Plantas refugio para preservar avispas, sírfidos –moscas de las flores– y mariquitas –enemigos de los áfidos o pulgones– serían una alternativa sostenible para controlar estos insectos y disminuir las grandes pérdidas en la producción de ají.
Así lo evidenció ingeniera agroforestal Clara Inés Melo
Cerón, candidata a doctora en Agroecología de la Universidad Nacional de
Colombia (UNAL) Sede Palmira, en un estudio dirigido por la docente María R.
Manzano, del Departamento de Ciencias Agrícolas, para sentar las bases de un
programa de control biológico de conservación más sostenible.
Los pulgones son considerados como uno de los principales
enemigos de los cultivos de ají, ya que transmiten virus fitopatógenos
(infección o enfermedad) que afectan la producción de ají.
Pueden causar dos tipos de daños: uno, que succionan la
savia de los tejidos de la planta, especialmente de hojas, produciendo síntomas
en ella, y el otro, que transmiten el virus al resto del cultivo, disminuyendo
su desarrollo y calidad, por lo que puede causar pérdidas de hasta el
100 % de la producción.
Según la investigadora, los agricultores recurren al uso de
plaguicidas de síntesis química para cuidar los campos, por lo que el equipo
investigador indagó sobre el empleo de la conservación para contrarrestar esta
plaga en diferentes tipos de cultivos.
“El control biológico de conservación busca fortalecer lo
que se encuentra en el ecosistema, es decir, no se trata de liberar insectos
buenos o enemigos naturales, sino de caracterizarlos, estudiar de qué se
alimentan y las plantas donde se mantienen para tratar de fortalecer ese
sistema”, explica la ingeniera.
Estudio y combate
Para su estudio, el equipo investigador visitó cerca de 70
hectáreas de cultivo de ají tabasco, cayenne, habanero y jalapeño en las zonas
norte, centro y sur del Valle del Cauca, que forman la tercera parte del área
de producción del departamento. También entrevistaron a unos 30 agricultores
para determinar cómo los afectan estos insectos en sus fincas.
Durante 8 meses muestrearon a los áfidos hallados en las
zonas, a cuatro familias de enemigos naturales de estos (Coccinellidae o
mariquita, Chrysopidae o crisopa, Syrphidae o sírfido y
Braconidae o avispa) y sus plantas hospederas –cultivadas y no cultivadas como
arvenses– para determinar la estructura de redes tróficas que suprimen a los
áfidos.
Luego, con el índice de servicio de control biológico (SCB)
evaluaron cómo funciona la conservación en cultivos con paisajes complejos, en
los que su área de plantas no cultivadas tiene la mayor parte del uso de suelo,
y paisajes simples, en los que el cultivo está rodeado de otros monocultivos
como los de caña.
De ahí, la investigadora encontró que en el paisaje complejo
de algunas fincas hay mayor diversidad de enemigos naturales que llevan a una
menor abundancia de pulgones, a diferencia de los cultivos de paisaje simple.
“El paisaje complejo de un cultivo en Yotoco mostró varias
plantas no cultivadas que alimentan a los enemigos naturales y reflejó una
menor presencia de áfidos, mientras que en una finca de paisaje simple en Rozo
la población de estos insectos fue muy alta por estar rodeado de caña y zona
urbana, sin plantas no cultivadas”, explica.
En otra evaluación de paisaje complejo con plaguicidas
descubrieron que “el control biológico de conservación de los insectos enemigos
es efectivo en ambos, pero incrementa sin aspersión de plaguicidas”.
La ingeniera resalta que aunque este control se puede
aplicar en varios tipos de cultivo de ají, los enemigos naturales de un cultivo
no necesariamente están en los demás, por lo que se debe caracterizar el
agroecosistema y con ello desarrollar el programa de control.
Alternativa más sostenible y económica
La investigadora destacó que es indispensable conservar este
tipo de hábitats, pues “la cantidad de áfidos es mayor en los cultivos donde no
hay plantas ni enemigos naturales que en donde sí los hay”.
“Es un servicio que nos presta la naturaleza, nosotros no
tenemos que hacer inversión económica, es una cuestión de cuidado. Sin embargo
en el escenario mundial está muy poco valorado pese a que puede entregar una
producción más sostenible”, agregó.
También reitera que es necesario acompañar a los
agricultores en la apropiación de estos conocimientos, ya que de practicarse un
control biológico eficiente también podrían mejorar las condiciones social,
económica, técnico-productiva, ecológica y sociocultural de los productores de
ají.
El proyecto se elaboró con el grupo de investigación
Interacciones Tritróficas de la UNAL Sede Palmira y fue financiado por
Colciencias, el Centro de Investigación e Innovación en Bioinformática y
Fotónica (CiBioFi) y la UNAL.