilas, dentro del municipio de Cabrera, lo cual transformó las formas de habitar de la población civil en la región.

El segundo fue la consolidación de la frontera agrícola, en disputa durante cerca de ocho años entre entidades gubernamentales y los pobladores del sector. En 2018, esta se estableció a través de los límites dados por el Instituto de Investigación de Recursos Biológicos Alexander von Humboldt.


 El tercer elemento fue la intención de multinacionales hidroenergéticas de construir microcentrales eléctricas en el caudal del río Sumapaz para generar energía eléctrica, lo cual transformó las dinámicas sociales y de hábitat de la región.

Para el geógrafo Santander, “estas investigaciones nos dan una visión más completa de cómo se ven las realidades dentro de cierta región; en época de pandemia esto ayuda a entender cómo están las regiones, con el ánimo de ir mejorando cada vez más las condiciones de hábitat de las personas”.

 






martes, 9 de febrero de 2021

Agave también florece en Colombia

 Dos nuevas especies y dos nuevos registros de estas plantas que abundan especialmente en México, donde se aprovechan para producir tequila y mezcal, entre otros productos, han sido documentadas en distintas regiones de Colombia.

Así lo confirmó el doctor en Botánica Diego Giraldo Cañas, profesor del Instituto de Ciencias Naturales (ICN) de la Universidad Nacional de Colombia (UNAL), quien señala que de los registros de estas plantas en Sudamérica, 10 se encuentran en Colombia –7 nativas y 3 naturalizadas (introducidas)–, lo que convierte al país en el más rico en agaves de la región.

Esta planta –conocida popularmente como fique, maguey, motua o penca– se encuentra especialmente en Cundinamarca, Boyacá, Huila, Cesar, La Guajira, Magdalena, Santander, Antioquia y Valle del Cauca, detalla el docente.

El profesor Giraldo, quien se interesó por estas especies desde 2016, en desarrollo de sus exploraciones por zonas secas de montaña del país, registró por primera vez para Colombia el Agave sisalana Perrine, una especie nativa de la península de Yucatán (México), la cual se relaciona morfológicamente con Agave fourcroydes Lem. y Agave pax Giraldo-Cañas, el segundo registro realizado.

De igual manera, ha descrito para la ciencia la nueva especie Agave sylvesteriana, la cual es endémica de una pequeña área de la cordillera Oriental andina de Colombia y pertenece al subgénero Agave; es fenotípicamente similar a Agave congesta Gentry (endémica del estado de Chiapas, México) y según los lineamientos de la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza (UICN), se ubica en la categoría “en peligro” (EN).

La otra especie descrita por el profesor Giraldo es Furcraea abisai, también endémica y localizada en jurisdicción del municipio de Chipaque (Cundinamarca), pertenece a Furcraea sect. Furcraea, género neotropical que se distribuye desde el centro de México hasta Paraguay.

Especies poco estudiadas

Más del 70 % de la diversificación de agaves se encuentra en México. Se trata de un género estrictamente americano, de distribución natural desde el sur de EE. UU. hasta Suramérica.

Sin embargo, en Colombia son especies poco estudiadas, lo que llamó la atención del investigador Giraldo, quien señala que “los hallazgos realizados reafirman una vez más que estamos lejos de completar el inventario vegetal del país, pues se siguen descubriendo numerosos grupos y especies”.

En ese sentido, destaca que gracias al Acuerdo de Paz los investigadores han tenido la oportunidad de explorar en áreas que antes estaban vedadas por el conflicto.

“Con estos nuevos registros y descripciones, entendemos patrones evolutivos del grupo y se puede documentar que existen otros diferentes a México, en varios países tropicales”, señala el docente.

De igual manera, los estudios adelantados ayudan a entender patrones de la riqueza en materia de estas plantas y de la apropiación cultural por los diversos usos que tiene por parte de etnias y otros grupos poblacionales.

Entre los diferentes usos que se han documentado, el profesor menciona los alimenticios –tanto para animales como para humanos–; los artesanales; como cercas vivas; como combustible a partir de la leña; para construcción; recuperación de suelos; producción de licores, jarabes y siropes; usos tecnológicos, medicinales y ornamentales, y establecimiento de cultivos.

Destaca además que en Colombia no se ha documentado el cultivo de estas especies –como sí ocurre en México–, y en Suramérica solo se conocen amplios cultivos en Brasil, donde se aprovecha para la producción de fique, conocido localmente como “sisal”.

El docente continúa con su proyecto de investigación con el fin de documentar este tipo de especies, las cuales ofrecen muchas potencialidades para obtener fibras, para jardines externos, como cercas vivas y como elementos que brindan servicios ambientales asociados con recuperación de suelos y estabilización de laderas y pendientes.

 




 

lunes, 1 de febrero de 2021

Abejas sin aguijón estarían en riesgo por mala manipulación

 Mover las colonias para comercializarlas podría causar daños ambientales y llevar a la muerte de estas abejas, que se encuentran en diferentes regiones del país.

Así lo determina un estudio dado a conocer por el biólogo Diego Guevara, investigador del Laboratorio de Investigaciones en Abejas (Labun) de la Universidad Nacional de Colombia (UNAL), según el cual prácticas como la mala manipulación de las colmenas o la concentración de muchas en un mismo lugar generaría problemas como la introducción de bacterias riesgosas o condiciones que afectan la salud de estos insectos.

“Algunas empresas han visto a las abejas sin aguijón como una solución económica; sin embargo, hay que tener cuidado con algunas prácticas, como el movimiento de colonias, ya que algunas especies son endémicas y eso podría matarlas”, subraya el biólogo, y recuerda que para regular la apicultura y la meliponicultura se han tenido iniciativas como el proyecto de ley 250 de 2019.

En el estudio, que revisó 8 géneros y un grupo dentro del género Melipona, los investigadores encontraron 31 especies para el país, de las cuales 8 son nuevos registros para Colombia y 5 posibles nuevas especies.

Explica además que estos insectos tienen características claras como la presencia de pelos plumosos y que dependen de recursos florales principalmente, polen y néctar– para alimentar a sus crías.

Esa relación con las flores ha llevado a que el género Rediviva haya tenido adaptaciones en sus cuerpos, como modificaciones en sus patas delanteras para introducirse en las flores de Diasca y así obtener el alimento.

“Cerca del 90 % de las plantas utilizadas en la agricultura son polinizadas por abejas. Se estima que en Estados Unidos el servicio de polinización por abejas representa entre 4,6 y 19 billones de dólares en cultivos, y unos 3.000 millones de dólares cada año en ese país en producción de fruta”, explica el investigador.

Al respecto, agrega que ese uso es superficial cuando se compara con los servicios ecosistémicos, ya que todos los ecosistemas terrestres dependen de la polinización para su mantenimiento, tarea que cumplen las abejas y otros polinizadores.

Características particulares

Uno de los grupos más importantes en la melitofauna –es decir, la fauna de abejas– y a nivel tropical y neotropical, las abejas sin aguijón que pertenecen a la tribu Meliponini, presentan características que las hacen particulares: tienen castas como obreras, reinas y machos, y además presentan algunos comportamientos de defensa y relación con otros insectos como con termitas, para construir nidos.

La importancia del papel que cumplen las abejas en la naturaleza ha sido estudiada a lo largo de los años y se rescata su influencia en el campo agrícola y cultural, ya que se han usado por diversas culturas a lo largo de la historia.

En Colombia se han adelantado trabajos como “Las abejas silvestres de Colombia”, en el cual se listan por primera vez algunas especies y se da una lista preliminar, hasta 2003, de la diversidad de abejas sin aguijón usadas en la meliponicultura o crianza en el país.

Otros riesgos

“En el mundo hay cerca de 60 géneros de Meliponini y unas 600 especies descritas; en Colombia hay entre 20 a 24 géneros con 120 especies reportadas, que el cambio en el uso del suelo y el cambio climático las pondrían en riesgo”, explica el biólogo Guevara.

Por ejemplo, en el género Geotrigona se encuentran 8 especies en Chocó, Amazonas, Cundinamarca, Boyacá, Meta, Magdalena, Antioquia, Vaupés, Casanare, Huila y Putumayo con dos nuevos registros y una morfoespecie aún por confirmar, es decir que se podría tratar de una especie nueva. O en el género Nogueirapis, del cual se registran 4 especies en Amazonas, Vaupés, Chocó y Putumayo con otras 2 también por confirmarse si son nuevas para la ciencia. “Con este género se hicieron nuevos mapas de distribución en Colombia, además de que se encuentran 4 morfoespecies que presentan una fuerte diferencia morfológica marcadas debido a las cordilleras”, revela el biólogo Guevara.

La recomendación del trabajo es incorporar el conocimiento científico a la legislación de la meliponicultura para desarrollar buenas prácticas y proteger este grupo. Igualmente, por los vacíos en el conocimiento de la taxonomía del grupo, la invitación es a seguir estudiándolos para diferenciar las especies y así entender su importancia ambiental.