viernes, 16 de julio de 2021

Cebolla larga se produce mejor con policultivos

 Sembrar cebolla larga o en rama, acompañada de otros cultivos como papa, lechuga o zanahoria, contribuye a la biodiversidad de los agro-ecosistemas, ya que amortigua los efectos perturbadores en el suelo, entre otros beneficios.

Este ha sido uno de los principales hallazgos del proyecto “La producción más limpia de cebolla de rama (Allium fistulosum), como alternativa a la conservación de los servicios ecosistémicos generados en el corregimiento de Tenerife, el Cerrito, Valle del Cauca”, que se adelanta en la Universidad Nacional de Colombia (UNAL) Sede Palmira.

El profesor Diego Iván Ángel, coordinador del proyecto, explica que “los policultivos son una práctica que consiste en la plantación de diferentes especies en el terreno, ya sea en forma intercalada o en franjas”.

Menciona además que el propósito de la iniciativa es profundizar en el uso de policultivos, su aporte al cuidado del suelo y su fertilidad, la prevención de plagas y la producción.

Así, con la participación de agricultores y algunos profesores y estudiantes del Colegio Agropecuario, se están evaluando en el corregimiento de Tenerife diversos manejos ecológicos: policultivos, controles biológicos y abonos orgánicos como alternativa al uso de pesticidas de síntesis petroquímica y gallinaza no compostada, para contribuir a la conservación del suelo, el agua y la salud de los campesinos.

Sembrar agrodiversidad

Según el Ministerio de Agricultura y Desarrollo Rural, la producción de hortalizas –conformada por más de 30 tipos de cultivos, entre los cuales destacan: cebolla de rama, arveja, tomate, cebolla de bulbo, zanahoria y ahuyama– proviene de la economía campesina y genera anualmente cerca de 350.000 empleos totales, alrededor de 117.000 directos y 233.000 indirectos.

Entre otros cultivos, El Cerrito cuenta con 460 hectáreas de cebolla en rama o larga, la mayoría se produce en el corregimiento de Tenerife mediante monocultivos.

En el desarrollo del proyecto, el equipo compartió con estudiantes de últimos años de bachillerato, con quienes estableció tres parcelas para sembrar cebolla acompañada de papa, perejil, lechuga y zanahoria.

El profesor Ángel explica que utilizaron dos métodos de siembra: intercalado (sembrar una línea de una especie y luego una línea de otra especie) y en franjas (sembrar 4 - 5 líneas de un tipo, luego sembrar otras 4 - 5 líneas de otro tipo) con diferentes distancias entre líneas entre 40-90 cm”.

Antes de la llegada de la pandemia, el seguimiento a las parcelas confirmó que tanto el suelo como el mismo sistema de siembra redujo su vulnerabilidad a enfermedades específicas e insectos plaga, lo que permitió obtener mayor variedad y calidad de los cultivos.

El docente destaca además que “pese a que hubo un decrecimiento en la producción individual, hay un mayor aporte a la soberanía alimentaria de los campesinos y sus familias y a la conservación de los servicios ecosistémicos de la región, algo que no permiten los monocultivos”.

Agrodiversidad para reducir vulnerabilidad

Agregó que “la mayoría de los agricultores colombianos aún rechazan los policultivos, pues los consideran inconvenientes por reducir la cantidad de producción y los ingresos por su venta”.

Pese a ello, los expertos recomiendan propiciar con las comunidades campesinas la investigación acción-participativa en función de la importancia de la agrodiversidad, que resalte sus ventajas para los agro-ecosistemas, pues además de lo mencionado permite prevenir efectos negativos del cambio climático.

El ingeniero agrícola Juan Carlos Ortiz, magíster en Ciencias Agrarias de la UNAL Sede Palmira e integrante del proyecto, explica que “una mayor biodiversidad en los agro-ecosistemas puede mitigar las precipitaciones y la temperatura ambiental, además de la proliferación de enfermedades, como aquellas que atacan las hortalizas: pudre y amarillitis”.

El proyecto se adelanta en el marco de la convocatoria de extensión solidaria de la UNAL Sede Palmira “Regiones y comunidades sostenibles”, y cuenta con el apoyo de los profesionales Juan Carlos Ortiz y Daniela Cubillos, del Grupo de investigación en Agroecología.







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