Aunque según el Ministerio de Medio Ambiente y Desarrollo Sostenible (MADS) aún existe un 40 % de los bosques en el área andina, expertos aseguran que, en realidad, sería menos de un 25 % y que se encuentra en alto estado de degradación.
Las preocupantes cifras se deben a que alrededor del 75 % de
la población colombiana se asienta en la Cordillera de los Andes, por lo que el
bosque ha sido intervenido, principalmente, para obtener maderas para uso. Por
lo tanto, ya no registran el estado de desarrollo que debería de tener.
Tal como lo recuerda el profesor Edgar Ernesto Cantillo, ingeniero
forestal y doctor en Biología de la Universidad Nacional de Colombia (UNAL),
clases de poder que se asentaron en las partes más bajas de la cordillera han
generado transformaciones especialmente para expandir las áreas ganaderas,
además de haber servido para cultivos de coca por el clima. En las partes
altas, la ganadería para leche y los cultivos de papa son los que han aumentado
la deforestación.
La zona media, por su parte, presenta los mayores valores de
diversidad, pues mantiene flora tanto de la parte baja como de la alta montaña.
Sin embargo, es –a su vez- es la que más se ha intervenido, llegando hasta más
del 80 % de transformación de la extensión original de sus bosques. Los
cultivos de café y los de caña de azúcar han generado la mayor deforestación en
este proceso.
“En estos procesos tiene que ver mucho, principalmente en
los países subdesarrollados, la pobreza… y la pobreza en una falta o
indiferencia del Estado en la protección de estas regiones”, expresa el
profesor Cantillo, quien junto con el también ingeniero forestal y doctor en
Biología de la UNAL, Andrés Avella -ambos docentes de la Universidad Distrital-
fueron invitador a El Resonar de la Tierra, programa de análisis de
la situación ambiental del país, de la Facultad de Ciencias de la Universidad
Nacional de Colombia (UNAL) Sede Bogotá.
Protagonismo de los robles
Los robledales son una formación boscosa muy significativa
por su extensión en la Región Andina de Colombia, por su importancia ecológica
en servicios ambientales y por tener un factor socioecológico muy alto, pues
está ligada a las culturas tradicionales (indígenas y campesinas) de la región.
Tras una investigación en la que participó el profesor
Avella, se logró diferenciar los robles de la tierra fría (de las zonas altas
de la montaña): más homogéneos –similares- florísticamente, con altos valores
de existencias maderables, pero con unos servicios ambientales indispensables,
tales como la regulación hídrica.
Por otro lado, están los robledales de las zonas subandinas,
mucho más mezclados y diversos, con otra potencialidad de manejo, y el robledal
negro, especie muy particular propia del continente, que está en Colombia y
tiene altas existencias de carbono y de madera.
Un país forestal
El profesor Avella señala que “se debe pensar en un manejo
más diversificado y sostenible del siglo XXI, sin concentrarse solo en
productos maderables”.
Los servicios ambientales no convencionales como la
regulación hídrica, la calidad del aire o el que ya está más consolidado como
una vía de mercado, que es el carbono, son grandes posibilidades de manejo
forestal para reducir efectos del cambio climático. Se trata, entonces, de
mirar las potencialidades de los bosques para adaptarlos a las condiciones
propias que se tienen.
En este aspecto, según el profesor Cantillo, la única opción
de sustentabilidad en Colombia es su condición de país forestal: “el país
podría producir alrededor de unos 15 a 30 millones de metros cúbicos de madera,
produciendo lo que necesita, con un excedente para exportar y, con esa
estrategia, disminuir la deforestación en muchos de los territorios, no solo en
la región Andina”.
Sin embargo, se estima que en 2017 se importó madera por más
de 200 millones de dólares, por lo que hace falta una política para que
Colombia sea un país productivo en lo que debe ser una producción forestal.
Los expertos hacen énfasis en que hace falta voluntad
política y financiación a mediano plazo para, primero, darles a los campesinos
posibilidades de gestionar adecuadamente los recursos forestales y, segundo,
apoyar los procesos de restauración en la región Andina.
Además, hacen un llamado para que se pase de los estudios de
diagnóstico y se fortalezcan los de experimentación, pues “estamos inundados de
datos, pero no hay