Este tipo de arándano silvestre nativo de Colombia, también llamado mortiño, es muy apetecido no solo por su delicioso sabor, sino también por su alto valor nutricional; sin embargo en el país aún no se ha investigado a fondo sobre la cantidad de nutrientes como el nitrógeno y el fósforo que la planta necesita para crecer y desarrollarse mejor; investigadora en Ciencias Agrarias de la Universidad Nacional de Colombia (UNAL) le puso la lupa al tema.
La producción de agraz en el país aún está en una fase
silvestre, esto quiere decir que solo se produce a campo abierto y en cosechas
que no manejan condiciones controladas, por lo que estos hallazgos ayudarían a
robustecer y facilitar la domesticación de la especie, ya que se puede
determinar la cantidad adecuada de fertilizante para el cultivo.
La especie es nativa de zonas boscosas frías y húmedas,
entre los 1.500 y 3.000 msnm, y los suelos en los que se desarrolla son ácidos
y con una alta saturación de aluminio y disponibilidad de hierro, manganeso y
amonio, pero tiene déficits en fósforo. Según el Ministerio de Agricultura y
Desarrollo Rural, en 2018 su cultivo presentó 312,7 hectáreas de cultivo,
especialmente en Boyacá.
En su investigación, Mariam Vásquez Martínez, magíster en
Ciencias Agrarias de la UNAL, encontró las dosis adecuadas de nitrógeno y
fósforo para que el agraz (Vaccinium meridionale Swartz) se potencie en
los cultivos de territorios como Antioquia, Nariño, Santander, Boyacá y
Cundinamarca.
Lo anterior, luego de realizar un preensayo y 2 ensayos,
cada uno con 300 plántulas de la especie, en los que variaba las
concentraciones de cada nutriente para ver lo que ocurría en las primeras
etapas de crecimiento (cuando se considera que la planta está joven).
“En la literatura revisada para otras especies de arándanos
silvestres originarios de latitudes diferentes, se observaba que se aplicaban
entre 25 y 35 kg por hectárea (kg/ha) de nitrógeno, y 10 y 40 kg/ha de fósforo;
pero las concentraciones que usamos en los ensayos eran significativamente
menores, y aún así obtuvieron un rendimiento positivo”, indica la
investigadora.
Combinaciones ideales
Para determinar estos valores se consideraron 3 puntos
esenciales, el primero es que las dosis tuvieran una influencia en parámetros
de estrés y fisiología de la planta, por ejemplo la síntesis de clorofila, un
pigmento natural que le brinda el color y además le facilita la fotosíntesis,
la producción de energía, la resistencia al estrés, y también la calidad del
fruto.
Las combinaciones ideales fueron de 1,1 gramos (g) de
nitrógeno con 0,5 g de fósforo, y 1,8 g de nitrógeno con 0,5 g
de fósforo. Con esta mezcla como fertilizante “las plantas mejoraron su
resistencia al estrés, un valor que de hecho es muy diciente, ya que en las
regiones en donde la planta se cultiva de manera silvestre los niveles en suelo
de los dos nutrientes son más bajos, y aun así se desarrollan”, anota la
investigadora.
También se evaluó el crecimiento de cada planta, y se
observó que 1,1 g de nitrógeno con cualquiera de las dosis de fósforo
(0,25 y 0,5 g) ya tienen un efecto positivo en el crecimiento, pues se presentó
hasta 94 % más de biomasa en relación con plantas sin fertilizar.
“Se identificó que las dosis superiores a 2,5 g de
nitrógeno tenían un impacto negativo en las plantas jóvenes de agraz, lo cual
no quiere decir que en fase adulta no funcione, pero en las plántulas disminuía
en un 33 % la producción de biomasa. Además se vio una toxicidad que hizo
que las hojas se cayeran, se tornaran negras, se marchitaran y crecieran poco”,
indica.
Explica que, “dado que resulta difícil medir el área foliar
de esta planta, pues sus hojas son numerosas y pequeñas, se crearon 5 modelos
matemáticos en lenguaje de programación R, para estimar el dato usando
variables como el peso y tipo de hoja; el que tuvo el mejor rendimiento
presentaba un porcentaje de precisión de hasta un 91 %, lo cual es un
aporte valioso y novedoso para el estudio del agraz en el país”.
“Entre las dificultades para el análisis de este cultivo están el lento crecimiento, ya que cada ensayo duró 1 año, y la adquisición de las plántulas, que en este caso se trajeron de Antioquia, gracias a una empresa que las mantenía en vivero en las condiciones óptimas para su desarrollo”, menciona la magíster.
La investigación se realizó en los invernaderos de la Facultad de Ciencias Agrarias de la UNAL, con un apoyo importante en financiación del Centro de Investigación y Extensión Rural (CIER) de la Universidad, y contó con la dirección y el apoyó de los profesores Stanislav Magnitskiy y Liz Patricia Moreno, de la Facultad de Ciencias Agrarias.
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