lunes, 9 de octubre de 2023

Anón de monte y gusanera, bellas pero mortales para insectos y parásitos

 Pese a que la mayoría de las plantas medicinales comercializadas en Colombia provienen de otros continentes, estas vistosas plantas nativas contienen compuestos rianodanos capaces de paralizar cualquier organismo, insecto o nemátodo dañino. Siglos atrás fueron algunos de los insecticidas y desparasitantes más usados. ¿Qué pasó desde entonces y por qué investigadores de la Universidad Nacional de Colombia (UNAL) Sede Palmira han vuelto su mirada hacia ellas?

Ryania speciosa, nombre científico del anón de monte, una eficaz planta insecticida y de las primeras más usadas en el planeta, y Spigelia anthelmia –conocida popularmente como gusanera–, con su sorprendente efecto antiparasitario, desempeñaron un papel crucial en la agricultura y la medicina del siglo XIX, y podrían tener aplicaciones novedosas.

Aparte de su singular belleza y de ser nativas de Colombia, dichas especies, que no son de la misma familia, tienen algo en común: los principios activos rianodanos alcaloidales promisorios para enfrentar plagas en cultivos.

Toda la historia y el potencial de estos alcaloides vegetales en la agricultura fueron revelados por el botánico Robert Tulio González Mina, docente de la UNAL Sede Palmira, durante su conferencia magistral “Alcaloides de origen vegetal con potencial nematicida e insecticida”, en el Seminario Recursos Fitogenéticos, Ciencia e Innovación, organizado por el Grupo de Investigaciones en Recursos Fitogenéticos Neotropicales (GIRFIN).

R. speciosa y S. anthelmia poseen propiedades únicas que se podrían integrar en la producción orgánica y sostenible de alimentos como insecticidas y nematicidas, pero su estudio y aplicación se deben hacer con el mismo cuidado que se brinda a los compuestos sintéticos de alta toxicidad”, señala el docente.

¿Vuelven al ruedo?

El anón de monte es un árbol de 5 m de altura con frutos en forma de cápsulas rojas que se usaban comúnmente para matar cucarachas y otros insectos dañinos; tanto así, que en el Caribe fue sobreexplotado y convertido en aserrín para erradicar plagas en cultivos de frutales en el sur de Estados Unidos, en donde los agricultores lo remojaban en agua y lo esparcían con resultados eficaces, hasta que inventaron los insecticidas sintéticos que entraron en el mercado con “precios más baratos”.

Además, al descubrir que su efecto letal no distinguía entre organismos benéficos y plagas, su uso fue quedando rezagado y se prohibió en varios países del mundo, entre ellos Colombia, debido a la mortalidad que produce su intoxicación.

Por su mecanismo de acción, este alcaloide permitió descubrir cómo funcionan los músculos y cómo se contraen, ya que, al observar los efectos del envenenamiento en algunos agricultores, el  mundo entendió que la contracción muscular era más compleja de lo que se conocía hasta ese momento, pues este alcaloide produce parálisis muscular y neurológica.

En 1945, en los allanamientos militares y científicos a consecuencia de la Segunda Guerra Mundial, se retuvieron los estudios sobre esta planta, antes conocida como Patrisia pyrifera, y en 1952 fue patentada en Estados Unidos para uso en los insectos con interés agrícola: Oncopeltus fasciatus, Popillia japonica, Leptinotarsa decemlineata, Helicoverpa armigera y Thrips tabaci.

Durante la época colonial los jesuitas la introdujeron en África y Asia desde América, ya que la utilizaban como tratamiento contra los nemátodos o parásitos intestinales. La planta presenta alta toxicidad en humanos, llevando a efectos cardiacos severos, especialmente cuando se administra a niños para combatir lombrices.

La relevancia de su estudio radica en que los extractos son efectivos contra Meloidogyne enterolobii, uno de los nemátodos fitoparásitos emergentes en el mundo, de un género con grandes consecuencias para los cultivos y las billonarias pérdidas para productores globales.

Pese a la gran diversidad nacional de este tipo de plantas, el académico lamentó que el país aún no cuenta con una farmacopea oficial, es decir un libro en el que se describen las sustancias medicinales que se usan comúnmente, y el modo de prepararlas y combinarlas.

“Es una oportunidad para investigar estas plantas nativas y preservar valiosos conocimientos tradicionales de las comunidades locales”, manifestó.

Las farmacopeas oficialmente aceptadas en Colombia son las de Estados Unidos (USP), la británica (BP), el códex francés, la alemana (DAB), la europea e internacional (OMS) o la que en su momento rija para la Unión Europea.





 



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