viernes, 2 de mayo de 2025

Campesinos de Silvania conservan hasta 5 variedades de yacón, un tubérculo desconocido en el país

 En 5 fincas campesinas de Silvania (Cundinamarca) se cultivan y conservan variedades de yacón amarillo, blanco y morado, tubérculo parecido a la papa y el ñame que tiene propiedades para regular el azúcar en sangre y proteger la salud digestiva, pues ayuda a que las bacterias “buenas” sobrevivan. Una investigación reveló que este tesoro agrícola andino tiene hasta 5 variedades gracias a las buenas prácticas agroecológicas, el intercambio de semillas y el conocimiento campesino, pese a su casi total desconocimiento en las ciudades, un hallazgo novedoso para un cultivo del que casi no se ha investigado en el país.

Esto fue lo que encontró Sandra Juliana Díaz Wagner, magíster en Medio Ambiente y Desarrollo de la Universidad Nacional de Colombia (UNAL), quien se interesó desde el primer momento por esta planta, desconocida por las personas en las ciudades pero que en el corazón rural de Cundinamarca es el sustento económico y alimentario para los campesinos y habitantes de Silvania, un municipio ubicado a 44 km de Bogotá que cuenta con más de 20.000 habitantes.

Con el apoyo del Grupo de Investigación sobre el Cultivo de Ñame del Instituto de Biotecnología (IBUN) de la UNAL, la investigadora llegó al yacón (Smallanthus sonchifolius), una planta andina de raíces dulces y refrescantes, similares a la yuca o el ñame. Rica en fructooligosacáridos, actúa como prebiótico natural que protege las bacterias buenas del cuerpo, reduce el colesterol y regula la glucosa. En la industria alimentaria se usa como jarabe o endulzante.

Pero su potencial va más alla. Según otra línea de investigación liderada por la ingeniera biológica Deysi del Rocío Sánchez Cuasapud, profesora de la UNAL Sede Medellín, esta planta contiene inulina, un compuesto que puede transformarse en fructosa mediante una enzima llamada inulinasa. Esta sustancia no solo mejora la digestión y combate el estreñimiento, sino que ha mostrado capacidad para inhibir bacterias asociadas al cáncer de colon. Para el estudio, realizado en 2015, el equipo científico utilizó biotecnología para optimizar su producción, con miras a desarrollar jarabes funcionales que ayuden al control glucémico en personas con diabetes. Estas evidencias refuerzan la idea de que el yacón no solo es un recurso agrícola olvidado, sino también un aliado natural en la prevención de enfermedades crónicas.

Con ese panorama, y motivada por el valor nutricional y ecológico del cultivo, la magíster Diaz Wagner llegó a Silvania para escuchar a quienes cultivan el yacón. En 5 fincas campesinas —Rosal, Chuguaca, Caracasana, El Arca y El Retoño—, de no más de 3 hectáreas, este alimento se preserva gracias a las buenas prácticas agroecológicas y al vínculo con el ecosistema: árboles nativos (guayabo, níspero, mango, entre otros), arbustos y vegetación que protegen el suelo, regulan la humedad y atraen polinizadores e insectos benéficos como escarabajos y lombrices.

Un método para leer la biodiversidad del territorio

Aunque las 5 fincas tuvieron un desempeño formidable, El Retoño presentó los mejores resultados, destacándose en todos los criterios evaluados, especialmente en diversidad y extensión de conectores internos, prácticas de conservación y conciencia ambiental. Esto es importante porque en el país se sabe muy poco sobre este cultivo, por lo que hace falta más investigación para determinar cómo se relacionan estos hallazgos con el yacón producido en Cauca, Nariño, Huila, Tolima y Antioquia.

En dichos terrenos se preservaron hasta 5 morfotipos de yacón. Recordemos que cuando se habla de morfotipo se hace referencia a las diferencias en color, sabor y textura de cada planta, en especial de su tubérculo. “Aunque en Colombia entidades como Agrosavia ya han determinado algunas variedades de yacón en el país, en el trabajo de campo y el día a día rural es difícil saber y determinar cuáles son especies distintas, o en qué casos tienen diferencias genéticas” afirma la investigadora Díaz.

Añade que “en los cultivos de Silvania se resaltan los tipos de yacón amarillo, morado y blanco, los cuales se describen en la literatura como alimentos con un gran potencial para la salud humana, por lo que ya forman parte de la soberanía alimentaria del municipio, con un potencial enorme para ser un renglón fuerte de la economía del país, pero el desconocimiento aún no le ha permitido tener la relevancia que merece”.

La experta expresa que, “sobre las cifras oficiales de producción también hay un obstáculo grande para este cultivo, pues no hay un censo riguroso y confiable que establezca cuánto se produce en el país y cómo se distribuye por los departamentos, más allá de saber en dónde se concentra; en este caso Cundinamarca es uno de los principales”.

El estudio demuestra que la conservación de esta planta no es un accidente ecológico sino el resultado de una decisión consciente de la comunidad, que además de aportar al conocimiento académico ofrece una vía clara para diseñar políticas públicas de soberanía alimentaria y protección del patrimonio natural de Colombia. 

En un mundo donde la agricultura se enfrenta a desafíos crecientes –desde el cambio climático hasta la pérdida de suelos fértiles y la dependencia de semillas comerciales– el yacón emerge como un símbolo de lo que aún se puede rescatar: las raíces profundas, la diversidad viva, y una forma de cultivar que alimenta tanto el cuerpo como la historia.

Además, pone en el centro una idea crucial: la conservación de la biodiversidad agrícola no se puede desligar de la cultura campesina. Son los agricultores –hombres y mujeres–, con sus saberes y sus vínculos con la tierra, quienes han mantenido vivas especies como el yacón, incluso cuando el mercado y las políticas públicas las han dejado de lado.

La investigación contó con la dirección y el apoyo de los profesores Tomás Enrique León Sicard, del Instituto de Estudios Ambientales (IDEA), y Silvia Bustamante Rodríguez, del IBUN. Además, la magíster destaca el acompañamiento y trabajo conjunto con la investigadora Gloria Corredor, del IBUN.






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