Rhizophagus irregularis, un hongo que existe hace más de 400 millones de años, sería crucial para mejorar el crecimiento de la melina (Gmelina arborea), uno de los principales árboles madereros del país. Una investigación evidenció que el uso del hongo, junto con ciertas bacterias del suelo, aumenta entre un 15 y 33 % el crecimiento de esta especie, reduciendo a la mitad el uso de fertilizantes químicos.
Desde hace décadas la melina –un árbol originario de la
India y el sudeste asiático– se ha establecido en Colombia como una importante
fuente de madera. En 2023 se reportaron 17.684 hectáreas sembradas,
especialmente en el Caribe y el Eje Cafetero, en donde se adapta bien a
temperaturas entre 24 y 28 °C.
Su madera es ampliamente usada en construcción, muebles,
instrumentos y vigas laminadas. Puede alcanzar hasta 30 m de altura y un
diámetro de 80 cm, pero en sus primeros meses enfrenta una limitación
crítica: sus raíces, poco desarrolladas, no logran absorber suficiente fósforo
del suelo. Esta deficiencia suele compensarse con fertilizantes químicos, cuyo
uso excesivo puede generar impactos ambientales.
En busca de alternativas sostenibles, la bióloga Karen
Julieth Higuera Trujillo, magíster en Biología de la Universidad Nacional de
Colombia (UNAL), introdujo en el suelo a un diminuto organismo que actúa como
un verdadero “ingeniero” subterráneo: el hongo R. irregularis,
cuyas esporas (células reproductivas que le permiten propagarse) miden entre 40
y 140 micrómetros, un tamaño comparable al grosor de un cabello humano.
El grupo de investigación en Biotecnología de Hongos
Formadores de Micorrizas Arbusculares de la UNAL ha cultivado en laboratorio
este microorganismo, de donde se extrajeron las esporas utilizadas en el
experimento.
El hongo actúa como una red de tuberías microscópicas que
transporta fósforo desde el suelo hasta las raíces de la melina, incluso cuando
el nutriente se encuentra en formas poco disponibles. Por eso se le conoce como
un “movilizador”, ya que facilita la absorción del fósforo y mejora la
nutrición de la planta.
La investigadora comprobó que este microorganismo es un
aliado eficaz: permitió que las plántulas de melina crecieran hasta un
33 % más que en condiciones convencionales, utilizando solo el 50 %
del fertilizante químico habitual. Esta reducción en el uso de insumos
sintéticos también disminuye el riesgo de afectaciones ambientales asociadas
con sus residuos.
¡El hallazgo tiene madera!
Entre ellos se incluyen bacterias como Pseudomonas
orientalis, utilizada en el control biológico de plagas; Paenibacillus
taichungensis, aplicada en la biorremediación de suelos contaminados con
metales pesados; y hongos como Penicillium chrysogenum, conocido
por ser fuente de penicilina, y P. citrinum, precursor de
compuestos empleados para reducir el colesterol.
“El objetivo del estudio fue analizar cómo interactúan estas
especies entre sí y con la planta; queríamos demostrar que el crecimiento de la
melina y la salud del suelo no dependen solo del uso de químicos, sino de las
relaciones simbióticas que se pueden potenciar”, explica la magíster Higuera.
En su experimento trabajó con cerca de 300 plántulas de
melina en las primeras etapas de desarrollo (120 días), tiempo en el que las
sembró en los viveros de la Universidad del Tolima, y utilizó muestras de suelo
traídas del centro Universitario Regional del Norte (CURN) Granja Armero, en
donde se produce esta especie, y que tenían las condiciones ideales para
replicar el crecimiento.
La investigadora aplicó 18 tratamientos distintos y observó
variaciones notables en el desarrollo de las plántulas. En varios de ellos, el
uso combinado de microorganismos y solo el 50 % del fertilizante químico
permitió no solo un mayor crecimiento, sino también un aumento significativo en
la biomasa seca, lo que indica plantas más robustas y con mayor potencial
productivo.
Por otro lado, y de manera sorpresiva, algunos tratamientos
disminuyeron la longitud de las raíces, pero sin perder la concentración del
carbono. La experta explica que “esto se debe a que, al tener bacterias y
hongos encargados de trabajar y movilizar el fósforo, la melina se puede
concentrar en adquirir otros nutrientes como nitrógeno o potasio, igualmente
necesarios para su crecimiento”.
“Aunque a veces se piensa que cuanto más crecen las raíces
es mejor, esto no siempre es cierto, pues una gran longitud también muestra que
la planta tiene déficit de nutrientes y debe hacer todo lo posible por
buscarlo”, amplía la magíster Higuera.
Añade que “las combinaciones también aumentaron el peso o
biomasa seca de las plantas, lo cual se reflejaría en árboles más grandes y
resistentes a futuro, y se presentó una mayor diversidad de bacterias y hongos
en el suelo, pues los tratamientos permitieron el crecimiento de todo tipo de
microorganismos beneficiosos”.
En otra investigación de la UNAL de 2015, el doctor Omar
Melo Cruz, de la Facultad de Ciencias Agrarias de la UNAL Sede Medellín, modeló
la cantidad de dióxido de carbono que la melina es capaz de atrapar del aire en
el Cauca y Magdalena, y descubrió que en 10 años el árbol puede capturar entre
220 y 320 toneladas de dióxido de carbono (CO2), lo cual también lo
convierte en una esperanza para cuidar el medioambiente de la contaminación
atmosférica.
Según el Boletín Forestal de la Federación
Nacional de Industriales de la Madera, en 2022 Colombia produjo cerca de 3,1
millones de metros cúbicos de madera, 2,5 millones proveniente de plantaciones
forestales comerciales y 0,6 millones de bosque natural.
Estas cifras convierten la melina en un árbol a proteger y
convierten la investigación de la experta Higuera en un insumo indispensable
para que no se ignore la vida en el suelo, pues es allí en donde se tejen las
primeras briznas biológicas de la naturaleza del planeta. El trabajo se realizó
con el apoyo de la Universidad del Tolima, en el marco de un proyecto del
Ministerio de Ciencia, Tecnología e Innovación.
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