Ocho nuevas variedades élite de maracuyá, más dulces, resistentes y productivas que las tradicionales, fueron identificadas por investigadores de la Universidad Nacional de Colombia (UNAL). Estas plantas aumentarían la productividad nacional de 17 a más de 25 toneladas por hectárea y fomentarían su consumo gracias a sus propiedades nutracéuticas, que incluyen antioxidantes, potasio, magnesio y vitaminas A y C.
En Colombia se cultivan más de 12.000 hectáreas de maracuyá
en más de 20 departamentos, con una producción anual que supera las 210.000
toneladas, con Antioquia, Meta y Huila como líderes. Sin embargo, el cultivo
enfrenta desafíos importantes: bajos rendimientos, escasa tecnificación, uso de
semillas no certificadas y una alta incidencia de enfermedades como la
fusariosis, causada por hongos del género Fusarium, que generan
marchitamiento y pudrición en las plantas.
Para enfrentar este problema, el Grupo de Investigación en
Recursos Fitogenéticos (Girfin) de la Universidad Nacional de Colombia (UNAL)
Sede Palmira desarrolló un proceso de mejoramiento genético que permitió
identificar ocho accesiones élite de maracuyá. Estas variedades destacan por su
alto rendimiento, mayor porcentaje de pulpa, dulzura y resistencia a plagas y
enfermedades. Actualmente se están validando o evaluando en campo con
productores de Antioquia, Meta, Caldas, Valle del Cauca y Huila.
Selección genética desde el campo colombiano
Las variedades élite surgieron de un riguroso trabajo de
campo realizado en 52 cultivos de 27 departamentos. Inicialmente los
investigadores recolectaron muestras en fincas productoras y luego las
evaluaron agronómicamente analizando indicadores como rendimiento, contenido de
azúcar, porcentaje de pulpa y tolerancia a factores adversos. A través de
análisis estadísticos y varios ciclos de selección, identificaron las plantas
superiores que hoy permiten avanzar hacia la producción de semilla certificada.
Mientras en Colombia el maracuyá estándar alcanza en
promedio 17,2 toneladas por hectárea, las nuevas variedades élite superan las
25 toneladas desde el primer año de producción. Cada fruta contiene más del
50 % de pulpa, un contenido de azúcares con grados Brix superiores a 14,5
y una mayor tolerancia comprobada a las enfermedades más comunes del cultivo.
Además del trabajo en campo, las variedades se
caracterizaron genética y molecularmente en laboratorio, lo que permitió
verificar su estabilidad y sus ventajas frente al maracuyá convencional.
Paralelamente el equipo realizó injertaciones con especies silvestres del mismo
género, Passiflora, como la cholupa (Passiflora maliformis),
incorporando genes de resistencia a enfermedades.
“Hemos tenido muy buenos resultados con estos sistemas de
aprovechamiento de recursos genéticos que no posee el maracuyá pero sí otras
especies afines”, explica el profesor Jhon Albeiro Ocampo, líder del Girfin.
Advierte además que “el gran problema de este cultivo es la
ausencia de un sistema de semillas confiable: actualmente las plantas que se
siembran en el país no cuentan con respaldo genético ni sanitario, lo que
aumenta los riesgos para los agricultores y limita el desarrollo técnico del
maracuyá”.
Transferencia del conocimiento al agricultor
Como parte de este proceso, el Girfin también ha producido
publicaciones científicas y elaboró un manual técnico –disponible en el
repositorio institucional– con recomendaciones detalladas sobre densidad de
siembra, sistemas de riego, manejo nutricional y control de plagas. Estas
herramientas buscan facilitar la adopción del cultivo mejorado por parte de
productores y viveristas, fortaleciendo así el vínculo entre la investigación y
el campo.
Uno de los grandes desafíos es aumentar el consumo de
maracuyá en Colombia. Aunque es una fruta tropical reconocida, su valor
nutracéutico, es decir, su capacidad para contribuir a la salud, sigue siendo
poco aprovechado. Gracias a su contenido de antioxidantes, vitamina C, potasio
y fibra, el maracuyá fortalece el sistema inmunológico, mejora la digestión y
apoya la salud cardiovascular.
También contiene compuestos como flavonoides y alcaloides
naturales, asociados con efectos calmantes sobre el sistema nervioso, lo que le
confiere un valor funcional adicional. Incluirlo en la dieta no solo aporta
beneficios nutricionales, sino que además impulsa una cadena productiva con
alto potencial económico y social para el país.
Recientemente el profesor Ocampo presentó los resultados del
proyecto en el II Congreso Mundial de Pasifloras, realizado en Medellín con la
participación de expertos de más de 15 países. Esta visibilidad internacional
no solo valida el trabajo científico realizado por el Girfin, sino que también
posiciona a Colombia como referente regional en el mejoramiento genético de
frutas tropicales con alto valor económico y nutricional.