Si una planta está infectada con Fusarium oxysporum, hongo que produce su marchitamiento y muerte, reflectará la luz de una forma distinta a como lo hace cuando está sana. Mediante un espectroscopio, aparato que divide la luz en sus diferentes componentes, es decir en su espectro, se identifican estos cambios hasta 10 días antes de que los síntomas sean evidentes. Se probó con tomate y banano.
Uno de los principales problemas que afronta el sector
productivo es la pérdida de cultivos a causa de enfermedades que no se detectan
a tiempo, por eso, Juan Carlos Marín Ortiz, estudiante de posdoctorado de la
Facultad de Ciencias Agrarias de la Universidad Nacional de Colombia (UNAL)
Sede Medellín, se dio a la tarea de probar la eficacia del espectroscopio para
ofrecerles una alternativa a los agricultores.
“La interacción entre la radiación electromagnética (en este
caso la luz) y las plantas es muy específica. La forma como interactúa todo ser
vivo y todo material con la radiación es como una huella digital y dependerá de
un estado de desarrollo fisiológico muy particular. Si nosotros, ya sea por una
enfermedad o por estrés, nos alteramos química o fisiológicamente, esa ‘huella
espectral’, esa forma como interactuamos con la radiación, se modificará”,
explica el investigador.
Para entender cómo se realizan los análisis, imagine un haz
de luz que proviene de una lámpara led e interactúa con una mesa, por ejemplo,
una parte de esa radiación es absorbida por la mesa y la otra es reflejada.
“Esa energía que el material no absorbe es la que registramos, lo que nos
permite hacer mediciones a distancia, o teledetecciones. No es necesario tener
la mesa al frente, podemos tener un sensor sobre ella que envíe la información
a un computador”.
En el laboratorio se trabajó con plantas de tomate, papa y
banano –cultivos de interés económico en el país–, especialmente en este
último, ya que el estudio se desarrolló en asocio con el Centro Nacional de
Investigaciones del Banano (Cenibanano), debido al riesgo que implica para el
sector la diseminación de Fusarium oxysporum raza 4, de
ingreso reciente al país, que es particularmente devastador porque ocasiona
síntomas de marchitez y muerte de la planta y permanece por décadas en el
suelo, haciendo difícil su manejo.
“Primero observamos cómo interactúan las plantas sanas con
la radiación (se registra todo un espectro de ondas) y luego vemos cómo lo
hacen cuando están infectadas con el hongo, es decir, vemos qué ondas cambian
cuando hay infección”, señala el estudiante.
Por razones de seguridad, el investigador ha trabajado con
la raza 1 del hongo, obteniendo una precisión en la detección de la enfermedad
cercana al 90 %.
“Hemos logrado detectar el hongo entre una semana y 11 días
después de que inicia la infección, es decir de 7 a 10 días antes de que
aparezcan los primeros síntomas (clorosis y marchitez), que suelen ser
evidentes de 18 a 21 días de haberse dado el contacto con el patógeno, esto es
importante para contener la enfermedad, antes de que sea tarde para los
productores de esta fruta”.
Herramienta esencial
En la actualidad, la tarea principal es encontrar las
longitudes de onda específicas que dan cuenta de una enfermedad,
estandarizarlas en laboratorio y luego en campo, para posteriormente diseñar un
dispositivo manual que, al acercarlo a alguna planta, determine su estado.
“También tenemos en mente la posibilidad de utilizar a
futuro drones con sensores para monitorear cultivos enteros, así el productor
podría tomar decisiones de tratamiento o erradicación para evitar la
diseminación de la enfermedad y grandes pérdidas”.
Los investigadores también estudian la bacteria Ralstonia
solanacearum, que afecta a la papa y al banano dejándolas marchitas o
atrofiadas solo una semana después del ataque del microorganismo. “Es un reto
mayor, el método de detección debe ser mucho más rápido”.
Para desarrollar su trabajo, el estudiante contó con la guía de las profesoras Verónica Botero Fernández, decana de la Facultad de Minas, y Lilliana María Hoyos Carvajal, del Departamento de Ciencias Agronómicas de la UNAL Sede Medellín.
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