Si durante la elaboración de los empaques plásticos tradicionales se agregara una cucharadita de ácido láurico, obtenido a partir del aceite de coco, se protegería el tomate de árbol del ataque de hongos como Colletotrichum tamarilloi, alargando en dos semanas el tiempo de vida útil de la fruta. Así se conservan sus valores nutritivos –vitaminas y minerales–, y además se extiende su oferta en mercados y fruterías.
En Colombia el tomate de árbol es una fruta exótica que se
da en clima frío moderado y se cultiva especialmente en zonas de Antioquia,
Nariño, Cundinamarca, Caldas y Valle del Cauca. Su producción anual promedio
supera las 150.000 toneladas.
Aunque después de su cosecha la fruta puede durar en buen
estado entre 8 y 10 días, este tiempo se puede acortar ante la presencia de uno
de sus enemigos silenciosos, el hongo Colletotrichum tamarilloi,
que ataca especialmente los cultivos de regiones tropicales, afectando incluso
hasta el 50 % de estos.
Dicho microorganismo está asociado con la antracnosis, una
de las enfermedades más severas de las frutas que también ataca el aguacate, el
banano y el mango.
Para combatir el daño que produce, se ha identificado que el
ácido láurico, un ácido graso presente en aceites vegetales provenientes de almendra,
palma, y principalmente del coco, tiene propiedades que ayudan a detener el
crecimiento del hongo.
La ingeniera química Lissette Ariza Corredor, magíster en
Ingeniería - Materiales y Procesos de la Facultad de Ingeniería de la
Universidad Nacional de Colombia (UNAL), aprovechó las bondades del ácido y lo
implementó como un valor agregado en la producción de bolsas plásticas usadas
para almacenar frutas.
“Se utilizó el ácido láurico extraído del aceite de coco
porque en esta fruta se obtiene un porcentaje mayor al 45 %, es decir que
se necesita una concentración más baja para obtener un efecto antifúngico o
antihongos”, explica la investigadora.
Hongos al acecho
Para obtenerlo, se pasó por hidrólisis, un proceso en el que
se adiciona aceite de coco y agua en un reactor. Posteriormente este se lleva a
un horno precalentado a 220 °C durante 2 horas y así se extrae el mayor
componente del aceite: el ácido láurico.
Luego, mediante un proceso de extrusión se incorporó en una
máquina el polietileno, material base de los empaques, y se le añadió el ácido
láurico en un 5 % –cerca de una cucharadita–. Con ayuda de calor estos dos
componentes se funden y crean una película en forma de rollo muy similar al
Vinipel.
“Con dicha dosificación se inhibió en un 80 % la acción
del hongo, alargando la vida del tomate de árbol por dos semanas, tiempo en el
que esta fruta no presentó ningún signo de enfermedad”, señala la magíster.
Para este ensayo se tomaron tomates de árbol limpios y se
les inyectaron cepas del hongo obtenidas del Laboratorio de Fisiología Vegetal
del Departamento de Biología, con el fin de evaluar el desempeño del empaque
antihongos.
Además de la concentración de 5 % de ácido láurico,
también se probó con un 10 %, que mostró los mismos efectos, mientras que
con el 3 % se tuvo menor eficacia.
La investigadora indica que “con el 3 % se observó que
la cáscara se empezó a descomponer en la segunda semana, y con un 5 y 10 %
a la tercera semana. A mayor concentración, la durabilidad de la fruta tiene
más probabilidad de aumentar”.
Con el 10 % de concentración también dentro de las
muestras, se evidenció que este tiene la capacidad de contrarrestar en un
80 % la antracnosis, enfermedad causada por el Colletotrichum
gloeosporioides, que amenaza de manera constante la calidad de las frutas.
Estos empaques, que son el resultado del trabajo de
investigación liderado por los profesores César Sierra y Diego Alzate, de la
Facultad de Ciencias de la UNAL, se podrían implementar en la industria de
empaques de alimentos, y con ello frutas como el tomate de árbol se
conservarían en mejores condiciones en el mercado.
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