jueves, 27 de febrero de 2025

Sistema detecta hasta 5 virus de papa al mismo tiempo

 Con una producción anual superior a los 2,5 millones de toneladas, en Colombia la papa es uno de los pilares del agro, genera 350.000 empleos y aporta el 3,3 % del PIB agropecuario. En Boyacá, donde se cultiva el 27 % del tubérculo, la papa es tan emblemática que ser “buena papa” es sinónimo de honestidad. Sin embargo su cultivo no está exento del ataque de microorganismos tan letales como los potyvirus y el carlavirus, que dejan pérdidas millonarias. Para superar estas dificultades, un grupo de investigadores implementó dos sistemas que en apenas 3 horas y a bajo costo detectan hasta 5 virus.

Para probar el desarrollo de su técnica, que actúa como un “escáner” de rayos X, el microbiólogo Neider Alfonso Jiménez Miranda, magíster en Microbiología de la Universidad Nacional de Colombia (UNAL), trabajó con 2 variedades comerciales de papa: diacol papiro y yema de huevo, y con 8 variedades nativas, entre ellas alcarrosa y balbanera, de los municipios boyacenses de Ventaquemada y Chiscas.

El método aplicado por el magíster Jiménez combina técnicas utilizadas por separado en otras investigaciones para detectar varios virus a la vez, lo cual es importante ya que las pruebas actuales solo detectan uno, y además son de difícil acceso para los pequeños papicultores.

Por ejemplo, la metodología propuesta les permitiría a entidades como el Instituto Colombiano Agropecuario (ICA) y la Corporación Colombiana de Investigación Agropecuaria (Agrosavia) ofrecer un servicio más preciso y focalizador.

La propuesta combina la técnica de RT-PCR Múltiplex –que amplifica el material genético de diferentes virus en una sola reacción– con la qPCR, una herramienta que no solo confirma la presencia del virus en tiempo real, sino que además mide cuántas copias hay en la muestra, como si contáramos cuántos virus hay en cada planta.

El secreto estuvo en identificar cebadores específicos, los cuales funcionan como pequeñas llaves que solo encajan en el material genético de cada virus, es decir que si en la muestra hay un virus, los cebadores lo encuentran y lo amplifican, permitiendo detectarlo.

Para asegurarse de que cada llave encajara perfectamente, el magíster Jiménez utilizó programas de análisis bioinformático que optimizaron su diseño garantizando que la prueba fuera precisa y no diera falsos positivos.

En una sola prueba

Para el estudio se analizaron en laboratorio 100 plantas adultas (de 2 meses), cultivadas en frascos con agar, sustancia que provee los nutrientes necesarios y les permite crecer in vitro, para tomar muestras de tejido y analizar los virus; además se implementaron dos sistemas de detección múltiple, lo que permitió identificar 5 virus y un viroide en alrededor de 3 horas, lo que reduce tiempo y recursos en comparación con hacerlo por separado.

Algunos de los virus detectados fueron el PVY (potyvirus), transmitido por pulgones, que produce muerte en las hojas y deformación de los tubérculos; el PVS (carlavirus), cuyo vector también son los pulgones o el contacto entre plantas contaminadas, generalmente sin síntomas, lo cual dificulta su reconocimiento; y el virus de la vena amarilla de la papa, que se transmite por la mosca blanca y pone amarillentas las venas de las hojas. Cuando estas enfermedades aparecen o se juntan, las pérdidas pueden ir del 10 al 80 %, dependiendo del momento en que se actúe.

Por último, para comprobar los resultados, los científicos usaron electroforesis en gel de agarosa, una técnica que permite “ver” el material genético de los virus en una especie gelatina, en la que, al aplicar una corriente eléctrica, se pueden observar los cambios propios de cada virus en un transiluminador de luz ultravioleta, máquina que muestra una “huella digital” o banda de cada uno de estos patógenos.

Así, en vez de analizar cada virus por separado con la técnica PCR convencional –famosa durante la pandemia por Covid-19– este método permite detectar la presencia del virus y facilita la amplificación de ciertas zonas del genoma de la planta para ver los genes que se activan ante el contagio.

Este avance no solo permite detectar los virus en cultivos más rápidamente y de manera asequible, sino que además sienta las bases para crear kits de diagnóstico, para que en el futuro las entidades encargadas de realizar pruebas en campo no tengan necesidad de invertir en costosos laboratorios; además, los papicultores podrían tener semillas completamente certificadas como libres de virus, garantizando una mejor producción.

El trabajo del magíster Jiménez fue dirigido por los profesores Fabio Aristizábal, de la UNAL, y Zaida Ojeda, de la Universidad Pedagógica y Tecnológica de Colombia.






miércoles, 26 de febrero de 2025

Panela y mieles de la caña de azúcar ahora en presentación instantánea

 Este proceso de pulverización, único en el mercado, no solo preserva las vitaminas A, B, C, D y E, y los minerales esenciales como hierro y calcio, sino que además mantiene intacto el inconfundible sabor acaramelado de la panela y las mieles de la caña. Hasta ahora se ha integrado en productos como barras de cereal y helados, y gracias a sus poderosos antioxidantes también se ha probado en cremas corporales.

En Colombia 564 municipios producen panela, actividad que genera alrededor de 270.000 empleos directos que benefician a más de 350.000 familias, según el Ministerio de Agricultura y Desarrollo Rural, de ahí la importancia de este producto para el país.

Sin embargo en los últimos años su consumo ha mostrado una tendencia a la baja que, según la Federación Nacional de Productores de Panela (Fedepanela), obedece especialmente a la falta de practicidad del producto y a los nuevos hábitos de consumo de las generaciones más jóvenes.

Los profesores Álvaro Orjuela Londoño y Paulo César Narváez, de la Facultad de Ingeniería de la Universidad Nacional de Colombia (UNAL), y Coralia Osorio, de la Facultad de Ciencias, forman parte de los grupos de investigación en Procesos Químicos y Bioquímicos, y de Aditivos Naturales de Aroma y Color (Ganac), en los cuales han trabajado caracterizando las mieles de caña a través de sus propiedades fisicoquímicas –como densidad, viscosidad, contenido de sólidos y capacidad de disolución– para determinar las mejores condiciones de procesamiento.

“El proceso para obtener mieles de caña comienza en los trapiches, en donde el jugo de la caña de azúcar se extrae mediante un proceso de molienda. Este líquido, compuesto principalmente por agua y azúcares naturales, pasa por una serie de evaporadores que reducen su contenido de agua a través del calor. A medida que el líquido se concentra se van generando diferentes subproductos según el grado de evaporación”, explica el profesor.

Las mieles de caña son un líquido espeso resultante de este proceso, antes de llegar al punto de solidificación que forma la panela; contienen al menos un 50 % de azúcares, junto con minerales y antioxidantes, moléculas que, usadas en cosméticos, pueden evitar el deterioro prematuro de las células de la piel. Por su alta concentración de azúcar, las mieles se pueden almacenar por períodos prolongados sin riesgo de que se fermenten o deterioren.

Les echan matemáticas a las mieles

Tras medir todas las propiedades fisicoquímicas de la panela y de las mieles, además del calor y la energía de vaporización, los expertos de la UNAL construyeron un modelo matemático capaz de predecir cómo se comportarían las mieles al ser procesadas. Para diseñar un proceso eficiente, estudiaron dicho comportamiento en distintas condiciones de temperatura y humedad.


El siguiente paso consistió en experimentar con diferentes técnicas para transformar dichos insumos en un polvo fino, sin que perdieran sus propiedades. Los investigadores emplearon equipos de secado por atomización, un método utilizado en la industria alimentaria para convertir soluciones líquidas en polvo. Sin embargo, el alto contenido de azúcar generaba un problema: en vez de polvo se formaban hilos pegajosos, similares a los del algodón de azúcar.

Para resolver esto recurrieron a un “truco” químico, que consistió en aplicar un recubrimiento especial sobre las gotas de miel, atomizándoles  aditivos naturales derivados de proteínas y sales. “El recubrimiento, que representa menos del 2 % del peso total del producto, permitió que las gotas mantuvieran su estructura y se transformaran en partículas de polvo seco, evitando la formación de grumos”, detalla el profesor Orjuela.

Estas características proporcionan una textura similar a la de la harina, lo que facilita su disolución en agua, tanto fría como caliente. Esto permitiría que el polvo derivado de la caña de azúcar se pueda incorporar fácilmente en alimentos como la bienestarina, en bebidas instantáneas y en una amplia variedad de otros productos como harinas de panadería, cosméticos o alimentos en polvo. Cabe destacar que hasta ahora en el mercado solo se brinda la panela granulada.

“Estamos explorando su uso en bebidas instantáneas, cereales y barras energéticas, en las que se podría reemplazar el azúcar refinado por la panela en polvo, lo que permitiría lograr un perfil nutricional más equilibrado y un menor impacto glucémico”, concluye el docente.

Por último, es importante mencionar que en pruebas de laboratorio también se desarrollaron cremas hidratantes y lodos de spa con extractos de miel de caña, aprovechando sus propiedades regenerativas para el cuidado de la piel. Además se están investigando parches con base de panela para recuperar la piel con quemaduras y cicatrices.







lunes, 24 de febrero de 2025

Inteligencia artificial (IA) sería una aliada en la reproducción de ñame silvestre

 Aunque hasta ahora la reproducción de una especie silvestre de ñame que crece en Antioquia, Bolívar y Chocó era todo un misterio, un estudio apoyado en la IA reveló que, a diferencia de otros parientes que florecen entre abril y junio, esta planta lo hace todo el año, lo que facilita la polinización y su reproducción; además, con dicha tecnología se identificó su sexo con un 90 % de precisión, un aporte fundamental, ya que las flores masculinas y femeninas crecen en plantas separadas que deben coincidir para asegurar su reproducción.

Una de las principales dificultades para estudiar la reproducción del género Dioscorea (familia Dioscoreaceae), al que pertenece el ñame, es que sus flores son diminutas y similares entre sí, lo que hace difícil distinguir entre machos y hembras a simple vista. En los herbarios, donde las muestras están secas y prensadas, se pierden detalles clave para su identificación.

Además, “la mayoría de especímenes recolectados han sido de plantas macho, lo que deja un vacío importante en el conocimiento de su reproducción”, explica la bióloga Laura Jineth Pardo Castro, de la Universidad Nacional de Colombia (UNAL) Sede Bogotá, quien durante su pasantía de investigación en la Universidad Purdue (Estados Unidos) analizó las especies Dioscorea villosa, de Norteamérica, y Dioscorea polygonoides, de Colombia, para comprender sus patrones de floración y evaluar cómo se podrían ver afectadas por el cambio climático.

En Colombia el ñame es mucho más que un tubérculo, es un alimento esencial en la región Caribe, donde especies como D. alata y D. rotundata forman parte de la gastronomía tradicional como sustituto de la papa o la yuca en preparaciones como sopas –como por ejemplo el mote de queso–, purés y hasta dulces.

Así mismo, este género de plantas está presente en Norteamérica, donde especies como el ñame silvestre se usan en medicina tradicional para elaborar extractos con posibles propiedades antiinflamatorias y hormonales.

De otra parte, el mundo está experimentando cambios drásticos en el clima que afectan los ecosistemas y están alterando los ciclos reproductivos de las plantas.

En Colombia más de 30.000 familias dependen del cultivo del ñame, la mayoría pequeños productores. Si el clima altera la floración en especies silvestres, los cultivos también se podrían ver afectados, poniendo en riesgo la producción y la seguridad alimentaria. En este contexto, la IA se convierte en una aliada para la conservación y la seguridad alimentaria, ayudando a predecir y mitigar los efectos del cambio climático en cultivos esenciales como el ñame.

IA descifra la biología de las dioscóreas

El estudio de la bióloga Pardo reveló que en D. villosa –conocida en Estados Unidos como ñame silvestre– los machos florecen antes que las hembras y solo entre abril y julio, cuando las lluvias favorecen su crecimiento, y los polinizadores, como moscas y escarabajos, transportan el polen,  por lo que si el cambio climático altera estos patrones el desfase en la floración se podría agravar y dificultar su reproducción.

Por otro lado, D. polygonoides, también conocida como matagallina o gunda, florece durante todo el año, lo que facilita la polinización y su reproducción. Así, su capacidad para producir flores en cualquier momento la haría más resistente a cambios climáticos, ya que no depende de una estación específica para reproducirse.

“Entender dinámicas que antes no se habían descrito con tanto detalle permitirá en futuras investigaciones medir el papel de la variabilidad climática en la floración de estas especies; por ejemplo, podríamos investigar si el desfase en el florecimiento de machos y hembras en el ñame silvestre ha estado relacionado con el histórico aumento de la temperatura”, explica.

Para obtener estos resultados, la investigadora utilizó LeafMachine2, un software de IA diseñado para analizar imágenes de plantas. El trabajo fue dirigido por los profesores Daniel Park (Universidad Purdue) y Lauren Raz (Instituto de Ciencias Naturales de la UNAL).

El equipo analizó miles de imágenes de D. villosa y D. polygonoides provenientes de bases de datos científicas como el Herbario Nacional Colombiano, el Centro Mundial de Información sobre Biodiversidad (GBIF) y la plataforma colaborativa iNaturalist, en la que cualquier persona puede subir fotos de plantas.

El software LeafMachine2, basado en redes neuronales artificiales, identificó automáticamente el sexo de las flores con más del 90 % de precisión, determinando su tamaño, forma y fase de desarrollo. Lo que antes tomaba meses de análisis manual, ahora se resuelve en minutos, facilitando el estudio de plantas con flores difíciles de clasificar.

La investigación no solo aporta información clave sobre la reproducción de las dioscóreas silvestres, sino que además plantea interrogantes sobre el futuro de las especies cultivadas en Colombia. Aunque el estudio se centró en las dos especies ya mencionadas, los hallazgos ayudarían a comprender cómo el cambio climático afectará cultivos como el ñame diamante (D. trifida), el ñame morado (D. alata) y el ñame criollo (D. rotundata).







viernes, 21 de febrero de 2025

Residuos de café, materia prima para generar electricidad

 Exponiendo en laboratorio la cereza o baya de este grano a temperaturas entre 180 y 300 °C, investigadores de la Universidad Nacional de Colombia (UNAL) descubrieron que esta se puede transformar en valiosos productos para generar químicos plataforma, de alto valor agregado, que ayuden a obtener combustibles naturales, gas, y por si fuera poco ¡electricidad!

Aunque el grano es la materia prima más comercializada en Colombia después del petróleo, y solo aquí genera alrededor de 530.000 empleos directos, su agroindustria también es una de las que produce más residuos: alrededor de 10 millones de toneladas anuales en el mundo.

En 2021 la producción colombiana fue de 12,6 millones de sacos, de los cuales 784.000 toneladas correspondieron a biomasa residual (cereza) y solo 39.200 toneladas (5 %) se utilizaron en otras actividades, como por ejemplo para obtener biogás y utilizar el sustrato de cultivos en alimentación animal, combustión y compost; sin embargo, una parte importante de ellos se desecha en fuentes de agua alterando el ecosistema por su alto requerimiento de oxígeno para descomponerse.

Buscando nuevas formas de aprovechar dichos residuos, Sophia Lozano Pérez, magíster en Química de la UNAL Sede Bogotá, aplicó biorrefinería hidrotermal, un proceso limpio y que no utiliza químicos adicionales contaminantes, ya que en este solo se utiliza agua a diferentes temperaturas.

Con el agua caliente la materia prima se convierte en azúcares que se van rompiendo hasta transformarse en los materiales plataforma, o sea con valor agregado para la industria; entre ellos están: ácido levulínico (utilizado en la industria plástica, alimentaria y farmacéutica), ácido fórmico (industria textil, papelera, de medicamentos y cosmética), furfural (compuesto químico empleado tanto para fabricar resinas y plásticos como para obtener nuevos fármacos y herbicidas, y ser precursor para obtener biocombustible) e hidroximetilfurfural (HMF), utilizado como indicador de calidad de la miel.

Con el apoyo del Grupo de Aprovechamiento Energético de Recursos Naturales, liderado por el profesor Carlos Alberto Guerrero, del Departamento de Química, la magíster obtuvo por primera vez estos compuestos a temperaturas que oscilan entre 180 y 300 oC.

Lo interesante de este proceso son sus múltiples aplicaciones, que, ¡ojo!, en Colombia aún están demoradas, como por ejemplo la producción de electricidad, que se lograría utilizando una técnica de combustión directa, con un reactor mucho más potente que aproveche los gases producto de la reacción de los residuos del café para ir moviendo turbinas y generando energía eólica, y por ende electricidad.

¡Un tinto muy caliente!

La investigación se realizó en el municipio de Santandercito (Cundinamarca), ubicado a 30 km de Bogotá, muy cerca al famoso Salto del Tequendama y reconocido por sus cultivos de plátano, mandarina, tomate, y por supuesto café. En una finca se recogieron 5 kg de residuos de café arábica con un 80 % de humedad, es decir compuesto en su mayoría de agua.

“Después de determinar este porcentaje, lo primero fue secar la cereza de café por medio de algunas técnicas de laboratorio, para luego molerlo y pulverizarlo y aprovechar ese 20 % de material. Enseguida se pone en una especie de termo y nuevamente se agrega agua, solo que esta vez no hay riesgo de contaminación y la cantidad es controlada; este recipiente se pone en un reactor especial capaz de aumentar la temperatura y la presión a los niveles necesarios para el estudio. En este “termo” se ponen los residuos de café y agua para luego llevarlos al reactor y aumentar la temperatura”, explica el investigador.

El proceso se realizó una y otra vez con distintas proporciones para observar cuál era la más indicada, y se halló que lo ideal era hacerlo con 5 g de café y 95 g de agua (unos 95 ml). Y es aquí donde aparece la temperatura, pues al poner la mezcla en el reactor, el calor sube a unos 180 oC para obtener azúcares de la hemicelulosa, derivados de la celulosa y la lignina (aunque esta es una barrera para el proceso), que se pueden aprovechar como estructuras base para otros procesos químicos.

“El agua a altas temperaturas actúa como un ácido, algo que aún nos desconcierta, pero gracias a ello su estructura va rompiendo químicamente el café, y cuando aumentamos el calor a 220 oC los azúcares se convirtieron en ácido levulínico, ácido fórmico, furfural y HMF, con rendimientos que llegan al 40 %”, indica la magíster.

Estos compuestos se separan mediante una técnica llamada cromatografía de intercambio iónico, para aprovecharlos individualmente, excepto el furfural y el HMF, que aún presentan valores del 1 a 4 %, y que son materiales químicamente inestables.

Por otro lado, el rendimiento se podría mejorar hasta llegar a un 120 % (según la estructura lignocelulósica) usando catalizadores que ayuden al agua, como por ejemplo ácido sulfúrico o acético, aunque estos son materiales difíciles de separar y podrían terminar siendo una “piedra en el zapato”.







martes, 4 de febrero de 2025

¡No corte toda la caña!, recomendación para que los paneleros tengan mejores cosechas

En 17 fincas paneleras de los municipios de Quebradanegra, Nocaima y Nimaima (Cundinamarca), un estudio reveló que cortar solo los tallos maduros de la caña de azúcar durante la cosecha permite que esta crezca más fuerte y absorba más luz y nutrientes; así se mejoraría la sostenibilidad, rentabilidad y calidad de los cultivos de la región, preservando el posicionamiento de Colombia como uno de los países que más consume este alimento.

Según la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO), cada colombiano consume alrededor de 34 kg de panela al año, un dato que refleja la importancia de este producto con más de 500 años de historia, a tal punto que no falta en el mercado de miles de familias, quienes la emplean para endulzar el tinto, preparar agua de panela para el frío o para tratar los resfriados.

En Colombia la caña de azúcar –materia prima de la panela– se cultiva especialmente en el Valle del Cauca, Cauca y el Eje Cafetero, pero Cundinamarca, con Villeta como “capital de la panela”, tiene gran potencial. Sin embargo, la falta de un estándar de cosecha en el altiplano cundiboyacense hace que los resultados del trabajo de Paola González Gutiérrez, magíster en Ciencias Agrarias de la Universidad Nacional de Colombia (UNAL), sirva de guía para optimizar tanto la producción como las ganancias.

La investigadora evaluó las tres formas principales de cosechar caña de azúcar en el país: entresaque, parejo sin renovación, y parejo con renovación, para determinar cuál método favorecía un mejor rendimiento, es decir mayor crecimiento, mejor absorción de nutrientes y un jugo de mayor calidad, lo que se traduce en una panela más sabrosa y nutritiva.

¿Cómo funcionan los métodos? Imagine el cultivo de caña de azúcar, y sitúese en la posición del productor en su finca; luego de 1 año él está pensando en retirar la cosecha y utilizar la caña en los trapiches (molinos que trituran la planta y van exprimiendo el jugo) para obtener ganancias de comercios y empresas que quieran comprar panela y azúcar.

El cañicultor tiene tres opciones: (i) cortar los tallos de la planta que ya se ven maduros, es decir más largos y marrones, pues es un indicador de que habrá mejor jugo, y dejar los que aún no han crecido tanto, (ii) cortar todo al mismo tiempo dejando solo la base, que son pequeños brotes que aún no despegan del suelo, y (iii) arrancar todo para reemplazarlo por un nuevo cultivo.

Para el estudio, la investigadora González visitó 4 veces 17 fincas paneleras en los municipios de Quebradanegra, Nocaima y Nimaima (Cundinamarca), registradas en las bases de datos de la Corporación Colombiana de Investigación Agropecuaria (Agrosavia), para medir variables como la capacidad de la planta para hacer fotosíntesis –es decir cómo reciben las hojas nutrientes y agua–, la altura y el diámetro del tallo luego de la cosecha.

En cada finca seleccionó 2 parcelas de 25 m2 y tomó muestras del tallo y las hojas de la planta con instrumentos como un analizador portátil de gases –que permite ver cómo la planta hace fotosíntesis y crecen las hojas– y un medidor de clorofila, que indica la salud de la planta, o sea que esté absorbiendo todos los nutrientes disponibles.

Luego de analizar las muestras tomó 4 plantas de cada parcela y encontró que el método de entresaque resultó ser el mejor, y además produjo plantas más altas, de hasta 3,39 m de altura, lo que se traduciría en más jugo para producir panela.

Por otro lado, evidenció que el método en el que se dejaron pequeños brotes de la base de la planta generó las hojas más grandes, con un área foliar de hasta 553,61 cm2, lo que refleja buen estado de salud de la planta; además, el método de reemplazar todo el cultivo no mostró diferencias en cuanto a la capacidad para crecer o hacer fotosíntesis, lo que, aunque puede ser beneficioso para tener una caña de azúcar uniforme y con menos riesgo de plagas como la cochinilla, su costo e inversión es más elevado.

No todos los productores de panela en Cundinamarca pueden aplicar el método más eficiente (corte de tallos maduros), ya que requiere muchos jornaleros y recursos que no siempre están disponibles”, indica la magíster González.

Esto obedece a que para hacer el corte se debe revisar planta por planta buscando los tallos maduros para cortarlos con machete sin dañar los que aún no han crecido del todo. Es un trabajo arduo y demorado que además requiere una repetición constante durante el año. En lugares como el Valle del Cauca una cosecha de caña de azúcar puede tomar entre 10 y 12 meses, mientras en zonas frías como Cundinamarca toma de 14 a 18 meses.

“Es necesario que las políticas agrícolas del país garanticen tanto la mano de obra necesaria para este fin –generando una mayor conectividad entre productores y jornaleros– como la empleabilidad de jóvenes en este campo”, asegura la investigadora González, quien contó con la dirección de los profesores Helber Balaguera López, del Departamento de Ciencias Agrarias de la UNAL, y Bellanid Huertas Carranza, de Agrosavia.





 

lunes, 3 de febrero de 2025

Deshidratador solar evitaría pérdidas de plátano verde en Santander después de la cosecha

 

En Colombia se pierde hasta un 30 % de los residuos de alimentos luego de las cosechas, lo cual afecta lugares como la vereda Las Clavellinas, en Galán (Santander), que, por su difícil acceso, malas carreteras y falta de inversión estatal tienen dificultades para garantizar la frescura de productos como el plátano verde. Para ayudarles a reducir sus pérdidas económicas, se implementó un mecanismo solar que reduce la humedad evitando así la aparición de hongos y bacterias.

El Instituto Colombiano Agropecuario (ICA) estima que en Colombia se cultivan más de 400.000 hectáreas de plátano, de las cuales 280.600 se encuentran en la zona cafetera del país; y su volumen de producción es del orden de 1.8 millones de toneladas al año.

En ese sentido, la producción de plátano se convierte en una oportunidad para darle valor a la agricultura de zonas “olvidadas”, en la que el abandono estatal ha llevado a que estén incomunicadas de los centros urbanos, y que sea más difícil prosperar y que los campesinos tengan ganancias económicas.

Este es el caso del municipio de Galán (Santander), que cuenta con 3.031 habitantes, 1.000 en el área urbana y el resto en la ruralidad, donde el 81,7 % de la fuerza económica está sustentada por las actividades agrícolas y ganaderas. Tierras en las que destaca el cultivo de productos como el café, la yuca, el maíz y el plátano.

Además de las malas vías, la alta humedad del plátano verde (hasta un 80 %) dificulta su comercialización, pues reduce su vida útil antes de llegar a los mercados urbanos. Por esta razón, la investigadora Erika Tatiana Fajardo Ariza, magíster en Ciencia y Tecnología de Alimentos, de la Universidad Nacional de Colombia (UNAL), se interesó por poner a prueba un mecanismo llamada deshidratador solar, el cual se lleva usando desde hace cientos años para secar las frutas, verduras o incluso carnes, pero en el que se enfocó en medir la humedad del plátano cada 20 minutos -hasta llegar a una hora-, para reducir al máximo el contenido de agua en la fruta.

Esto es novedoso porque los deshidratadores en el país se usan principalmente para el café, excluyendo otros alimentos esenciales para la economía de regiones como Galán, donde los productores buscan impulsar el cultivo de plátano y otras frutas. Controlar la humedad es clave, ya que un alto contenido de agua favorece la proliferación de bacterias y hongos, acelerando la descomposición.

¿Cómo funciona? Imagine una casa con ventanas y techo de vidrio por las que entra el sol, en su interior hay bandejas con mallas donde se colocan los alimentos, como el plátano verde. El aire se calienta y los alimentos se van secando poco a poco, por lo que el porcentaje de agua dentro de la fruta comienza a reducirse, generando un ambiente más adecuado para que no haya riesgo de contaminación por algún microorganismo. 

Al plátano verde lo pueden afectar hongos como Colletotrichum musae, causante de la antracnosis, una de las principales enfermedades poscosecha del banano e influye significativamente en la calidad de la fruta mercadeable.

“Para los ensayos iniciales se trabajó con 20 kilos de plátano verde y banano bocadillo, los cuales primero se cortaban y pelaban en rodajas de entre 3 y 5 milímetros, para luego ser puestos en las láminas, y cada 20 minutos eran pesados para ver cómo iba disminuyendo el agua en su interior, hasta el punto en el que no cambiaba este valor, allí se evidenciaba que estaba listo”, indica la investigadora.

Valor agregado para las comunidades

Posterior al secado de los productos se molieron y procesaron en un horno para crear harina plátano, que sirve como un reemplazo para la harina de trigo, lo cual ayudaría a aprovechar los residuos de la cosecha, en un proceso denominado economía circular, que como su nombre lo dice sigue un proceso en el que se vuelve a utilizar aquello que ya se había utilizado, en este caso el plátano, que después de la cosecha se pierde entre un 25 % y 30 % si no se usa en otra aplicación.

“Se evaluaron distintas concentraciones de harina de plátano y trigo para elaborar galletas, y darle valor agregado a los residuos que quedan luego de las cosechas, y se evaluó el producto en un panel sensorial con 100 personas en la UNAL Sede Bogotá, encontrando la combinación perfecta para elaborar esta receta”, asegura la magíster de la UNAL.

Por último, señala que la investigación fue producto de un trabajo conjunto con la Asociación de Apicultores de la Serranía de los Yariguíes, la Alcaldía de Galán (Santander), y el Instituto de Ciencias y Tecnología de Alimentos (ICTA) de la UNAL, por lo que se destaca el proceso de cocreación llevado a cabo, en donde la comunidad de este municipio ahora tiene una máquina de deshidratación solar que podría durar fácilmente más de 10 años, y ayudaría a disminuir las pérdidas y los costos para los productores de plátano, una fruta autóctona de esta región.