martes, 9 de diciembre de 2025

Software diagnostica el estrés de las plantas escuchando su lenguaje eléctrico

 Imagine poder saber si una planta tiene sed, si siente demasiado calor o si ha sido atacada o manipulada, pero no cuando sus hojas se marchiten o a las semanas, cuando los daños sean visibles, sino en el mismo instante en que esto ocurre, casi como si se pudiera escuchar un grito silencioso o ver una señal de alerta inmediata. Una investigadora de la UNAL registró las señales eléctricas con un prototipo y un sistema computacional pionero en el país, obteniendo más de 900 registros en frijol, lenteja y fittonia. Este avance abre la puerta al desarrollo de invernaderos inteligentes en los que las plantas “hablen” por medio de su propia electricidad, y los cultivos alerten a tiempo sobre sequías o plagas.

Aunque las plantas no tienen sistema nervioso, el cambio de iones que ocurre en sus membranas celulares ante un estímulo externo genera señales eléctricas comparables a los impulsos nerviosos de los animales. Esto fue lo que logró Valeria Gutiérrez Ruiz, magíster en Ciencias Físicas de la Universidad Nacional de Colombia (UNAL) Sede Manizales, al demostrar que el frijol, la lenteja y la fitonia tienen un “lenguaje propio basado en señales eléctricas”, el cual ha sido reconocido por medio de un prototipo único que recibe estas señales para que un software las recolecte, analice y visualice.

“Las plantas no emiten la misma señal eléctrica si las tocas suavemente, si las expones a un foco de luz brillante, si la temperatura sube de golpe, o si sufren una pequeña herida. Cada tipo de estímulo desencadena una firma eléctrica única, un patrón distintivo que podemos medir y aprender a reconocer”, detalla la investigadora.

Interpretador de señales eléctricas

Para llegar a esta conclusión, la magíster construyó “los oídos y el cerebro” para poder escuchar e interpretar este lenguaje eléctrico, ya que los equipos convencionales usados para medir señales eléctricas son enormes, caros, y solo funcionan en laboratorios, pero no en un campo de cultivo real. 

Por eso, el primer gran logro de este proyecto fue construir el prototipo portátil y de bajo costo, el cual cuenta con un circuito electrónico que actúa como un micrófono de alta sensibilidad recibiendo las señales de la planta por medio de pequeños electrodos colocados en la hoja y el tallo, similares a los de un electrocardiograma, pero adaptados.

Las señales eléctricas de una planta son tan débiles que toca medirlas en microvoltios (millonésimas de voltio), por eso, el prototipo usa un componente especial llamado amplificador diferencial Ad8226, capaz de captar señales minúsculas y amplificarlas millones de veces sin añadir ruido ni generar interferencias. 

Luego, un sistema de filtros, configurados solo para captar las frecuencias asignadas (entre 0,07 y 8,8 hertzios), limpia la señal de interferencias como el zumbido de la red eléctrica (60 hz), que puede enmascarar la voz de la planta.

“Pero una señal eléctrica, por sí sola, es solo una línea que sube y baja en una pantalla”, señala la experta. Por eso otro de los resultados importantes fue la creación de un lenguaje de programación en Python que recibe las señales eléctricas de las plantas y los analiza en tiempo real determinando características eléctricas como la energía (potencia que tiene la señal), la frecuencia dominante (tono o frecuencia en que vibra), la entropía espectral (complejidad de la señal), y la desviación estándar (dispersión de la señal).

Una conversación controlada

Con estas herramientas, la investigadora aplicó de forma controlada y repetida 5 tipos de estímulos ambientales a las 3 plantas mencionadas, así: (i) la “luz intensa”, que consistió en exponer las plantas a una lámpara led de 6.500 kelvin, situada a 20 cm, con una irradiancia similar a una radiación solar fuerte, (ii) la “oscuridad súbita”, que implicó apagar por completo la iluminación para generar un cambio abrupto de luz a sombra, (iii) el “calor” producido con una fuente térmica que elevó la temperatura del entorno hasta los 35 °C, (iv) el “contacto mecánico”, aplicado mediante un leve roce de 3 segundos sobre la hoja, simulando el movimiento del viento o el contacto con otro organismo sin causar daño, y (v) el “corte controlado” que corresponde a una pequeña incisión en la hoja o el tallo para observar la respuesta ante una herida mínima.

Cada combinación de especie y estímulo se repitió decenas de veces, siguiendo un protocolo estricto de 20 minutos de registro por aplicación, lo que le permitió a la magíster acumular más de 900 registros de señales eléctricas.

El corte controlado fue el estímulo que generó la mayor energía eléctrica en todas las plantas; por ejemplo en las lentejas la energía registrada fue de 525,4 µV², mientras que ante la oscuridad fue de solo 210,9 µV². El calor y el toque también generaron respuestas energéticas altas, pero con sus propios matices distintivos.

Para confirmar que estas diferencias no eran casualidad, la investigadora aplicó pruebas estadísticas como el análisis ANOVA (que compara las medias de variables entre los distintos estímulos), el cual arrojó valores de probabilidad astronómicamente pequeños (del orden de 10⁻¹⁹⁵ a 10⁻²²²), lo que estadísticamente significa que las diferencias son absolutamente reales y no producto del azar. 

Más allá de la estadística, la investigación dio un paso hacia la automatización, pues cuando se le pidió a un algoritmo de inteligencia artificial que agrupara todas las señales sin saber a qué estímulo correspondían, este las organizó automáticamente en 5 grupos nítidos que coincidieron casi perfectamente con los 5 estímulos aplicados, con una tasa de acierto del 91 % en las lentejas. 

Por último, cuando se entrenaron otros algoritmos para que aprendieran a reconocer los patrones, predijeron el estímulo aplicado con una precisión superior al 80 %, basándose únicamente en las cuatro características eléctricas. En otras palabras, se configuró un programa computacional para entender el lenguaje de la planta y diagnosticar cuál de los 5 estímulos está recibiendo.

Según la investigadora, “la trascendencia de este trabajo va mucho más allá del laboratorio, porque la capacidad de monitorear en tiempo real y sin afectar la planta es un cambio de paradigma. Podríamos conocer en tiempo real lo que le está pasando a un cultivo, porque en la actualidad toca esperar días o semanas hasta que la enfermedad sea visible”.

Con este avance se pueden imaginar invernaderos capaces de “escuchar” a las plantas. Los sensores instalados en ellas podrían activar el riego cuando detecten señales eléctricas que indiquen falta de agua, o enviar alertas tempranas a los agricultores ante un posible ataque de plagas. También servirían para identificar cultivos más fuertes y resistentes, según la claridad y consistencia de sus respuestas eléctricas frente a distintos cambios del entorno.







miércoles, 26 de noviembre de 2025

Costa Rica refuerza blindaje contra el Fusarium R4T: “Estamos libres, pero en máxima alerta”

 El Fusarium Raza 4 Tropical (Foc R4T) es una pesadilla para los productores de plátano y banano, ya que la enfermedad no se ha detenido desde su detección en Taiwán en 1990. 

Este mal es causado por un hongo del suelo que provoca marchitez y muerte de las plantas al obstruir su sistema vascular. Además, se propaga fácilmente a través del suelo o material vegetal contaminado, así como por el agua. Actualmente no tiene cura, por lo que las medidas de bioseguridad y prevención son esenciales. 

En ese contexto, Costa Rica se mantiene libre del Fusarium Raza 4 Tropical. Sin embargo, la cercanía con países donde ya fue detectado, mantiene al país en un estado de máxima alerta. Así lo indicó a Portalfruticola.com Eric Bolaños, director de asistencia técnica de la Corporación Bananera Nacional (Corbana).

“Estamos libres del patógeno, pero con una gran preocupación debido a su presencia en países muy cercanos y con fuerte producción bananera”, señaló. 

Acciones de protección 

El especialista explicó que desde 2019, Costa Rica opera bajo un protocolo nacional de bioseguridad, elaborado por el Ministerio de Agricultura y Ganadería y el Servicio Fitosanitario del Estado (SFE), que establece estrictas medidas de prevención, exclusión y control.

Entre las principales acciones destacan:

  • Desinfección obligatoria en puertos, aeropuertos y puestos fronterizos, especialmente para viajeros provenientes de países con presencia de la enfermedad.
  • Monitoreo constante y un sistema de alerta temprana que permite activar visitas técnicas en caso de plantas sospechosas.
  • Coordinación público-privada permanente, que Bolaños calificó como “clave para mantener al país libre del patógeno”.

Bioseguridad dentro de los campos 

En el nivel operativo, Bolaños expuso que cada predio debe cumplir con 34 medidas de bioseguridad, organizadas en 15 puntos de control, destinadas a impedir el ingreso y la diseminación del hongo. Entre ellas: 

  • Tener un único punto de entrada por campo.
  • Uso obligatorio de pediluvios con desinfectantes probados para limpiar el calzado.
  • Barreras físicas perimetrales para evitar accesos no autorizados.
  • Desinfección de herramientas y maquinaria, que deben permanecer dentro del campo.
  • Control estricto del ingreso de vehículos, visitantes y personal.

Corbana realiza evaluaciones campo por campo para verificar el cumplimiento de estas medidas. “Cuando detectamos fallas, se emite un reporte a la administración para aplicar correcciones y se da un seguimiento hasta asegurar su implementación” dijo el especialista.

La vigilancia también incluye la toma de muestras ante la presencia de plantas sospechosas. “Hasta septiembre, Costa Rica registraba alrededor de 2.200 muestras analizadas, todas negativas”, acotó.

Recomendaciones

Bolaños insistió que los productores deben estar atentos a los síntomas que presentan las plantas: marchitez o decoloración de la planta, caída de hojas, agobio del follaje, aberturas en el tallo y deformaciones en hojas viejas.

Recomendó que, en el caso de identificar una planta con Fusarium Raza 4 Tropical, “no deben manipular la planta, solo marcarla y reportarla de inmediato al SFE o a la corporación para activar el muestreo oficial”.

Investigación y mejoramiento genético

Si bien la prioridad es impedir el ingreso del hongo al país, “de igual manera Costa Rica trabaja en alternativas de largo plazo", dijo.

"Corbana desarrolla, junto con Embrapa en Brasil, un proyecto de mejoramiento genético convencional para obtener híbridos resistentes a Fusarium R4T”.

Finalmente, hizo un llamado a los productores: “El banano es un generador clave de empleo y divisas para la región Caribe y para todo el país. Aunque no existe riesgo cero, si mantenemos un sistema de bioseguridad robusto podemos mantenernos libres del patógeno”.




miércoles, 19 de noviembre de 2025

Bacteria colombiana ayudaría a las rosas a “sacarse la espinita” de hongo dañino

 En un experimento que cambiaría la forma de producir las rosas en Colombia, una microbióloga logró que una bacteria redujera más de la mitad del daño causado por el hongo gris, un patógeno que puede generar pérdidas de hasta el 40 % del cultivo; también encontró cómo cultivarla de manera abundante y económica. Su aporte abre una posibilidad real de que los floricultores cuenten con una alternativa natural a los fungicidas químicos, para depender menos de ellos y evitar que cientos de ramos terminen en la basura.

El hongo gris –que aparece como una mancha que avanza rápidamente sobre los pétalos– es uno de los mayores dolores de cabeza para las fincas floricultoras. Puede afectar la planta en cualquier etapa, y si encuentra condiciones de humedad se puede activar después de permanecer latente, lo que hace que su control sea especialmente difícil.

Ante este panorama, la investigadora Laura Marcela Boyacá Olaya, magíster en Microbiología de la Universidad Nacional de Colombia (UNAL), decidió probar una alternativa biológica: una bacteria con potencial para frenar este patógeno según estudios previos del Grupo de Microbiología Agrícola del Instituto de Biotecnología de la UNAL (IBUN).

Para ello retomó 4 cepas candidatas evaluadas en un proyecto anterior y las comparó nuevamente para escoger la más efectiva. La ganadora: Bacillus velezensis, es una bacteria que mostró buena capacidad de sobrevivir, crecer con estabilidad y detener el avance del hongo tanto en laboratorio como en pétalos de rosa reales.

Para comprobar su desempeño, primero la enfrentó directamente al hongo en placas de laboratorio. Luego, para acercarse a una situación más realista, aplicó la bacteria sobre pétalos de rosa sin fungicidas –de una empresa floricultora en Chía– y los expuso al patógeno. Los pétalos tratados se infectaron menos, lo que confirmó que esta bacteria es una aliada funcional y no solo una posibilidad teórica.

“Buscábamos la que mostrara la menor tasa de infección, y esta fue la que mejor respondió”, explica la investigadora.

Un mundo micro para una solución macro

Después de confirmar el potencial de la bacteria, el siguiente reto de la investigadora fue saber si esta se podía producir en grandes cantidades sin que el proceso se volviera inviable para una empresa. Para ello probó 3 formas de “alimentarla” y eligió la que permitía un crecimiento más fuerte y un mejor efecto contra el hongo. Luego estudió 4 factores cruciales –como los nutrientes y ciertas condiciones de cultivo– para encontrar la combinación que permitiera obtener más bacterias sin que perdieran su capacidad protectora.

Las dietas fueron: un medio de cultivo rico en nutrientes y muy usado para que las bacterias crezcan rápido; otro empleado ampliamente en microbiología agrícola por su equilibrio entre nutrientes y estabilidad; y un medio más simple y económico con componentes mínimos. Mientras los primeros dos son “menús” completos que favorecen un crecimiento abundante, el último es más básico y está pensado para reducir costos. Al evaluarlos, la magíster escogió el que le permitió a la bacteria crecer con mayor estabilidad y mantener su capacidad de frenar al hongo sin encarecer el proceso.

Con las condiciones adecuadas, es decir el medio de cultivo rico en nutrientes, la bacteria alcanzó recuentos muy altos a las 120 horas: más de 300.000 millones de células y cerca de 10.000 millones de esporas por cada mililitro de cultivo, eso sin perder su capacidad de reducir más del 50 % del daño causado por el hongo.

El estudio también mostró que la bacteria puede crecer bien aunque se usen menos cantidades de los ingredientes que normalmente se necesitan para alimentarla, lo que bajaría los costos de producción. Además, la parte activa, es decir el líquido donde están las sustancias que frenan al hongo (surfactina, iturina y fengicina), funcionó incluso mejor cuando se diluyó en agua, señal de que un futuro producto rendiría más y resultaría más económico para los floricultores.

Si esta alternativa se implementara el sector tendría varios beneficios, entre ellos reducir el uso de fungicidas sintéticos, lo que disminuiría la resistencia del hongo y los costos de producción. Y aunque el estudio no evaluó si la bacteria tiene efectos sobre el crecimiento de la planta, sí se sabe que en otros cultivos especies similares han mostrado beneficios adicionales.

El uso excesivo de fungicidas termina afectando tanto a las rosas como a quienes las cultivan. En las plantas puede quemar hojas y tejidos, alterar la vida del suelo al eliminar microorganismos útiles y volver más resistentes a los hongos que se quieren controlar. Para los trabajadores, la exposición repetida –por contacto, inhalación o incluso ingestión accidental– puede causar irritaciones, problemas respiratorios y efectos tóxicos con el tiempo. Por eso reducir la dependencia de estos productos se ha vuelto una necesidad urgente en la floricultura.

La investigadora es clara en señalar que el producto aún no está finalizado. Faltan pruebas en campo con más flores, estudios de estabilidad, validación en diferentes variedades y evaluación sobre cuánto dura su efecto una vez formulado. Sin embargo el camino está bien trazado, pues demostró que la bacteria controla el hongo, se puede producir en grandes cantidades y tiene características que facilitarían un proceso de fabricación sostenible.

El trabajo fue dirigido por los profesores Daniel Vélez y Luis Miguel Serrano, ambos de la UNAL.

Con 56.215 toneladas en 2023, Colombia ocupó el segundo lugar como mayor exportador mundial de flores y el cuarto de rosas de corte. Por eso contar con una solución natural, económica y eficaz marcaría una diferencia importante en la floricultura del país. Este hallazgo no solo apunta a un cultivo más sano, sino también a un sector más competitivo y sostenible.









lunes, 17 de noviembre de 2025

Estiércol de cerdo y bacterias, aliados para la producción sostenible de fertilizantes

 Colombia importa grandes volúmenes de fertilizantes sintéticos, de los cuales se aplican en los cultivos cerca de 392,5 kg por hectárea, una práctica costosa que además deja fuertes huellas ambientales. En contraste, el estiércol de cerdo —uno de los residuos agroindustriales más abundantes y ricos en carbono— suele desecharse sin aprovechamiento, pese a su potencial como insumo. Cuando este se descompone de forma controlada libera moléculas que actúan como fuente de energía para bacterias que pueden fijar nitrógeno de manera natural y favorecer el crecimiento de los cultivos como el tomate.

Es urgente hacer un cambio, ya que hasta el 50 % del nitrógeno aplicado se pierde en el suelo, y las emisiones de óxido nitroso —un gas 300 veces más potente que el CO₂— siguen en aumento. A esto se suma que desde 2020 los precios de los fertilizantes han aumentado más del 300 % debido a la crisis de insumos provocada por la pandemia de Covid-19, un impacto fuerte para los productores.

En este contexto, convertir los ácidos derivados del estiércol porcino en alimento para bacterias fijadoras de nitrógeno abre una ruta sostenible para producir una alternativa biológica, reducir costos y disminuir la contaminación asociada tanto con el uso de químicos como con los 55 billones de toneladas de residuos animales que se generan cada año.

Frente a este crítico panorama es necesario buscar soluciones en los procesos y organismos naturales, y en esa línea la investigación realizada por Nicolás Rodríguez Romero, magíster en Ciencias Agrarias de la Universidad Nacional de Colombia (UNAL) Sede Palmira, en conjunto con la Universidad del Valle, extrajo ácidos grasos volátiles del estiércol de cerdo y los convirtió en el alimento de comunidades microbianas capaces de fijar nitrógeno en las raíces del tomate.

Selección natural en pro de la abundancia 

La fijación de nitrógeno es el segundo proceso biológico más importante para sostener la vida en el planeta, por lo que el punto de partida fue aislar microorganismos capaces de realizarla de manera eficiente. Estas bacterias funcionan mejor cuando actúan en comunidad, pues juntas potencian su capacidad para producir biofertilizantes.

En lugar del camino tradicional de trabajar con cepas aisladas, el investigador implementó un método de ingeniería de microbiomas, partiendo de una muestra de suelo rica en biodiversidad microbiana. A partir de allí se creó un sistema en donde solo podían prosperar los organismos capaces de fijar nitrógeno.

Durante 6 semanas los microorganismos se expusieron en biorreactores a condiciones altamente selectivas. El medio de cultivo incluía los ácidos grasos volátiles como única fuente de carbono y el aire como la única fuente de nitrógeno, una configuración que generó una presión evolutiva intensa, ya que allí solo sobrevivieron y se multiplicaron las bacterias capaces de consumir los ácidos grasos y fijar nitrógeno atmosférico al mismo tiempo.

El monitoreo reveló una especie de selección natural en miniatura. Semana tras semana, el magíster registró la disminución de los ácidos grasos y el aumento de nitrógeno disponible. “La desaparición de los ácidos grasos nos indicaba que estaban siendo consumidos, mientras que el aumento de nitrógeno en el medio nos confirmaba que la fijación biológica estaba ocurriendo de manera efectiva”, señala.

Las comunidades obtenidas lograron usar los ácidos grasos volátiles como alimento y aumentaron en 76 % su capacidad de fijación de nitrógeno, lo que se reflejó en un mejor crecimiento del tomate tanto en hidroponía como en suelo, frente a las plantas que no recibieron el tratamiento microbiano.

Además del seguimiento a los ácidos grasos y al nitrógeno total, se evaluó el desempeño de las comunidades en diferentes diluciones, se comparó su respuesta frente a mezclas de ácidos grasos volátiles (AGVs) tanto sintéticos como provenientes del estiércol, y se midió el nitrógeno acumulado en el sobrenadante, que alcanzó valores de hasta 9,8 mg·mL⁻¹.

Las pruebas en invernadero confirmaron que la inoculación modificó la composición microbiana de la rizosfera y mejoró la producción, equiparando resultados obtenidos con fertilización química convencional.

El análisis de estas comunidades reveló 3 géneros bacterianos dominantes: TaibaiellaAureimonas y Sinirhodobacter, poco comunes en biofertilizantes comerciales y con un potencial biotecnológico aún por explorar. Para identificarlos, se extrajo ADN de los cultivos, se secuenció y se realizó un análisis bioinformático a partir del efluente de los reactores, procedimiento aplicado específicamente a los tratamientos con mezclas de AGVs de cerdo y AGVs sintéticos.

Este análisis permitió detectar taxones poco conocidos asociados con la fijación de nitrógeno y sugirió interacciones sinérgicas en la comunidad, un comportamiento compatible con el aumento de pH (acidez) y la mayor disponibilidad de nitrógeno observada durante el proceso.

Otro hallazgo fundamental fue el comportamiento “social” de estas comunidades al interactuar con la planta. “El tomate no aceptaba a toda la comunidad, sino que, través de señales químicas, seleccionaba activamente a los microorganismos más compatibles con su fisiología, estableciendo una simbiosis personalizada”, explica el investigador. Este proceso sugiere que cada cultivo podría elegir sus propios socios microbianos ideales, abriendo la puerta a biofertilizantes ajustados a las necesidades de cada planta.

De desechos orgánicos a alimento microbiano

Una vez la comunidad estaba establecida, había que buscar su alimento. Por eso, el punto de partida para obtener esos ácidos fue la digestión anaerobia realizada con el estiércol, un proceso que, en condiciones sin oxígeno, descompone la materia orgánica. De esto se obtiene biogás, pero también ácidos grasos ricos en moléculas conocidas como el acético, propiónico y butírico, “compuestos ricos energéticamente para el metabolismo microbiano”, explica el investigador Rodríguez.

El líquido resultante, rico en estos compuestos, pero aún con una composición compleja y presencia de sólidos, se sometió a un proceso de filtración y centrifugación para eliminar impurezas y partículas mayores. El resultado fue un licor que contenía la mezcla de ácidos, y para hacerlo aún más puro, el investigador implementó una fase de destilación, un método de separación que aprovecha los diferentes puntos de ebullición para generar una evaporación controlada de los componentes volátiles.

El producto final fue un sustrato líquido rico en carbono que constituyó la base del medio de cultivo para las comunidades microbianas. Esta transformación no solo resuelve un problema ambiental al darle un uso de alto valor a un desecho, sino que además reduce drásticamente los costos potenciales de producción del biofertilizante, ya que el sustrato principal proviene de una fuente gratuita y abundante.









jueves, 13 de noviembre de 2025

CVC IMPULSA PROYECTOS DE PRODUCCIÓN SOSTENIBLE EN EL NORTE DEL VALLE

 CAMPESINOS DE ROLDANILLO CONSTRUYEN BIOFÁBRICAS PARA PRODUCIR ABONOS ORGÁNICOS

Ocho familias de las veredas Candelaria, Puerto Quintero y Simón Bolívar fortalecen la producción agroecológica con el acompañamiento de la CVC y la Fundación Ambiente Sano.

Con el respaldo de la CVC y la Fundación Ambiente Sano, productores rurales de Roldanillo avanzan en la construcción de biofábricas y lombricomposteras, que les permitirán producir abonos orgánicos y fortalecer sus prácticas agroecológicas. Esta iniciativa se ejecuta con recursos del Fondo Participativo para la Acción Ambiental, buscando fomentar acciones comunitarias sostenibles en todo el territorio vallecaucano.

Ángela Patricia Rojas, beneficiaria del proyecto, ha liderado la implementación de una biofábrica en su finca, donde transforma residuos orgánicos en compost y humus de lombriz. “Hace tres años decidí dejar la ciudad y dedicarme de lleno a la agricultura sostenible. Con recursos del Fondo Participativo de la CVC, hoy produzco abonos que ayudan a regenerar el suelo y reducir el uso de químicos”, explicó.

Guillermo Valencia, representante legal de la Fundación Ambiente Sano, destacó que el proyecto tiene dos componentes fundamentales: la educación ambiental y la implementación práctica. “Además de la construcción de biofábricas, realizamos talleres de formación para que las comunidades comprendan la importancia de reemplazar los agroquímicos por prácticas limpias y sostenibles”, señaló.


La inversión total del proyecto asciende a 128 millones de pesos, de los cuales 90 provienen del Fondo Participativo para la Acción Ambiental, administrado por la CVC, y 38 corresponden a aportes de la Fundación Ambiente Sano. Gracias a este esfuerzo conjunto, ocho familias rurales ya cuentan con infraestructura para la producción de abono orgánico sólido y líquido.

fundamental para recuperar la microbiología de los suelos y fortalecer la seguridad alimentaria.

 Estas acciones reflejan el compromiso de la CVC con el desarrollo sostenible, la conservación del recurso suelo y el apoyo a las comunidades que adoptan modelos productivos amigables con el ambiente. En los próximos meses, las biofábricas en los corregimientos de Candelaria y Puerto Quintero iniciarán su fase de producción.









viernes, 7 de noviembre de 2025

300 ÁRBOLES SE SEMBRARON EN LA CUENCA DEL RÍO CALI

 EN EL MARCO DE LA ESTRATEGIA TODOS PONEN

La estrategia Todos Ponen, que invita a la participación protagónica de la comunidad, las empresas y las instituciones en la reforestación del Valle del Cauca, ya empieza a dar frutos. En Cali, un propietario se comunicó con la CVC para sumarse a esta iniciativa, manifestando su interés de sembrar árboles en su predio, ubicado dentro de la Reserva Forestal Protectora Nacional del río Cali.

“He tenido relación con la CVC por algunos trámites de concesión de aguas, pero esta vez quería contribuir al medio ambiente. Solicité que me donaran árboles para reforestar mi predio, con especies que atrajeran a más fauna y flora, y ver estos 300 árboles sembrados es muy gratificante para mí”, expresó Abel Marín Hernández, propietario del predio Las Palmas.

Todo ocurrió en este lugar de la vereda El Cabuyal, corregimiento Los Andes de Cali, gracias al acompañamiento del Batallón de Alta Montaña No. 3 Rodrigo Lloreda Caicedo, ubicado en el corregimiento de Felidia.

“El señor Abel nos hizo la solicitud, visitamos el predio y después de recorrerlo, se decidió hacer una implementación de herramientas del manejo del paisaje, con la finalidad de armonizar el sector. Sembramos especies como nacedero, jigua, arrayán y guayacán, entre otras”, manifestó Juan Valdez, técnico operativo de la Regional Suroccidente de la CVC. 

Esta siembra fortalece también a las quebradas Filo de Hambre y Las Guadas, que atraviesan el predio Las Palmas y hacen parte de la cuenca del río Cali, contribuyendo a la restauración ecológica y a la protección de las fuentes hídricas.

10.000 nuevos árboles para el río Lili

En el marco de la conmemoración del Día Internacional contra el Cambio Climático, la CVC acompañó la siembra de 10.000 árboles en el corregimiento La Buitrera de Cali, sobre la cuenca del río Lili, una actividad liderada por la Fundación Club Campestre de Cali.


“Con la Fundación Club Campestre venimos desarrollando jornadas de reforestación en Villacarmelo y La Buitrera, dentro de la estrategia Reverdece, que también hace parte de la Corporación. Estas acciones han sido muy importantes porque, a la fecha, ya son 265.000 árboles sembrados en las han sido muy importantes porque, a la fecha, ya son 265.000 árboles sembrados en las cuencas de los ríos Cali y Meléndez”, destacó Cristhian Hernández, técnico operativo de la Regional Suroccidente.










lunes, 3 de noviembre de 2025

Argentina agiliza la exportación de peras y manzanas a México

 El Servicio Nacional de Sanidad y Calidad Agroalimentaria (SENASA) y el Servicio Nacional de Sanidad, Inocuidad y Calidad Agroalimentaria (SENASICA), acordaron una adenda al protocolo de exportación de peras y manzanas argentinas, que permitirá agilizar los envíos de estas frutas a México y fortalecer el intercambio comercial entre ambos países.

SENASA destacó, por medio de una nota de prensa, que México es el cuarto destino en importancia para las exportaciones de peras argentinas. En lo que va de 2025, el volumen supera las 14.000 toneladas, consolidando a la nación azteca como un mercado estratégico para la fruticultura del Alto Valle de Río Negro y Neuquén.

La adenda, comunicada de manera oficial por ambos países, actualiza las condiciones fitosanitarias que rigen el comercio de peras y manzanas, garantizando los estándares requeridos por México. Este avance se sustenta en nueva evidencia científica generada en Argentina.

Tratamiento en frío abre el camino a mayores exportaciones de peras y manzanas

Los protocolos de exportación a México establecen un Tratamiento de Frío en Origen (TFO), que implica conservar la fruta a 0°C por 42 días, lo cual permite eliminar los estados móviles de las cochinillas harinosas y larvales de grafolita. Sin embargo, este sistema no contemplaba el efecto del frío en estados como los huevos de Pseudococcus viburni (“cochinilla harinosa”), debido a la falta de trabajos científicos que avalaran la mortandad de las oviposiciones de esta especie.

Con el objetivo de subsanar esa brecha, se inició una investigación interinstitucional liderada por el INTA, destinada a demostrar que con el tratamiento de frío los huevos de cochinillas harinosas son incapaces de continuar su desarrollo, garantizando la sanidad de la fruta fresca exportada.

Para la confección de este trabajo —concluido en tiempo récord— fue necesaria la cooperación de diversas instituciones, entre ellas la Estación Experimental Agropecuaria Obispo Colombres (Tucumán), Fundación para el Estudio de Especies Invasivas (FuEDEI) y el Comité de Productores y Exportadores de Frutas y Hortalizas a los EE.UU. (Copexeu). Los resultados obtenidos en esta investigación son altamente relevantes, por el impacto que generan en la logística de los planes de trabajo de exportación hacia México.

"Trabajamos colaborativamente con investigadores, productores, exportadores de nuestro país y autoridades del servicio fitosanitario de México, para lograr acuerdos y planes de trabajo sólidos, con el claro objetivo de garantizar la sanidad y calidad de nuestras exportaciones, herramienta fundamental para el crecimiento y desarrollo del sector agropecuario", destacó Diego Quiroga, director nacional de Protección Vegetal del Senasa.

Roberto Gregori, presidente de Copexeu, destacó que México representa para las peras argentinas un nicho comercial cercano a las 18.000 toneladas "indicando este valor la importancia y  relevancia que tiene este mercado para la producción frutícola del Alto Valle de Rio Negro y Neuquén".

"Este esfuerzo conjunto de productores, empresas e instituciones debe sostenerse con garantías sanitarias como las del presente estudio", agregó.