En 5 fincas campesinas de Silvania (Cundinamarca) se cultivan y conservan variedades de yacón amarillo, blanco y morado, tubérculo parecido a la papa y el ñame que tiene propiedades para regular el azúcar en sangre y proteger la salud digestiva, pues ayuda a que las bacterias “buenas” sobrevivan. Una investigación reveló que este tesoro agrícola andino tiene hasta 5 variedades gracias a las buenas prácticas agroecológicas, el intercambio de semillas y el conocimiento campesino, pese a su casi total desconocimiento en las ciudades, un hallazgo novedoso para un cultivo del que casi no se ha investigado en el país.
Esto fue lo que encontró Sandra Juliana Díaz Wagner,
magíster en Medio Ambiente y Desarrollo de la Universidad Nacional de Colombia
(UNAL), quien se interesó desde el primer momento por esta planta, desconocida
por las personas en las ciudades pero que en el corazón rural de Cundinamarca
es el sustento económico y alimentario para los campesinos y habitantes de
Silvania, un municipio ubicado a 44 km de Bogotá que cuenta con más de
20.000 habitantes.
Con el apoyo del Grupo de Investigación sobre el Cultivo de
Ñame del Instituto de Biotecnología (IBUN) de la UNAL, la investigadora llegó
al yacón (Smallanthus sonchifolius), una planta andina de raíces dulces y
refrescantes, similares a la yuca o el ñame. Rica en fructooligosacáridos,
actúa como prebiótico natural que protege las bacterias buenas del cuerpo,
reduce el colesterol y regula la glucosa. En la industria alimentaria se usa
como jarabe o endulzante.
Pero su potencial va más alla. Según otra línea de
investigación liderada por la ingeniera biológica Deysi del Rocío Sánchez
Cuasapud, profesora de la UNAL Sede Medellín, esta planta contiene inulina, un
compuesto que puede transformarse en fructosa mediante una enzima llamada
inulinasa. Esta sustancia no solo mejora la digestión y combate el
estreñimiento, sino que ha mostrado capacidad para inhibir bacterias asociadas
al cáncer de colon. Para el estudio, realizado en 2015, el equipo científico
utilizó biotecnología para optimizar su producción, con miras a desarrollar
jarabes funcionales que ayuden al control glucémico en personas con diabetes.
Estas evidencias refuerzan la idea de que el yacón no solo es un recurso
agrícola olvidado, sino también un aliado natural en la prevención de
enfermedades crónicas.
Con ese panorama, y motivada por el valor nutricional y
ecológico del cultivo, la magíster Diaz Wagner llegó a Silvania para escuchar a
quienes cultivan el yacón. En 5 fincas campesinas —Rosal, Chuguaca, Caracasana,
El Arca y El Retoño—, de no más de 3 hectáreas, este alimento se preserva
gracias a las buenas prácticas agroecológicas y al vínculo con el ecosistema:
árboles nativos (guayabo, níspero, mango, entre otros), arbustos y vegetación
que protegen el suelo, regulan la humedad y atraen polinizadores e insectos
benéficos como escarabajos y lombrices.
Un método para leer la biodiversidad del territorio
Aunque las 5 fincas tuvieron un desempeño formidable, El
Retoño presentó los mejores resultados, destacándose en todos los criterios
evaluados, especialmente en diversidad y extensión de conectores internos,
prácticas de conservación y conciencia ambiental. Esto es importante porque en
el país se sabe muy poco sobre este cultivo, por lo que hace falta más
investigación para determinar cómo se relacionan estos hallazgos con el yacón
producido en Cauca, Nariño, Huila, Tolima y Antioquia.
En dichos terrenos se preservaron hasta 5 morfotipos de
yacón. Recordemos que cuando se habla de morfotipo se hace referencia a las
diferencias en color, sabor y textura de cada planta, en especial de su
tubérculo. “Aunque en Colombia entidades como Agrosavia ya han determinado
algunas variedades de yacón en el país, en el trabajo de campo y el día a día
rural es difícil saber y determinar cuáles son especies distintas, o en qué
casos tienen diferencias genéticas” afirma la investigadora Díaz.
Añade que “en los cultivos de Silvania se resaltan los tipos
de yacón amarillo, morado y blanco, los cuales se describen en la literatura
como alimentos con un gran potencial para la salud humana, por lo que ya forman
parte de la soberanía alimentaria del municipio, con un potencial enorme para
ser un renglón fuerte de la economía del país, pero el desconocimiento aún no
le ha permitido tener la relevancia que merece”.
La experta expresa que, “sobre las cifras oficiales de
producción también hay un obstáculo grande para este cultivo, pues no hay un
censo riguroso y confiable que establezca cuánto se produce en el país y cómo
se distribuye por los departamentos, más allá de saber en dónde se concentra;
en este caso Cundinamarca es uno de los principales”.
El estudio demuestra que la conservación de esta planta no
es un accidente ecológico sino el resultado de una decisión consciente de la
comunidad, que además de aportar al conocimiento académico ofrece una vía clara
para diseñar políticas públicas de soberanía alimentaria y protección del
patrimonio natural de Colombia.
En un mundo donde la agricultura se enfrenta a desafíos
crecientes –desde el cambio climático hasta la pérdida de suelos fértiles y la
dependencia de semillas comerciales– el yacón emerge como un símbolo de lo que
aún se puede rescatar: las raíces profundas, la diversidad viva, y una forma de
cultivar que alimenta tanto el cuerpo como la historia.
Además, pone en el centro una idea crucial: la conservación
de la biodiversidad agrícola no se puede desligar de la cultura campesina. Son
los agricultores –hombres y mujeres–, con sus saberes y sus vínculos con la
tierra, quienes han mantenido vivas especies como el yacón, incluso cuando el
mercado y las políticas públicas las han dejado de lado.
La investigación contó con la dirección y el apoyo de los
profesores Tomás Enrique León Sicard, del Instituto de Estudios Ambientales
(IDEA), y Silvia Bustamante Rodríguez, del IBUN. Además, la magíster destaca el
acompañamiento y trabajo conjunto con la investigadora Gloria Corredor, del
IBUN.
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