miércoles, 30 de julio de 2025

UN NEGOCIO VERDE DE EXPORTACIÓN, AVALADO POR LA CVC

 FLORES Y FOLLAJES SE PRODUCEN EN ZONA RURAL DE PALMIRA    

Palmitropicales es una empresa dedicada a la producción de flores y follajes tropicales que nació por la inquietud de una familia: después de realizar un viaje internacional y darse cuenta que muchas de las flores que veían eran importadas desde Colombia, sintieron interés por conocer y empezaron a investigar sobre el tema.

 Ubicado en zona rural de Palmira, este es uno de los 335 negocios verdes adscritos a la CVC que cuenta con una evaluación satisfactoria, lo que le ha permitido participar en importantes ferias regionales, procesos de capacitación y establecer alianzas con otras instituciones para el fortalecimiento de su actividad productiva.

 En el 2004, se conformó la empresa y en un principio sembraban todo tipo de flores. “No teníamos el conocimiento para saber cuáles eran las flores comerciales y cuáles las de colección, pero con el tiempo nos fuimos perfeccionando y seleccionamos los tipos de flores que tienen el potencial para el mercado nacional y las idóneas para ser exportadas”, manifestó Fabiola Montealegre, su gerente.

Este negocio pasó de los químicos para la fumigación de cultivos a trabajar en la reconversión, utilizando abonos orgánicos preparados con lo mismos desechos que el mismo cultivo genera, lo que les ha permitido el mejoramiento de los suelos, con un uso eficiente del agua y el riego. 

 Para Teresita Cárdenas, profesional de apoyo de la Ventanilla de negocios verdes de la CVC, Palmitropicales es un negocio verde muy importante para la CVC “porque es un aliado en la conservación de la biodiversidad. Es un sistema productivo que tiene prácticas amigables con el medio ambiente, como la mínima utilización de insumos químicos, aprovechamiento de los residuos para la producción de abono y, lo más importante, es un ecosistema vive en armonía con otras especies de flora y fauna, como las aves”.

En estos cultivos se producen una gran variedad de flores, como las gingers, y follajes que se exportan en un 50% a Canadá y USA, y el 50% restante se comercializa en la Costa Atlántica para decoradores de bodas y eventos; también para el mercado nacional, en Palmira y Santiago de Cali. 

 A diferencia de otros productores de flores, Palmitropicales no cultiva en espacios tecnificados ni controlados, con indicadores de temperatura, ya que estos cultivos están al aire libre y bajo sombrío de árboles nativos, con las arvenses nobles características de nuestra región, que le dan fertilidad al suelo.

Este tipo de iniciativas cuentan con espacios de visibilización, como La Gran Vitrina Verde de Colombia, que se realizará del 29 de septiembre al 4 de octubre de 2025 en la Plazoleta de San Francisco, en el marco de la Semana de la Biodiversidad. El evento tendrá muestra comercial, ponencias, cocina en vivo, conversatorios y expresiones culturales de todas las regiones del país.


 



martes, 29 de julio de 2025

Arándanos más frescos gracias a lámina biodegradable con mentol y limoneno

 Pequeños, jugosos y de un intenso color azul violáceo, los arándanos son frutos ricos en antioxidantes, vitamina C y que los hacen muy apreciados en el mercado nacional e internacional. Sin embargo, su fragilidad y corta vida útil dificultan su comercialización en fresco. Para enfrentar ese reto, se desarrolló una lámina a base de almidón de yuca, con adición de aceite esencial de mentol y limoneno que protegen los frutos, alargan su vida útil y reducen el uso de empaques plásticos.

En regiones como Boyacá, Cundinamarca, Antioquia y Nariño ya se cultivan variedades de arándanos adaptadas al clima andino, muchas de ellas traídas originalmente de Estados Unidos. Este fruto, que antes era importado, hoy tiene un potencial agroindustrial importante para el país. Sin embargo, a pesar de su alto valor nutricional y comercial, tiene una gran desventaja como muchas ‘berries’: es extremadamente sensible al deterioro por hongos, bacterias y cambios de temperatura. Su vida útil, incluso refrigerado, no suele superar los 15 días.

Para prolongar su frescura sin recurrir a aditivos sintéticos ni plásticos contaminantes, la investigadora Sofía Castellanos González, de la Maestría en Ciencia y Tecnología de Alimentos de la Universidad Nacional de Colombia (UNAL), diseñó y evaluó una lámina activa elaborada a base de almidón de yuca con mentol y limoneno, sustancias antimicrobianas incorporadas mediante saturación por adsorción, que mejoran su dispersión y estabilidad.

El almidón de yuca se eligió no solo por su disponibilidad sino también como apuesta por la economía circular, reduciendo además el uso de plásticos derivados del petróleo y aprovechando subproductos de la agroindustria. El desarrollo se llevó a cabo en el Laboratorio de Empaques y Vida Útil de Alimentos del Instituto de Ciencia y Tecnología de Alimentos (ICTA) de la UNAL, a partir de procesos de extrusión en caliente, que permitieron obtener una película delgada, flexible, y completamente biodegradable, es decir, capaz de descomponerse naturalmente sin dejar residuos contaminantes.

Para enriquecer la lámina con propiedades antimicrobianas se utilizaron mentol y limoneno, compuestos activos presentes en los aceites esenciales de la menta y los cítricos, conocidos por atacar la pared celular de hongos como Botrytis cinerea, principal causante del deterioro del arándano. Estas sustancias no se mezclaron directamente con el almidón, sino que se incorporaron por contacto, mediante un sistema de exposición en un recipiente hermético, que impregnó las láminas evitando la volatilización de los compuestos antes de empacar los frutos.

Cada lámina, de unos 0,7 mm de espesor, se recortó rectangularmente y se adhirió en la parte interna de los contenedores plásticos microperforados –similar a los empaques comerciales–, con capacidad para 90-100 g de frutos.

Resultados que abren nuevos mercados

Durante las pruebas de laboratorio, los frutos se almacenaron en refrigeración con distintos tratamientos: sin lámina, con lámina simple y con lámina cargada con mentol o limoneno, y se evaluaron cambios en peso, textura, color, firmeza, acidez, azúcares solubles y deterioro microbiano.

Los resultados fueron muy satisfactorios: los arándanos empacados con la lámina activa preservaron mejor su textura y color, perdieron menos peso y se preservaron por más tiempo frente a los frutos con empaques comerciales. Particularmente el tratamiento con mentol permitió conservar los frutos en buen estado hasta por 47 días en refrigeración, frente a los 24 días promedio en los empaques convencionales, lo que representa un aumento del 50 % en su vida útil.

En cuanto al análisis microbiológico, los frutos empacados sin lámina presentaron gran cantidad de hongos y levaduras, mientras que los empacados con la lámina activa solo mostraron presencia del hongo Cladosporium, sin rastros de B. cinerea.

Este resultado impacta no solo en la cadena de comercialización –permitiendo llegar a más mercados con pérdidas más bajas en poscosecha–, sino también en el uso responsable de materiales de empaque, al reducir la necesidad de plásticos de un solo uso.

La propuesta ya despertó el interés de una empresa local que realizó pruebas adicionales con fines de escalamiento industrial, gracias a que los procesos de extrusión son fácilmente replicables y los insumos utilizados —como el almidón de yuca y los compuestos activos— son asequibles y económicos.

Aunque esta primera etapa se centró en los arándanos, la investigadora Castellanos plantea que “la tecnología se podría adaptar a otros frutos, ajustando los compuestos antimicrobianos según los patógenos predominantes. La idea es que este desarrollo no solo beneficie a los productores, sino que además contribuya a una agroindustria más sostenible y competitiva para el país”.







viernes, 18 de julio de 2025

¡Secar café como nunca antes! Una innovación de la UNAL en Agroexpo 2025

 En Colombia más de 500.000 familias dependen del café, un producto infaltable en el hogar, la oficina y cada rincón del país. Sin embargo, su cosecha enfrenta un gran reto: el secado. Esta etapa coincide con la temporada de lluvias, y el grano contiene cerca del 70 % de humedad, lo que favorece la proliferación de bacterias y hongos. Con un enfoque bioclimático, que mejora la ventilación en los espacios de secado, este problema se reduciría, ya que el tiempo de secado se acorta hasta en 4 horas, sin afectar la calidad del grano.

En un país como Colombia, donde el café crece en laderas, valles y montañas con microclimas tan variados como únicos, pensar en la bioclimática no es solo una opción sostenible, sino una necesidad urgente, pues ahora el cultivo ya no se limita a alturas máximas de 2.000 msnm, sino que también se encuentra en zonas que superan los 2.100 metros.

El ingeniero Robinson Osorio Hernández, profesor de la Facultad de Ingeniería de la Universidad Nacional de Colombia (UNAL), ha trabajado durante años en este enfoque en regiones como Antioquia, Cundinamarca y Santander. Su experiencia demuestra la urgencia de repensar los espacios de secado del grano, pues en algunas casas funcionan silos (contenedores en donde se almacenan los granos de café), muchos de los cuales operan sin ventilación adecuada, concentran el calor, dañan el café y crean un ambiente sofocante, casi como un “sauna” para quienes laboran allí durante horas.

Desde su mirada, la bioclimática permite diseñar silos que aprovechan el clima a favor. Con una buena orientación, materiales térmicos y ventilación natural es posible mantener temperaturas estables y reducir la humedad sin recurrir a equipos costosos. Así se protege el grano, se ahorra energía y se mejora la calidad del café almacenado.

“El material del que está hecho el tanque es importante; por ejemplo si se usa acero, el secado puede tardar hasta 20 o 24 horas, cuando el grano debería estar seco entre 12 y 16 horas. Por eso es importante pensar en estructuras que permitan usar otros materiales o que funcionen mejor a altas temperaturas”, explica el profesor.

Agrega que en estos espacios las temperaturas pueden llegar hasta los 300 °C, generando condiciones muy difíciles para quienes manipulan el grano. “Con buena ventilación  el tiempo de secado se puede reducir hasta en 4 horas, mejorando la eficiencia energética y disminuyendo los costos de producción. Antes del conflicto armado las construcciones eran abiertas, pero con el tiempo se fueron cerrando por seguridad”, expresa.

Control de humedad y ventilación mejora la calidad del café

Un punto determinante para contemplar estas alternativas es la humedad, pues mientras el grano de café puede concentrar hasta un 70 % de humedad, granos como el maíz solo tienen un 35 %, por lo que para los caficultores del país es todo un reto tener las mejores cosechas posibles.
El profesor Osorio ya ha trabajado sobre estos factores con el Comité Departamental de Cafeteros de Antioquia.

“Necesitamos que los trabajadores del sector del café tengan un ambiente adecuado, pues si están sofocados y estresados rendirán menos, y eso también afecta la producción. Entonces la bioclimática también trata el ambiente de trabajo de las personas desde el punto de vista térmico, un enfoque en el que falta más investigación”, asegura el docente.

En Colombia uno de los principales problemas durante el almacenamiento del café es la proliferación de hongos como AspergillusPenicillium y Fusarium, que se pueden desarrollar cuando el grano se guarda con humedad o en ambientes mal ventilados.

Estos microorganismos no solo afectan el aspecto y el olor del café, sino que también pueden producir micotoxinas como la ocratoxina A, que representan riesgos para la salud y pueden hacer que el lote sea rechazado en mercados internacionales.

Además, si no se controlan bien las condiciones higiénicas, en la fermentación pueden intervenir algunas bacterias –como Bacillus y Pseudomonas– afectando negativamente el perfil sensorial del café y reduciendo su valor comercial.

Otro aspecto importante para resaltar es la marquesina, una estructura tipo invernadero utilizada para secar el café de forma natural, aprovechando el sol y la ventilación del entorno; según el experto, en algunas fincas cafeteras todavía se maneja un entorno cerrado en donde el grano concentra demasiada humedad, por lo que es necesario hacer un llamado a que se usen espacios abiertos para aprovechar la ventilación.










jueves, 17 de julio de 2025

¡Secar café como nunca antes! Una innovación de la UNAL en Agroexpo 2025

En Colombia más de 500.000 familias dependen del café, un producto infaltable en el hogar, la oficina y cada rincón del país. Sin embargo, su cosecha enfrenta un gran reto: el secado. Esta etapa coincide con la temporada de lluvias, y el grano contiene cerca del 70 % de humedad, lo que favorece la proliferación de bacterias y hongos. Con un enfoque bioclimático, que mejora la ventilación en los espacios de secado, este problema se reduciría, ya que el tiempo de secado se acorta hasta en 4 horas, sin afectar la calidad del grano.













martes, 15 de julio de 2025

UNAL en Agroexpo. Fibra de coco fortalece los suelos donde crece el arándano

 Morado, pequeño y delicioso, el arándano se ha convertido en una joya agrícola para el país. Aunque su cultivo es exigente y requiere suelos ácidos para prosperar, en municipios como Sotaquirá (Boyacá) la fibra de coco se ha vuelto una inesperada fórmula que está revolucionando la forma de sembrarlo, gracias a sus propiedades para mejorar la respiración de las raíces, retener humedad y facilitar el fertirriego.

El fertirriego es una técnica que combina riego y fertilización en un solo paso y se ha convertido en una de las claves para el cultivo eficiente del arándano. Así, los nutrientes se disuelven en el agua y llegan directamente a las raíces a través de tuberías, mangueras y goteros, lo cual permite nutrir cada planta con precisión y sin desperdicios.

El ingeniero agrícola Carlos González Murillo, profesor de la Facultad de Ciencias Agrarias de la Universidad Nacional de Colombia (UNAL) Sede Bogotá, experto en fertirriego sobre sustratos, ha trabajado por más de 10 años en esta área y compartió su experiencia durante una charla ofrecida en la XXV Agroexpo, en donde presentó avances y recomendaciones para aplicar esta técnica en cultivos como flores, y más recientemente en arándanos

Esta técnica funciona especialmente bien cuando se cultiva sobre sustratos artificiales como la fibra de coco, la cascarilla de arroz o la corteza de pino. Estos materiales permiten crear camas sobre el suelo, que protegen las raíces de enfermedades y ofrecen condiciones más controladas. En el caso del arándano, la fibra de coco es ideal porque tiene un pH ajustable —perfecto para esta planta, que prefiere suelos entre 4,5 y 5,5—, y además facilita la aireación y la retención de agua sin generar encharcamientos.

“Este tipo de producción sobre sustrato comenzó a expandirse en Colombia debido a la necesidad de enfrentar problemas como el hongo Fusarium oxysporum, que afecta cultivos en suelo tradicional, especialmente en flores como el clavel y la rosa. Dicho microorganismo ataca las raíces y bloquea el transporte de agua y nutrientes en la planta causando marchitamiento; aunque una de las plantas que más ataca es el plátano, aún no se usan sustratos en sus suelos”, explica el experto.

Comenta además que “empezamos a trabajar en esto cuando una de las principales empresas floricultoras del país llegó a la Universidad buscando soluciones, pues a los dos o tres años sus cultivos en suelo estaban perdiendo productividad”.

“Desde entonces el uso de sustratos ha demostrado ser una herramienta eficaz; hoy entre un 40 y 50 % de los cultivos de rosa y clavel se siembran en sustratos como fibra de coco o cascarilla de arroz, y esa misma tecnología se está empezando a aplicar con éxito en el arándano”, destaca.

Por ejemplo en Sotaquirá (Boyacá) ya hay unas 120 hectáreas de arándano sembradas en sustrato, y se espera que en los próximos años esa cifra llegue a las 300 hectáreas, gracias a los buenos resultados que ha demostrado esta técnica.

Fórmula para un cultivo más eficiente

El potencial del sustrato de fibra de coco es notable: puede durar entre 2 y 4 años sin perder sus propiedades físicas, permite una alta densidad de siembra, mejora la eficiencia del riego y reduce el uso de fertilizantes.

“Además el país tiene condiciones climáticas y geográficas ideales para producir esta fibra localmente, en particular en regiones como el Pacífico colombiano o el departamento del Cesar, lo que evitaría depender de importaciones desde países como India o Indonesia”, anota el ingeniero González.

Agregó que otros cultivos estratégicos, como el aguacate Hass o el cannabis medicinal, también se beneficiarían del uso de sustratos y fertirriego, aunque aún falta investigación adaptada a cada uno.

“Es fundamental que todos los productores comprendan que si tienen sustratos homogéneos pueden aplicar cantidades iguales de agua y nutrientes, lo que hace más eficiente todo el sistema. Ese es el corazón del fertirriego: la uniformidad y el control”, explica.

Según la agencia gubernamental Procolombia, el arándano es un cultivo que ha logrado cuadruplicar su producción desde el 2019; además en 2023 Colombia exportó más de 638 kilos de este alimento, generando más 3,3 millones de dólares.

Por eso, tener cada vez más una mejor producción de arándano es fundamental para los productores, lo cual ya se está implementando en lugares como Sotaquirá y Tenjo (Cundinamarca), con el conocimiento aportado por el profesor González y su equipo de trabajo, quienes ofrecen una técnica para potenciar de manera importante la capacidad de este cultivo para soportar suelos que no tienen la acidez que necesita, fortalecer las raíces y la respiración de la planta, y por ende sus frutos.













jueves, 10 de julio de 2025

La seducción de la mosquita plaga del tomate salvaría los cultivos

 Una trampa basada en el deseo. Investigadores de la Universidad Nacional de Colombia (UNAL) Sede Palmira descubrieron que la negrita o caracha (Prodiplosis longifila Gagné), una plaga temida en los cultivos de tomate, no se guía por la vista sino por el olfato: los machos localizan a las hembras gracias a una feromona sexual. Este hallazgo permitiría diseñar trampas sintéticas para atraer y atrapar a los insectos sin usar plaguicidas, lo que abre la puerta a nuevas estrategias de control biológico más efectivas y sostenibles.

Esta mosquita de cuerpo alargado, ágil y de coloraciones discretas, causa graves pérdidas económicas en Colombia, ya que en estado larval se alimenta de los brotes foliares, las flores y los frutos del tomate, y si no se detecta a tiempo puede reducir la producción hasta en un 60 %.

Tradicionalmente los agricultores han intentado controlarla mediante aspersiones indiscriminadas de insecticidas que muchas veces resultan ineficaces y además afectan la salud humana, contaminan los suelos y eliminan insectos benéficos.

Frente a esta problemática, el Grupo de Investigación en Interacciones Tritróficas de la UNAL Sede Palmira –liderado por la profesora María del Rosario Manzano– diseñó un experimento en cultivos de tomate en Riofrío (Valle del Cauca), así: en distintas franjas horarias confinaron hembras de la plaga en frascos recubiertos con vaselina que funcionaron como trampas, de modo que los machos que acudían a cortejarlas quedaban atrapados. El mismo comportamiento se observó en laboratorio.

El equipo –conformado por el magíster Nelson Erazo y estudiantes del semillero– evaluó el comportamiento reproductivo de 233 hembras y estableció que el pico de actividad sexual ocurre entre 7:30 y 8:00 p. m. La protagonista del hallazgo es una feromona que guía a los machos en completa oscuridad, lo que demuestra que el estímulo químico, y no el visual, es el mecanismo principal de atracción.

En colaboración con científicos de la Escuela de Química de la Universidad Industrial de Santander (UIS) se está caracterizando químicamente esta feromona con el fin de replicarla de manera sintética y desarrollar nuevas estrategias de monitoreo y control de la plaga sin necesidad de plaguicidas.

Insectos que cuidan el campo

Además de su trabajo con la mosquita del tomate, el grupo ha desarrollado investigaciones con insectos benéficos que permiten controlar plagas de manera natural. En cultivos de ají y fríjol de municipios como Toro, Rozo, Yotoco y Regaderos (Valle del Cauca) han demostrado que las mariquitas se alimentan de pulgones y que las avispas parasitoides controlan la mosca blanca.

Estas especies encuentran refugio y alimento en plantas silvestres que crecen alrededor de los cultivos, como el maíz, la marihuana macho o la higuerilla, de la que se extrae el aceite de ricino. 

Allí, por ejemplo, las avispas parasitoides consumen los azúcares de la higuerilla, lo que mejora su longevidad y eficacia como controladoras de plagas.

Otro estudio en curso analiza el comportamiento de la avispa microscópica Trichogramma exiguum, que parasita los huevos de Diatraea, una plaga que afecta los cultivos de caña de azúcar perforando sus tallos. Esta investigación, liderada por la estudiante Danny Maritza Rodríguez con apoyo del Centro de Investigación de la Caña de Azúcar (Cenicaña), busca entender cómo influye esta avispa en la dinámica poblacional de la plaga.

 

Reconocimiento a una vida dedicada a los insectos benéficos

Por su trabajo en defensa del control biológico y la conservación de los insectos benéficos, este año la profesora Manzano recibió el Premio Héctor Delgado Zambrano 2025 “A la vida y obra de un investigador en entomología”, otorgado por la Sociedad Colombiana de Entomología (Socolen).

“El control biológico no es solo liberar insectos que se compran; también es proteger a los que ya están, crear condiciones para que prosperen y limitar el uso de plaguicidas”, afirma la profesora, quien ha dedicado más de dos décadas a investigar cómo los insectos pueden ser aliados para una agricultura sostenible.







jueves, 26 de junio de 2025

Mercados activos impulsan buenas perspectivas para el kiwi chileno: "Hay que seguir trabajando, mantener una buena calidad y un producto constante"

 Con la temporada de cosecha ya finalizada, es el momento adecuado para realizar un análisis preliminar de la temporada. Es por ello que Portalfruticola.com conversó con el presidente del Comité del kiwi, Carlos Cruzat, quien indicó que “el volumen va a estar entre un -6 y un -9% del total  de la fruta respecto del año anterior, producto que tuvimos algunos efectos de heladas y PSA del año pasado”. 

Pese a la baja en la proyección inicial, Cruzat especificó que el mercado internacional ha estado bastante bien, pese a que en los inicios se vio un tanto complejo. Esto, debido a la incertidumbre de Estados Unidos, "pero se ha ido despejando”.

Explicó que dicha incertidumbre generó que al comienzo de la temporada hubiese menos despachos, “pero ahora está activo y bien. Se ve un mercado que está funcionando bien”. 

Añadió que los precios en Estados Unidos han ido repuntando y se está moviendo bien la fruta. 

Respecto a India, señaló que ha partido muy rápido, tomando muchísimo volumen de fruta, en parte porque partieron muy vacíos de kiwi. 

En cuanto a Latinoamérica, detalló que “ha sido un excelente mercado; ha sido fluido desde el comienzo, con buenos precios y despachos constantes”. 

El presidente del Comité del kiwi, especificó que Brasil está recibiendo fruta del mercado europeo, por lo tanto, recibe fruta de Italia, Grecia y México. 

Explicó que “eso hace que el volumen de transacción de kiwi durante todo el año aumente y permite ir creciendo la categoría dentro del país”. 

Cruzat dijo que “en Brasil hemos pasado casi de 6.000 toneladas hace 8 años a 18.000 toneladas el año pasado. Es un tremendo mercado”.

Proyección del kiwi chileno

Consultado por los pasos que se vienen, indicó que “lo que se espera para el término de la temporada, nunca se sabe bien, pero lo que viene ahora son las frutas de guarda, que están con muy buena condición”. 

Explicó que lo que ocurre normalmente, es que en algunas cámaras de frío, la fruta se coloca un poco más blandas “y hay que sacarlas antes, pero las pudriciones que es el mayor tema, no es una dificultad este año. Por lo tanto, esperamos terminar los embarques a mediados de septiembre”. 

"Hay que seguir trabajando, mantener una buena calidad y un producto constante que madure bien en el supermercado”.


Con una mirada a los próximos años, el líder del Comité expresó que “vamos a retirar las zonas que denominamos tempranas y por lo tanto nos vamos a quedar con un solo parámetro para todas las  zonas productivas, salvo puntuales zonas que puedan ser de excepción por condiciones, que por ahora se enfrentan a climas difíciles y que son regiones que eventualmente en el futuro no deberían ser las opciones de plantación”. 

Explicó que esto permite uniformar el parámetro para todas las zonas, “porque hoy día las zonas tempranas tampoco se justifican, ya que hay mucha fruta del hemisferio norte”. 

En ese sentido, dijo que “se ha ido achicando esa ventana y los productores de frutas tempranas casi cosechan con los mismos estándares que la zona de plena estación”. 

Señaló que dichos productores esperan tener una mejor fruta, porque saben que requieren más brixs, con más materia seca, por lo tanto, "naturalmente han ido desapareciendo esas zonas más tempranas”. 

Además, comentó que actualmente existe mucha fruta amarilla en el mundo, principalmente de Zespri, “y eso exige que el kiwi verde tiene que ser aún mejor en sabor para poder competir”. 
















miércoles, 25 de junio de 2025

Aliado invisible mejora hasta un 33 % el crecimiento de importante árbol maderero de Colombia

 Rhizophagus irregularis, un hongo que existe hace más de 400 millones de años, sería crucial para mejorar el crecimiento de la melina (Gmelina arborea), uno de los principales árboles madereros del país. Una investigación evidenció que el uso del hongo, junto con ciertas bacterias del suelo, aumenta entre un 15 y 33 % el crecimiento de esta especie, reduciendo a la mitad el uso de fertilizantes químicos.

Desde hace décadas la melina –un árbol originario de la India y el sudeste asiático– se ha establecido en Colombia como una importante fuente de madera. En 2023 se reportaron 17.684 hectáreas sembradas, especialmente en el Caribe y el Eje Cafetero, en donde se adapta bien a temperaturas entre 24 y 28 °C.

Su madera es ampliamente usada en construcción, muebles, instrumentos y vigas laminadas. Puede alcanzar hasta 30 m de altura y un diámetro de 80 cm, pero en sus primeros meses enfrenta una limitación crítica: sus raíces, poco desarrolladas, no logran absorber suficiente fósforo del suelo. Esta deficiencia suele compensarse con fertilizantes químicos, cuyo uso excesivo puede generar impactos ambientales.

En busca de alternativas sostenibles, la bióloga Karen Julieth Higuera Trujillo, magíster en Biología de la Universidad Nacional de Colombia (UNAL), introdujo en el suelo a un diminuto organismo que actúa como un verdadero “ingeniero” subterráneo: el hongo R. irregularis, cuyas esporas (células reproductivas que le permiten propagarse) miden entre 40 y 140 micrómetros, un tamaño comparable al grosor de un cabello humano.

El grupo de investigación en Biotecnología de Hongos Formadores de Micorrizas Arbusculares de la UNAL ha cultivado en laboratorio este microorganismo, de donde se extrajeron las esporas utilizadas en el experimento.

El hongo actúa como una red de tuberías microscópicas que transporta fósforo desde el suelo hasta las raíces de la melina, incluso cuando el nutriente se encuentra en formas poco disponibles. Por eso se le conoce como un “movilizador”, ya que facilita la absorción del fósforo y mejora la nutrición de la planta.

La investigadora comprobó que este microorganismo es un aliado eficaz: permitió que las plántulas de melina crecieran hasta un 33 % más que en condiciones convencionales, utilizando solo el 50 % del fertilizante químico habitual. Esta reducción en el uso de insumos sintéticos también disminuye el riesgo de afectaciones ambientales asociadas con sus residuos.

¡El hallazgo tiene madera!

El protagonista del hallazgo no fue solo R. irregularis, sino también un conjunto de microorganismos que favorecen la disponibilidad de fósforo para las plantas. Se trata de  organismos “solubilizadores”, capaces de transformar este nutriente en formas más asequibles para las raíces, ampliando así la oferta disponible en el suelo.

Entre ellos se incluyen bacterias como Pseudomonas orientalis, utilizada en el control biológico de plagas; Paenibacillus taichungensis, aplicada en la biorremediación de suelos contaminados con metales pesados; y hongos como Penicillium chrysogenum, conocido por ser fuente de penicilina, y P. citrinum, precursor de compuestos empleados para reducir el colesterol.

“El objetivo del estudio fue analizar cómo interactúan estas especies entre sí y con la planta; queríamos demostrar que el crecimiento de la melina y la salud del suelo no dependen solo del uso de químicos, sino de las relaciones simbióticas que se pueden potenciar”, explica la magíster Higuera.

En su experimento trabajó con cerca de 300 plántulas de melina en las primeras etapas de desarrollo (120 días), tiempo en el que las sembró en los viveros de la Universidad del Tolima, y utilizó muestras de suelo traídas del centro Universitario Regional del Norte (CURN) Granja Armero, en donde se produce esta especie, y que tenían las condiciones ideales para replicar el crecimiento.

La investigadora aplicó 18 tratamientos distintos y observó variaciones notables en el desarrollo de las plántulas. En varios de ellos, el uso combinado de microorganismos y solo el 50 % del fertilizante químico permitió no solo un mayor crecimiento, sino también un aumento significativo en la biomasa seca, lo que indica plantas más robustas y con mayor potencial productivo.

Por otro lado, y de manera sorpresiva, algunos tratamientos disminuyeron la longitud de las raíces, pero sin perder la concentración del carbono. La experta explica que “esto se debe a que, al tener bacterias y hongos encargados de trabajar y movilizar el fósforo, la melina se puede concentrar en adquirir otros nutrientes como nitrógeno o potasio, igualmente necesarios para su crecimiento”.

“Aunque a veces se piensa que cuanto más crecen las raíces es mejor, esto no siempre es cierto, pues una gran longitud también muestra que la planta tiene déficit de nutrientes y debe hacer todo lo posible por buscarlo”, amplía la magíster Higuera.

Añade que “las combinaciones también aumentaron el peso o biomasa seca de las plantas, lo cual se reflejaría en árboles más grandes y resistentes a futuro, y se presentó una mayor diversidad de bacterias y hongos en el suelo, pues los tratamientos permitieron el crecimiento de todo tipo de microorganismos beneficiosos”.

En otra investigación de la UNAL de 2015, el doctor Omar Melo Cruz, de la Facultad de Ciencias Agrarias de la UNAL Sede Medellín, modeló la cantidad de dióxido de carbono que la melina es capaz de atrapar del aire en el Cauca y Magdalena, y descubrió que en 10 años el árbol puede capturar entre 220 y 320 toneladas de dióxido de carbono (CO2), lo cual también lo convierte en una esperanza para cuidar el medioambiente de la contaminación atmosférica.

Según el Boletín Forestal de la Federación Nacional de Industriales de la Madera, en 2022 Colombia produjo cerca de 3,1 millones de metros cúbicos de madera, 2,5 millones proveniente de plantaciones forestales comerciales y 0,6 millones de bosque natural.

Estas cifras convierten la melina en un árbol a proteger y convierten la investigación de la experta Higuera en un insumo indispensable para que no se ignore la vida en el suelo, pues es allí en donde se tejen las primeras briznas biológicas de la naturaleza del planeta. El trabajo se realizó con el apoyo de la Universidad del Tolima, en el marco de un proyecto del Ministerio de Ciencia, Tecnología e Innovación.

 







miércoles, 18 de junio de 2025

Método colombiano reduce a menos de 5 días el secado del café

 En Colombia producir café casi siempre implica la misma rutina: despulpar el grano, lavarlo con abundante agua limpia y luego secarlo al sol. Así se ha hecho por generaciones. Pero un joven ingeniero de la Universidad Nacional de Colombia (UNAL) demostró que es posible hacerlo de otra forma: sin agua, sin despulpar y en mucho menos tiempo. En su investigación, logró secar el grano completo —como fruta entera—, conservar su calidad sensorial y reducir el tiempo de secado de hasta 20 días a menos de 5.

El método se conoce como café natural. Aunque poco utilizado en Colombia, es común en países como Brasil, Etiopía o Indonesia. La diferencia fundamental está en que, en vez de quitar la cáscara del fruto y lavar el grano antes del secado, se deja secar la cereza entera, tal como se recoge de la planta. A simple vista puede parecer un paso atrás en el proceso, pero detrás de esta decisión hay razones técnicas, ambientales y económicas poderosas.

Por un lado, el proceso convencional colombiano suele consumir enormes cantidades de agua. Según Nicolás García Rodríguez, magíster en Ingeniería - Ingeniería de Biosistemas de la UNAL, por cada kilo de café pergamino seco se pueden gastar hasta 40 litros de agua, que, una vez usada, arrastra residuos del mucílago, la pulpa y los azúcares del fruto, generando las llamadas aguas mieles, que muchas veces terminan en ríos o suelos sin tratamiento. Aunque invisible para muchos, pues no hay cifras claras y concretas, el impacto ambiental de esta práctica es profundo y persistente.

Por otro lado, el café natural bien procesado puede ofrecer algo que el lavado no siempre logra: sabores más intensos, afrutados y complejos, que abren la puerta a nuevos nichos de mercado y a precios más altos por taza. Sin embargo, secarlo correctamente no es sencillo, pues al mantener la cáscara, el grano tarda más en perder humedad y es más propenso a dañarse por hongos o insectos. Además, en muchas regiones colombianas la época de cosecha coincide con la temporada de lluvias, lo que hace casi imposible secarlo al sol sin correr grandes riesgos.

Frente a ese panorama, el investigador García decidió intervenir desde la ingeniería, con una propuesta clara: controlar el secado con precisión, reducir su duración y asegurar la calidad del grano.

Un secador controlado reemplaza al sol

El estudio se desarrolló en el Laboratorio de Poscosecha de la Facultad de Ingeniería, donde el magíster utilizó un secador de convección forzada, máquina que impulsa aire caliente de forma controlada a lo largo de las capas de grano, una tecnología que reemplaza al sol, pero con mayor uniformidad, velocidad y seguridad.


Durante varios meses, el investigador recolectó café de las variedades Caturra y Colombia en fincas de Ibagué (Tolima) y Anolaima (Cundinamarca), respectivamente. Luego sometió los frutos a  distintos tratamientos de secado, combinando dos temperaturas: 45 y 55 °C, y dos niveles de flujo de aire: 35 y 46 pies cúbicos por minuto (ft³/min). Su objetivo era encontrar la combinación ideal para reducir la humedad del grano sin alterar sus cualidades sensoriales.

En cada lote se midieron variables como la actividad de agua (fundamental para mantener la actividad microbiana y fúngica controlada luego del secado), el pH (relacionado con la acidez), los grados Brix (indicador del dulzor), el color del grano, y por supuesto el sabor final, evaluado por catadores expertos.

“El café secado a temperaturas más bajas y menor flujo de aire conservó mejor sus propiedades. Obtuvo puntajes altos en la prueba de taza y presentó perfiles sensoriales afrutados, con buena acidez y dulzura”, explica el investigador.

Además, el secado, que normalmente toma entre 15 y 20 días al sol, se redujo a menos de 100 horas, es decir menos de 5 días.

Pero el trabajo no se quedó en el Laboratorio, sino que el magíster García también aplicó herramientas matemáticas para simular el proceso de secado en computador. Utilizando ecuaciones ajustadas a sus datos reales, encontró modelos predictivos capaces de anticipar cómo se comportará el grano bajo distintas condiciones. Esto permitirá en el futuro que cualquier productor pueda prever los resultados antes de iniciar el secado, evitando pérdidas y optimizando recursos.

Las implicaciones de esta propuesta son múltiples. Por un lado, promueve una caficultura que usa menos agua y contamina menos; abre la puerta a nuevos productos con identidad propia, capaces de competir en el exigente mercado de cafés especiales; y ofrece a pequeños y medianos caficultores una alternativa para diversificar su producción, modernizar sus procesos y aumentar sus ingresos sin renunciar a su tradición.

La investigación, dirigida por el profesor Robinson Osorio Hernández, de la Facultad de Ingeniería de la UNAL, demuestra que el futuro del café colombiano no depende solo del sol ni del saber heredado, sino también de la ciencia, la tecnología y la capacidad de innovar sin perder las raíces. Secar el café entero sin lavarlo no solo es posible: puede ser una oportunidad para las fincas, los jóvenes rurales, el medioambiente y un país que aún tiene mucho por aprender del saber campesino.






martes, 17 de junio de 2025

El poder oculto en la cáscara del mangostino cuida las bacterias buenas del organismo

 El mangostino —un fruto que crece en climas cálidos como el de Mariquita (Tolima)— pasa casi desapercibido en Colombia. Lo curioso de esta fruta de cáscara morada y pulpa blanca es que lo que más pesa de ella no se come: el 70 % es cáscara, y casi siempre se desecha. Justo allí, en lo que tiramos sin pensar, una investigación encontró una posible aliada para nuestra salud intestinal. Según los hallazgos del estudio, esta parte olvidada de la fruta cuidaría las bacterias “buenas” del organismo de manera similar a los productos comerciales como la inulina

Aunque no es originario de Colombia, el mangostino, fruta tropical de los bosques húmedos del sudeste asiático, se adaptó con éxito en América, especialmente en climas cálidos y húmedos como los del Tolima. En municipios como Mariquita algunas familias campesinas lo cultivan con esmero y lo venden en fresco. Esta fruta es apreciada por tener una pulpa de sabor suave, pero pocos prestan atención a lo que queda tras comerla: una cáscara gruesa y amarga que suele terminar en la basura.

Y sin embargo justo allí estaría la clave para cuidar algo fundamental de nuestro cuerpo: la microbiota intestinal. Paula Daniela Sánchez Vega, magíster en Biotecnología de la Universidad Nacional de Colombia (UNAL) Sede Medellín, se hizo una pregunta sencilla pero poderosa: ¿y si esa cáscara no fuera solo desecho y sirviera como alimento para las bacterias buenas que habitan en nuestro intestino?

Esas bacterias “buenas”, conocidas como probióticos, ayudan a hacer la digestión, protegen contra infecciones y fortalecen nuestras defensas. Pero, como todo ser vivo, necesitan alimentarse, y es ahí donde entran los prebióticos, que son fibras o compuestos que no digerimos nosotros, pero sí nuestras bacterias buenas; es algo así como ponerles el plato en la mesa.

La hipótesis de la investigadora es que la cáscara del mangostino actuaría como un prebiótico natural, y no solo eso, sino que sería incluso más efectiva que productos ya conocidos como la inulina, una fibra vegetal utilizada para este fin en muchas partes del mundo. El problema es que, en grandes cantidades, la inulina puede causar molestias como hinchazón o malestar estomacal.

Recordemos que la microbiota es el conjunto de microorganismos –como bacterias, hongos y otros microbios– que viven naturalmente en nuestro cuerpo, sobre todo en el intestino. Aunque suene raro, tener “bichitos” adentro es algo bueno, ya que nos ayudan a digerir los alimentos, a defendernos de enfermedades y a mantener el equilibrio en nuestro organismo. Cuidar esa microbiota es como cuidar un jardín interior: si las bacterias buenas están sanas y bien alimentadas, nuestro cuerpo también lo estará.


Para comprobar el efecto de la cáscara del mangostino, la investigadora recogió 10 kg frescos en una finca de Mariquita y los llevó a Medellín. Allí empezó un proceso muy cuidadoso: lavó las frutas, les quitó la pulpa, cortó las cáscaras en pedacitos y las deshidrató. Luego las molió hasta obtener una harina fina, como si fuera café molido.

Con esa harina preparó varios “caldos” o medios de cultivo, que son líquidos especiales donde se pueden sembrar bacterias para ver si crecen, haciendo cuatro tipos distintos: uno con glucosa (azúcar simple, como la que usamos en casa), otro con inulina (el prebiótico comercial), uno con hemicelulosa (una fibra extraída de la misma cáscara), y otro con la harina de cáscara completa.

A cada uno le agregó diferentes bacterias: tres probióticos conocidos por sus beneficios para el intestino: Lactiplantibacillus plantarumLacticaseibacillus paracasei y Bifidobacterium animalis, y una bacteria dañina llamada Escherichia coli, que puede causar diarrea e infecciones. La idea era sencilla: ver cuál medio ayudaba a crecer a las bacterias buenas sin favorecer a las malas.

El resultado fue sorprendente. Según la investigadora, el medio con solo cáscara de mangostino estimuló notablemente el crecimiento de las bacterias buenas, especialmente de L. plantarum, pero no permitió que se desarrollara E. coli. Es decir que la cáscara actuó de forma “inteligente”, promoviendo a las bacterias aliadas y frenando a las perjudiciales.

Para comprobar este efecto, los investigadores midieron cuántas bacterias crecían antes y después de 48 horas de cultivo. Así compararon si el crecimiento era mayor con la cáscara, con inulina o con glucosa. Además calcularon un “puntaje de actividad prebiótica”, que es una fórmula que muestra qué tan bien crecen las bacterias buenas en comparación con las malas(E. coli). Cuanto más alto sea ese puntaje, mejor será el efecto de ese alimento sobre la microbiota intestinal.

Así mismo, al fermentar estas fibras las bacterias producen ácidos como el ácido láctico, el acético y el propiónico, que ayudan a mantener sano el intestino, fortalecen las defensas y combaten la inflamación. Son como productos naturales de limpieza interna, producidos por nuestra propia microbiota cuando le damos lo que necesitan.

Pero eso no es todo, la investigadora fue más allá de simplemente observar. Usó herramientas estadísticas para encontrar la fórmula ideal, es decir cuánta cáscara usar, cuánto tiempo incubar y a qué temperatura. Determinó que con 6,41 gramos por litro de cáscara, a 39,9 °C durante 82 horas, el crecimiento de L. plantarum era óptimo. Esto es crucial si algún día se quiere llevar esta idea a una escala mayor, como producir suplementos o alimentos funcionales.

También intentó extraer un componente específico de la cáscara: la hemicelulosa, una fibra muy prometedora. Aunque la cantidad que logró recuperar fue baja, el medio preparado con ella también ayudó a crecer a otra bacteria buena: B. lactis, lo que sugiere que hay más de un camino para aprovechar la cáscara, y que vale la pena seguir investigando.








lunes, 2 de junio de 2025

Nuevas semillas de maracuyá elevarían la producción nacional hasta 25 toneladas por hectárea

 Ocho nuevas variedades élite de maracuyá, más dulces, resistentes y productivas que las tradicionales, fueron identificadas por investigadores de la Universidad Nacional de Colombia (UNAL). Estas plantas aumentarían la productividad nacional de 17 a más de 25 toneladas por hectárea y fomentarían su consumo gracias a sus propiedades nutracéuticas, que incluyen antioxidantes, potasio, magnesio y vitaminas A y C.

En Colombia se cultivan más de 12.000 hectáreas de maracuyá en más de 20 departamentos, con una producción anual que supera las 210.000 toneladas, con Antioquia, Meta y Huila como líderes. Sin embargo, el cultivo enfrenta desafíos importantes: bajos rendimientos, escasa tecnificación, uso de semillas no certificadas y una alta incidencia de enfermedades como la fusariosis, causada por hongos del género Fusarium, que generan marchitamiento y pudrición en las plantas.

Para enfrentar este problema, el Grupo de Investigación en Recursos Fitogenéticos (Girfin) de la Universidad Nacional de Colombia (UNAL) Sede Palmira desarrolló un proceso de mejoramiento genético que permitió identificar ocho accesiones élite de maracuyá. Estas variedades destacan por su alto rendimiento, mayor porcentaje de pulpa, dulzura y resistencia a plagas y enfermedades. Actualmente se están validando o evaluando en campo con productores de Antioquia, Meta, Caldas, Valle del Cauca y Huila.

Selección genética desde el campo colombiano

Las variedades élite surgieron de un riguroso trabajo de campo realizado en 52 cultivos de 27 departamentos. Inicialmente los investigadores recolectaron muestras en fincas productoras y luego las evaluaron agronómicamente analizando indicadores como rendimiento, contenido de azúcar, porcentaje de pulpa y tolerancia a factores adversos. A través de análisis estadísticos y varios ciclos de selección, identificaron las plantas superiores que hoy permiten avanzar hacia la producción de semilla certificada.

Mientras en Colombia el maracuyá estándar alcanza en promedio 17,2 toneladas por hectárea, las nuevas variedades élite superan las 25 toneladas desde el primer año de producción. Cada fruta contiene más del 50 % de pulpa, un contenido de azúcares con grados Brix superiores a 14,5 y una mayor tolerancia comprobada a las enfermedades más comunes del cultivo.

Además del trabajo en campo, las variedades se caracterizaron genética y molecularmente en laboratorio, lo que permitió verificar su estabilidad y sus ventajas frente al maracuyá convencional. Paralelamente el equipo realizó injertaciones con especies silvestres del mismo género, Passiflora, como la cholupa (Passiflora maliformis), incorporando genes de resistencia a enfermedades.

“Hemos tenido muy buenos resultados con estos sistemas de aprovechamiento de recursos genéticos que no posee el maracuyá pero sí otras especies afines”, explica el profesor Jhon Albeiro Ocampo, líder del Girfin.

Advierte además que “el gran problema de este cultivo es la ausencia de un sistema de semillas confiable: actualmente las plantas que se siembran en el país no cuentan con respaldo genético ni sanitario, lo que aumenta los riesgos para los agricultores y limita el desarrollo técnico del maracuyá”.

Transferencia del conocimiento al agricultor

Como parte de este proceso, el Girfin también ha producido publicaciones científicas y elaboró un manual técnico –disponible en el repositorio institucional– con recomendaciones detalladas sobre densidad de siembra, sistemas de riego, manejo nutricional y control de plagas. Estas herramientas buscan facilitar la adopción del cultivo mejorado por parte de productores y viveristas, fortaleciendo así el vínculo entre la investigación y el campo.

Uno de los grandes desafíos es aumentar el consumo de maracuyá en Colombia. Aunque es una fruta tropical reconocida, su valor nutracéutico, es decir, su capacidad para contribuir a la salud, sigue siendo poco aprovechado. Gracias a su contenido de antioxidantes, vitamina C, potasio y fibra, el maracuyá fortalece el sistema inmunológico, mejora la digestión y apoya la salud cardiovascular.

También contiene compuestos como flavonoides y alcaloides naturales, asociados con efectos calmantes sobre el sistema nervioso, lo que le confiere un valor funcional adicional. Incluirlo en la dieta no solo aporta beneficios nutricionales, sino que además impulsa una cadena productiva con alto potencial económico y social para el país.

Recientemente el profesor Ocampo presentó los resultados del proyecto en el II Congreso Mundial de Pasifloras, realizado en Medellín con la participación de expertos de más de 15 países. Esta visibilidad internacional no solo valida el trabajo científico realizado por el Girfin, sino que también posiciona a Colombia como referente regional en el mejoramiento genético de frutas tropicales con alto valor económico y nutricional.