lunes, 26 de febrero de 2024

Microorganismos combatirían hongos dañinos de aguacate y maracuyá

 En la búsqueda de controladores biológicos que contrarresten el dañino accionar de Colletotrichum sp. y Fusarium sp., hongos que atacan respectivamente los cultivos de aguacate y maracuyá en Arauca, se confirma que microorganismos benéficos, como las bacterias marinas, impiden su proliferación. El objetivo es desarrollar prototipos de sustancias antifúngicas que los productores puedan utilizar de manera segura sin afectar el medioambiente.

Además de ricas y nutritivas, la “fruta de la pasión” y el “oro verde”  representan un importante factor de desarrollo económico y social en Arauca y son una fuente de ingresos significativa para pequeños y medianos agricultores que diversifican la producción agrícola de la región, tradicionalmente dominada por la ganadería y los cultivos extensivos como el arroz y el maíz.

Sin embargo, Colletotrichum spFusarium sp., enemigos silenciosos de estos cultivos, representan una seria amenaza para el futuro de la producción. Mientras el primero provoca antracnosis, ataca hojas, tallos y raíces generando manchas y pudrición que debilitan la planta y afectan la calidad del fruto, el segundo genera la temida marchitez vascular, una especie de barrera que impide el flujo de agua y nutrientes hacia las hojas provocando su marchitamiento, y en casos severos la muerte de la planta.

Ante este escenario surge la ciencia como una aliada tanto para entender cuáles son y cómo actúan estos fitopatógenos como para buscar alternativas que permitan dar una solución eficaz y sostenible a la inquietante problemática. Un equipo multidisciplinar de investigadores de la Universidad Nacional de Colombia (UNAL) Sedes Orinoquia y Bogotá, en alianza con la empresa Aitia Biotech, se dio a la tarea de indagar cuáles son los principales hongos enemigos del maracuyá y el aguacate, protagonistas de la cadena productiva frutícola de la región.

“Los hongos Colletotrichum spFusarium sp. alcanzan un estadio máximo de esporulación, lo que significa que están en su punto álgido de maduración y pueden causar la muerte de la planta”, explica la profesora Carolina Chegwin Angarita, de la Facultad de Ciencias de la UNAL, una de las investigadoras de la alianza BioAguaMara, y precisa que “por eso es importante buscar estrategias de control, dado que ellos tienen una gran destreza para reproducirse”.

Observación exhaustiva

En la etapa inicial del estudio se realizó una caracterización exhaustiva de ambos frutos sanos y enfermos. Para ello se realizaron extracciones con diferentes solventes, seguidas de un perfilado químico, con el que se identificaron y compararon distintos componentes para saber cómo se afecta el perfil ante la presencia del microorganismo.

Otra parte del trabajo consistió en evaluar la actividad antioxidante del maracuyá y del aguacate. Se trata de compuestos sintetizados por las plantas en sus diferentes partes(frutos, hojas, ramas, raíces, etc.) que les confieren características naturales, preservándolos, y que al ingerirlos  protegen de manera amplia y eficaz la salud del consumidor, previniendo el desarrollo de enfermedades como cáncer y los procesos neurodegenerativos.

Los resultados mostraron que tienen gran potencial antioxidante, lo que los convierte en una fuente natural de gran valor para la salud y el desarrollo futuro de productos cosméticos, por ejemplo.

Una fase de la investigación consistió en realizar aislamientos de 20 hongos de aguacate y 9 de maracuyá. “Los microorganismos se pusieron en cajas de Petri en medio de cultivo PDS y se mantuvieron en oscuridad en una incubadora a 25 °C. Observamos que en entre 7 y 10 días ya habían invadido la caja”, relata la profesora. Así, se aislaron e identificaron mediante técnicas de microbiología molecular, idóneas para determinar aquellos presentes en los cultivos, lo cual incluyó la extracción de ADN y su secuenciación.

Estrategias para combatirlos

Además de encontrar los principales responsables de los daños en maracuyá y aguacate, los investigadores determinaron alternativas naturales que ayuden a controlar los hongos, para lo cual hoy se emplean diferentes fungicidas compuestos por productos químicos que, aunque son eficientes, son tóxicos y tienen implicaciones para la salud.

Una estrategia es el biocontrol, o control biológico, que se basa en el uso de microorganismos benéficos como las bacterias marinas, los hongos endófitos (viven dentro de los tejidos de las plantas sin causarles daño) y los hongos macromicetos (setas), enemigos naturales de los fitopatógenos, pues controlan su crecimiento y desarrollo sin afectar los cultivos.

En el estudio se mezclaron los buenos con los malos en una caja de Petri con medio de cultivo PDA, un escenario ideal de confrontación. “Observamos que en algunos casos el hongo fitopatógeno incluso crece sobre el otro microorganismo. En otras muestras vimos que cuando el microorganismo benéfico no se puede defender, produce compuestos diferentes durante el enfrentamiento”.

“Lo interesante de estos experimentos es que vemos cómo en el proceso los microorganismos benéficos crean una especie de barrera que permite que los dañinos sigan creciendo, lo que se conoce como “proceso de antibiosis” , señala la investigadora.

Por último, menciona que “aún trabajamos para identificar la bacteria que está desencadenando el efecto más interesante sobre Colletotrichum spFusarium sp. El resultado servirá para avanzar hacia una segunda fase de la investigación, en la que se materializarán prototipos de productos antifúngicos”.

“Esto implica ajustar las condiciones de cultivo para optimizar la producción de compuestos bioactivos y diseñar formulaciones adecuadas para aplicarlas en campo y en productos comerciales.

 





lunes, 19 de febrero de 2024

Extracto del roble andino colombiano tendría actividad bioherbicida

 El extracto de las hojas de esta especie autóctona mostró un potencial inhibitorio de la germinación de semillas de lechuga cercano al 80 %. Se trata de un primer paso para desarrollar una alternativa frente a los agroquímicos comunes, cuyos efectos son negativos para los ecosistemas y la salud.

El acelerado crecimiento de la población mundial –¡hoy somos más de 8.000 millones de personas!– ha obligado a implementar estrategias para fertilizar más los suelos, controlar plantas y animales no deseados en los cultivos, y aumentar la producción de alimentos.

“Desde la década 1970, con la entrada del glifosato, en la agricultura se han utilizado agroquímicos de síntesis (hechos en laboratorio). Sin embargo, como consecuencias de su uso se han reportado daños al medioambiente (pérdida de polinizadores, por ejemplo) y riesgos para la salud (enfermedades crónicas)”, señala Juan José Ortiz López, magíster en Ciencias - Química de la Universidad Nacional de Colombia (UNAL) Sede Medellín.

Teniendo en cuenta que la mayoría de los agroquímicos son derivados del petróleo, es necesario encontrar alternativas que permitan mantener un sistema agropecuario productivo y en crecimiento.

El investigador Ortiz exploró el potencial que tendría el roble andino colombiano (Quercus humboldtii), especie que solo crece aquí, de hasta 25 m de altura, corteza grisácea y hojas de hasta 20 cm de longitud.

“Este proyecto viene de tiempo atrás. Con otros miembros del grupo de investigación Química de los Productos Naturales y los Alimentos recopilamos 107 especies vegetales en 11 localidades. Yo me encargué de este tipo de roble y trabajé finalmente con individuos ubicados en Belmira (Antioquia)”, señala.

Para alcanzar las hojas de este árbol fue necesario realizar trabajos de altura. Estas son anchas y alargadas y tienen una capa cerosa gruesa que las protege de la humedad en zonas frías. “Se recolectaron unos 3 kg de ellas, las llevamos al Laboratorio de Productos Naturales, allí las secamos en un horno a 40 °C durante 36 horas. Después pasamos ese material seco por un molino hasta convertirlo en polvo”, relata.

El polvillo se mezcló con alcohol etílico al 99 % y se obtuvo una solución verde a causa de la clorofila. Luego, con un rotaevaporador, se retiró el solvente y se obtuvo un líquido oscuro y espeso, similar a un engrudo. “Este extracto crudo se utilizó en las pruebas de germinación, con el fin de ver si tenía o no un efecto alelopático, es decir influencia en el crecimiento de otras plantas”.


Para la evaluación, el magíster utilizó semillas de lechuga (Lactuca sativa), que son un agente de respuesta fiable, sensible a influencias externas y con un tiempo muy corto de germinación. 

“Probamos varias concentraciones del extracto diluido en agua –ya que en ese medio es altamente soluble–, lo agitamos muy bien, y en distintas cajitas de Petri se lo adicionamos a las semillas. Sabíamos que si algunas de estas germinaba pesaríamos a examinar otros aspectos, como la longitud de las raíces, para determinar si sobrevivirían o no”.

Así comprobó que el extracto de roble andino colombiano sí tiene un efecto alelopático y actividad fitotóxica. “El 80 % de inhibición en la germinación de las semillas a ciertas concentraciones nos demuestra que el extracto es bastante efectivo, y lo es más en la medida en que se aumenta la concentración”.

La alelopatía es un fenómeno biológico por el cual un organismo produce uno o más compuestos bioquímicos que influyen en el crecimiento, la supervivencia o reproducción de otros organismos. Estos compuestos son conocidos como “alelos químicos” y pueden conllevar efectos benéficos (alelopatía positiva) o perjudiciales (alelopatía negativa) a los organismos receptores.

Otro aporte de este trabajo fue la evaluación de las familias de compuestos químicos presentes en el extracto. Mediante cromatografía gaseosa acoplada a masas –método que mediante un equipo detecta ciertos compuestos–, se encontró la familia de los triterpenos y tres compuestos específicos por la técnica de RMN: el dodecano, el β-sitostetol y la friedelina.

“En la revisión de la literatura observamos que estos podían tener una incidencia en la fitotoxicidad, y encontramos que la friedelina ha sido la más estudiada”, concluye”.

 






jueves, 15 de febrero de 2024

Más que frailejones: así funcionan las plantas de un páramo

 En el Parque Nacional Natural Los Nevados se agruparon cerca de 80 especies de plantas en 5 comunidades, según su predominancia, y se evidenció por qué los frailejones permiten que más cantidad de agua llegue al suelo, o por qué los cojines almacenan el preciado líquido en su estructura. Esta información es crucial para diseñar planes de conservación y restauración frente a la crisis climática y desastres naturales como los incendios forestales.

Colombia alberga alrededor del 50 % de los páramos del mundo en las montañas andinas (cordilleras Occidental, Central y Oriental) y en la Sierra Nevada de Santa Marta. Sin embargo estos siguen siendo ecosistemas desconocidos, ya que la mayoría de los estudios sobre ellos se han hecho a gran escala –de cuenca o paisaje– y pocos sobre las especies.

“Se sabe poco sobre el número de comunidades de plantas que existen, bajo qué mecanismo se asocian y cuáles son sus funciones específicas dentro de la relación agua-suelo-vegetación a pequeña escala (procesos ecohidrológicos)”, menciona María Elena Gutiérrez Lagoueyte, doctora en Ecología de la Universidad Nacional de Colombia (UNAL) Sede Medellín e integrante del grupo de investigación Hidrología y Modelación de Ecosistemas, dirigido por el profesor Conrado De Jesús Tobón Marín.

Para hacer más detallado el conocimiento de estos lugares, durante más de 30 meses se trabajó en el Parque Nacional Natural Los Nevados, en Caldas, en donde se evidenció cómo se agrupan las plantas en comunidades, y cómo influyen sus doseles (las copas), tallos, raíces y suelos en el ciclo del agua.

“Los páramos, más que ‘fábricas’ de agua, son reguladores. Un río –su balance hidrológico– es resultado de ‘pequeños pasos’ que ocurren entre la atmósfera, las plantas de ecosistemas como los páramos y el suelo”.

Junto a 18 estudiantes y biólogos, ingenieros forestales y ambientales, la investigadora recorrió diversas áreas ubicadas en alturas entre 3.800 y 4.300 msnm. Allí delimitó por parcelas (58 en total, de 25 m2 cada una) las zonas del paisaje en las que, a simple vista y según estudios previos, dominaban ciertas plantas.

Luego registró cada una de las especies presentes y su cantidad, definiendo así 5 comunidades:

  • cojín: la forma de crecimiento más abundante, con una predominancia del 69 % de plantas en cojín Plantago rigida,
  • pajonal: con una predominancia del 80 % de pastos en macolla, en su mayoría de la especie Calamagrostis effusa,
  • pajonal con frailejones: con una predominancia del 44 % de pastos en macolla y un 30 % de frailejones o rosetas con tallo, de la especie Espeletia hartwegiana,
  • arbustal con pajonal: 47 % arbustos de especies como Diplostephium schultzii y Pentacalia vernicosa, y
  • mixtas: con abundancias similares de cojines, pajonales, rosetas con tallo y arbustos.

“Aunque aún no tenemos muy claro por qué se da una forma tan homogénea, una hipótesis es que lo que vemos ahora es producto de que durante muchos años esta fue una zona ganadera, y en la década de 1960 inició un proceso de recuperación natural cuando fue declarada como Parque Nacional. Quizá los sitios más alterados son los que tienen una vegetación más uniforme e incluso una menor riqueza o cantidad de especies”, señala la investigadora.

¿Cómo interactúa cada planta con el agua?

Para saberlo, durante 24 meses se monitorearon las estaciones de medición de clima, suelos y flujos hídricos. Así mismo, se registró cuánta lluvia cae en la zona, la humedad relativa del aire, la radiación solar y el viento. Acerca de las plantas, con herramientas especializadas (similares a unas pinzas) se midió cuánta agua se pierde a través de la superficie de las hojas (transpiración) y cuánta se pierde sobre el dosel (interceptación); y en el suelo, mediante sensores instalados a distintas profundidades (en la zona de raíces finas), se monitoreo su humedad.

Uniendo todas estas variables se concluyó que la comunidad de pajonal con frailejones es la que deja pasar mayor cantidad de agua hasta la superficie del suelo.

“Los frailejones son las plantas de páramo más altas, tienen un área de copa mediana y en su parte foliar tienen indumentos, unos ‘pelitos’ que hacen impermeables a las hojas: el agua de la atmósfera se deposita allí, y por la gravedad se va escurriendo hasta el suelo sin desperdiciar casi ninguna gota. Además, las hojas muertas quedan adheridas al tallo, lo que deja un ‘vestido’ impermeable adicional”, explica.

En el otro extremo están los cojines, las plantas que más agua almacenan en su parte aérea, pues por encima del suelo forman una estructura densa con sus hojas secas. “Aunque la cantidad de agua que ingresa directamente al suelo es más baja, este permanece con niveles altos de ella gracias al efecto aislante del cojín. Esta función de regulación de la humedad es muy importante, sobre todo para las épocas de menos lluvia”, agrega.

También observó que en todas las comunidades, a 5 cm de profundidad, la humedad del suelo es alta, disminuyendo a los 15 cm, más aun, a los 30 cm, y aumenta de nuevo a los 80 cm, un hallazgo que brinda luces adicionales sobre la dinámica del agua en el suelo, es decir, sobre el funcionamiento de estos ecosistemas como reservorios del vital líquido.


Esta información es crucial para elaborar correctamente políticas de manejo, conservación y restauración. Entender la función de cada elemento permite planear las acciones de recuperación de las coberturas de vegetación de páramo después de una intervención, como por ejemplo un incendio”, afirma.

“Además, estos hallazgos plantean una reflexión para las autoridades ambientales, pues muy cerca del Parque aún hay suelos con otros usos productivos como la ganadería, lo que también afectaría sus funciones a pequeña y gran escala”, concluye.









jueves, 8 de febrero de 2024

Pulpa de cacao tiene potencial como endulzante natural

 Los resultados del estudio aplicado a 115 consumidores frecuentes de chocolate prometen darle un valor agregado e impulsar el sector cacaotero en Arauca, a partir del aprovechamiento de la pulpa de cacao, subproducto hasta ahora desperdiciado por la industria nacional, pero que se proyecta como una alternativa deliciosa y sostenible frente a los azúcares añadidos convencionales.

Más allá de ser subestimada en la producción de chocolate, la pulpa de cacao tiene compuestos aromáticos y sabores frutales, además de nutrientes beneficiosos como vitaminas, minerales y antioxidantes. Por ese potencial fue la protagonista de la investigación realizada por Idania Lizeth Quintero Herreño, magíster en Ingeniería Agroindustrial de la Universidad Nacional de Colombia (UNAL) Sede Palmira.

En un trabajo conjunto con la Corporación Colombiana de Investigación Agropecuaria (Agrosavia), y gracias al Sistema General de Regalías, la magíster centró su atención en el cultivar “Federación Arauquita 5”, destacado en Francia como uno de los mejores cacaos finos del mundo.

Como los granos de cacao están recubiertos por la pulpa, lo primero que se hizo fue utilizar la despulpadora para retirar de la semilla el 40 % y destinar el 60 % restante al proceso de fermentación para elaborar muestras de chocolate.

En un trabajo conjunto con la Corporación Colombiana de Investigación Agropecuaria (Agrosavia), y gracias al Sistema General de Regalías, la magíster centró su atención en el cultivar “Federación Arauquita 5”, destacado en Francia como uno de los mejores cacaos finos del mundo.

Como los granos de cacao están recubiertos por la pulpa, lo primero que se hizo fue utilizar la despulpadora para retirar de la semilla el 40 % y destinar el 60 % restante al proceso de fermentación para elaborar muestras de chocolate.

La opinión del consumidor

En las pruebas realizadas en el Laboratorio de Análisis Sensorial de Agrosavia, ubicado en Palmira (Valle del Cauca), cada participante recibió tres muestras de las formulaciones de chocolate, en un ambiente agradable con condiciones controladas de temperatura (entre 18 y 22 oC), luz blanca y un vaso de agua para eliminar los sabores de las muestras anteriores.

Equipados con fichas de calificación, los catadores evaluaron cada formulación proporcionando retroalimentación clave para entender la aceptación del producto.

A partir de los resultados, la ingeniera Quintero confirmó que la pulpa del cacao es un endulzante natural con un potencial excepcional, ya que los catadores afirmaron que no notaron diferencias significativas en el reemplazo del azúcar por la pulpa de cacao.

“Se trata de un endulzante totalmente natural que tiene concentraciones de sacarosa, glucosa y fructosa, provenientes directamente de la fruta, con lo cual buscamos disminuir el porcentaje de azúcares añadidos como el de caña”, señala la investigadora, cuyo trabajo estuvo dirigido por el investigador Sebastián Escobar y el profesor Hugo Alexander Martinez Correa.

Este hallazgo tiene implicaciones económicas favorables para los cacaocultores de Arauca, ya que la transformación y venta de este subproducto agroindustrial se convierte en una oportunidad de obtener ingresos adicionales.

El siguiente reto del proyecto será llevar a los cacaoteros del departamento hasta Agrosavia para que allí conozcan las técnicas utilizadas y capacitarlos en la disposición final de la pulpa para su transformación, con miras a establecer una cadena de conocimiento que promete un futuro más sostenible y rentable para la industria cacaotera colombiana. Además se planea establecer una chocolatería directamente en Arauca con el objetivo de implementar el proceso y fortalecer las condiciones económicas del sector.

Este proyecto pionero en Colombia sigue los pasos de Ghana, el mayor productor de cacao del mundo, que desde hace unos años incursionó en la utilización de la pulpa como endulzante natural, el cual exporta en la actualidad a Europa para la elaboración de helados, galletas y pastelería, entre otros productos, un mercado interesante en el que el Colombia incursiona a partir de esta investigación.










lunes, 5 de febrero de 2024

Investigación doctoral en Agroecología se fortalece en la UNAL con Acreditación de Alta Calidad

 El estudio tanto de los efectos de la minería en los huertos caseros de Chocó como de las ventajas de la agricultura campesina familiar, los alimentos olvidados por la industrialización de la comida, o la vulnerabilidad de los pequeños cacaoteros ante el cambio climático en Ecuador, son solo algunas de las contribuciones del Doctorado en Agroecología de la Universidad Nacional de Colombia (UNAL) Sede Palmira que acaba de recibir la Acreditación de Alta Calidad.

Por cumplir con los criterios de alta calidad acordes con sus propósitos y objetivos, el Doctorado en Agroecología recibió del Ministerio de Educación Nacional (MEN) la Acreditación Institucional de Alta Calidad por seis años, que lo consolida como un referente académico nacional e internacional por sus aportes a la investigación científica y a la transformación de la agricultura.

Con respecto al compromiso continuo del programa con la excelencia educativa y la adaptación a las demandas cambiantes de la sociedad – especialmente con las comunidades rurales y sus organizaciones–, su coordinadora, la profesora Ángela María Londoño Mota, señala que “el impacto es diverso y abarca áreas técnicas, políticas, culturales y espirituales. Nuestras tesis doctorales han explorado el agro-ecosistema y el sistema agroalimentario desde distintas perspectivas, brindando alternativas y abordando problemáticas cruciales”. 

Desde 2009, el primer Doctorado en Agroecología creado en Colombia ha graduado a 31 doctores, cuyas investigaciones en Chocó, Valle del Cauca, Cauca, Nariño y Tolima, así como en diferentes lugares de Ecuador, han aportado a la transformación de las prácticas agrícolas. Por ejemplo, algunos de sus egresados han hecho notables aportes en sistemas productivos de maíz, soya, plátano, café, quinua y panela, entre otros.

El Doctorado se ha destacado por su apertura a profesionales de diversas disciplinas: desde abogados hasta biólogos, filósofos, ingenieros, zootecnistas y economistas han transformado su visión, desde la perspectiva propia de su profesión hasta una comprensión integral y sistémica de los desafíos agropecuarios y ambientales. 

Es de resaltar que este posgrado también ha incidido significativamente en la educación superior, ya que sus graduados, que ocupan roles clave en instituciones educativas como la Universidad de Nariño y otras en Ecuador, han impulsado la creación de programas de maestría en agroecología.

Un futuro prometedor en medio de la crisis 

En momentos en que la humanidad se ve obligada a repensar sus sistemas de producción y consumo, la agroecología emerge como un enfoque integral que no solo aborda los síntomas de la crisis climática, la conservación de los recursos naturales y el respeto por las prácticas tradicionales de las comunidades, sino que además redefine la relación entre la sociedad y la tierra, de ahí que su importancia radica en la capacidad de ofrecer respuestas sostenibles y armoniosas a los desafíos actuales.

“La agroecología es una respuesta necesaria a la crisis civilizatoria que enfrentamos. Nuestra propuesta, a partir de la formación, busca transformar la manera en que producimos alimentos, conservamos los bienes naturales y nos relacionamos con la naturaleza”, explica la profesora Londoño.

Y así lo evidenció recientemente el profesor Liviston Barrios Arango, doctor en Agroecología, quien analizó 36 huertos caseros de los municipios de Nóvita, Istmina y Tadó (Chocó), en zonas de actividad minera, y evidenció que más del 40 % de los suelos tienen altos niveles de mercurio que contaminan frutas, verduras y plantas medicinales, fundamentales para la alimentación y las tradiciones de las comunidades. 

Por lo tanto, considera que “el hecho de que el programa haya recibido la Acreditación de Alta Calidad potencia y visibiliza el papel de la Universidad en la transformación de los territorios, ya que permite contribuir a una mejor producción de alimentos en colaboración con las comunidades locales, fusionando el conocimiento tradicional con la investigación científica”.

La doctora en Agroecología Juliana Sabogal Aguilar, quien hizo su tesis sobre la soberanía alimentaria de los campesinos de Pasto (Nariño) y estudió el impacto de las principales políticas agrarias, señala que “como egresados del programa enfrentamos un reto en este momento histórico particular, pues se nos está reconociendo como un referente de incidencia política que puede dar luces sobre diversos temas ambientales y sociales del mundo rural y agrario”.

La Acreditación de Alta calidad continúa

“La Acreditación, más que un reconocimiento, es un proceso dinámico que permite evaluar nuestras fortalezas y debilidades constantemente. Nos obliga a involucrar a todos los actores, desde estudiantes hasta empleadores, en un plan permanente de mejora que seguiremos llevando a cabo”, añadió la coordinadora Londoño.

Por su parte, la profesora Marina Sánchez de Prager, referente histórica de la agroecología en Colombia y una de las principales promotoras del Doctorado, anunció que en marzo, aprovechando la realización de un evento internacional, se dará a conocer la importancia de esta formación en Latinoamérica. Enfatizó en que “la Acreditación de Alta Calidad es resultado del esfuerzo colectivo, en el que el Doctorado ha contado con el apoyo de diversos colectivos, asociaciones y agro-ecólogos de Bogotá, Medellín y América Latina”.






jueves, 1 de febrero de 2024

Hormona extraída de la lenteja haría crecer más algunos árboles de Cundinamarca

 El aumento en la temperatura ha causado estragos en diversos municipios del país, entre ellos Jerusalén (Cundinamarca) que registró hace pocos días 40,4 °C, un récord histórico. Esta problemática, sumada a la tala de árboles y la minería de carbón, estarían haciendo que sus bosques nativos tarden más tiempo en regenerarse. La auxina, hormona vegetal, presente en las lentejas cambiaría este panorama, mejorando el crecimiento de árboles como “limonacho” o “totumo”.

Jerusalén, uno de los 116 municipios de Cundinamarca, está situado entre Tocaima y Guataquí, a 3 horas de Bogotá; con 236 kilómetros cuadrados sobre la cordillera oriental, es la unión de varias veredas a 354 metros sobre el nivel del mar. Allí se encuentra la Estación Experimental Andorra, que tiene una temperatura promedio de 32 °C y donde cuatro árboles se roban el protagonismo, de hecho, una de ellas: Sapindus saponaria, se utiliza para crear jabón, de ahí su nombre común “jaboncillo”.

La fragmentación a la que se ha visto expuesto en las últimas décadas el bosque seco, convierte a Jerusalén en un interesante e importante lugar de estudio; así lo determinó Lizeth Babativa Melgarejo, bióloga de la Universidad Nacional de Colombia (UNAL), quien analizó lo que estaba pasando con estas especies y cómo las lentejas serían la respuesta para que el cambio climático y las vicisitudes a las que se enfrenta la región no sean un impedimento para que puedan crecer.

Uno de los principales inconvenientes es que las plántulas enfrentan limitaciones de luz y compiten por agua y nutrientes, haciendo de esto el cuello de botella para el establecimiento de individuos y bosques del futuro.

En vista de ello, apareció una curiosa hormona llamada auxina, la encargada en las plantas de regular el crecimiento, permitiendo que el tallo tenga una mayor elongación y mayor diámetro; y lo más curioso es que las lentejas la producen en altas cantidades, por lo que se evaluó su efecto en las especies de esta región.

“Se toma una libra de lentejas y se ponen en agua, luego se dejan tapadas por 4 días, sacándoles el agua a las 24 horas y remojándolas con esta misma por 15 minutos cada día para que germinen y, finalmente se licuan con el agua y se cuelan, en el extracto obtenido se encuentra la auxina; después se eligieron algunas plantas para aplicarles el tratamiento”, indica la bióloga, quien para su trabajo contó con la dirección de la profesora Beatriz Salgado, del Departamento de Biología.

Para el estudio se escogieron 60 individuos de jaboncillo (Sapindus saponaria)Guayacán trébol (Platymiscium hebestachyum)totumo (Crescentia cujete)ylimonacho(Achatocarpus nigricans), que ya habían germinado y estaban en etapa de plántula, o sea un estadio muy joven. Se realizaron 3 experimentos en los que se utilizó tierra negra, cascarilla de arroz y arena del río.

En el primero hubo 20 plantas sembradas como grupo control, o sea que no se añadió ningún ingrediente especial para incentivar su crecimiento; a otros 20 individuos se les agregó 100 gramos de micorrizas -combinación entre hongos y raíces que sirve como fertilizante-. En el tercer grupo se aplicaron 50 mililitros de agua con las auxinas de lenteja.

Los tratamientos se monitorearon durante dos meses y medio, evaluando la supervivencia, la altura de cada plántula desde la base hasta el ápice, y el diámetro del tallo (cada dos semanas).

Del total de individuos, solo se reportaron muertes en limonachobajo el tratamiento de micorrizas y el control. Por otro lado, en limonacho y totumo las tasas de crecimiento variaron, en altura lograron hasta 5 cm más en algunos individuos tratados con auxinas, comparado con otro tipo de tratamientos; además, el diámetro del tallo también aumentó en casi 1 cm.

Para medir los rasgos funcionales, se eligieron 5 individuos al azar por cada tratamiento y especie, estos se procesaron y en el software estadístico RStudio se analizaron sus rasgos foliares (hojas) y sus tallos.  De los rasgos funcionales Únicamente encontraros diferencias en el contenido foliar de materia seca, por lo que resulta pertinente analizar los rasgos de raíces de estas especies, y así evaluar posibles diferencias entre los tratamientos.

“Este es un mecanismo que no resulta costoso ni demorado a la hora de realizar los procesos de regeneración de los bosques nativos de Cundinamarca, y a su vez es accesible para los habitantes de la región y para los entes gubernamentales que velan por su restauración, pues hay especies como carreto (Aspidosperma polyneuron), que está en un grave estado de amenaza”, concluye la investigadora.