En el municipio de La Unión (Valle del Cauca), en un cultivo de maíz de 90 hectáreas se demostró que con la agricultura de precisión –mediante tecnologías asequibles (como el NDVI) y de acceso libre– es posible conocer el comportamiento y la dispersión de la chicharrita (Dalbulus maidis), insecto transmisor del complejo de achaparramiento del maíz, enfermedad autóctona del norte de Argentina que ya se registra en Colombia.
El insecto es beige, alargado, mide entre 3 y 4 mm, y
se reproduce muy rápidamente; la hembra puede poner hasta 600 huevos en todo su
ciclo de vida, el cual realiza únicamente en este cultivo. Como se alimenta de
la nacedera de maíz que queda de la cosecha anterior, adquiere el virus, lo
inocula en su cuerpo y lo lleva a nuevos campos, convirtiéndose en vector de la
enfermedad, que puede afectar hasta el 90 % de los cultivos.
Las plantas infectadas presentan síntomas como reducción en
el crecimiento, clorosis (amarillamiento), deformaciones foliares y baja
productividad; por eso la enfermedad se considera como una plaga de crecimiento
exponencial.
Desde su aparición hace 5 años las poblaciones de
chicharrita han aumentado aceleradamente convirtiéndose en un problema
fitosanitario de impacto económico para el sector. El manejo integrado debe ser
una estrategia multifacética que combine prácticas culturales, biológicas,
químicas y tecnológicas.
Este problema motivó a los ingenieros agronómicos Diego
Alejandro Mancipe Cárdenas, estudiante de la Maestría en Ciencias
Agropecuarias, y José Ignacio Rodríguez, estudiante del Doctorado en Ciencias
Agrarias; y al ingeniero agrícola Iván Quiñones, estudiante de la Maestría en
Ciencias Agropecuarias, a probar sensores remotos y herramientas de análisis
geográfico gratuitas para determinar las estrategias a realizar para mitigar el
impacto de la chicharrita, con base en datos colectados y procesamiento de imágenes.
Tecnología al alcance de los agricultores
El índice de vegetación de diferencia normalizada (NDVI) es
una tecnología que analiza imágenes satelitales descargadas desde el
Sentinel-6ª; los datos obtenidos se miden y correlacionan con la información en
campo, mientras que el software de acceso gratuito QGIS
muestra los mapas de salud del cultivo explicando el comportamiento de la
chicharrita, cómo se replica la enfermedad y cómo se manifiesta el virus a lo
largo del tiempo.
“Nuestra sorpresa fue ver que con el NDVI podíamos
identificar el insecto en momentos importantes del cultivo de maíz, que son:
antes de que este llega a la espiga, y un mes después, cuando la planta hace
una refractancia de las mejores características”, explica el estudiante
Mancipe.
Mientras una planta sana refleja el 60 % del índice, en
las plantas enfermas los valores son inferiores; “cuando corroboramos este dato
en campo con la manifestación de síntomas, confirmamos que estas tecnologías sí
ayudan a monitorear y predecir el comportamiento del insecto y la evolución del
patógeno”, amplía la investigadora.
En una primera parte del trabajo los investigadores
instalaron trampas en el cultivo para monitorear la llegada de la plaga desde
la preparación del terreno hasta los 50 días posteriores a la siembra. Esto
permitió correlacionar las imágenes satelitales con la sintomatología
observada.
El análisis reveló que la infección por el complejo de
achaparramiento inicia en los bordes de los lotes y avanza hacia el interior
del cultivo. Este patrón fue evidente al comparar los índices NDVI de junio y
julio, cuando las áreas afectadas mostraron un descenso progresivo en la salud.
Además, el estudio confirmó que los insectos actúan como
vectores del complejo de achaparramiento, intensificando la propagación en
campos con cultivos en diferentes estados fisiológicos. Algunas de las
recomendaciones incluyen “un manejo integrado que combine prácticas culturales,
trampas de monitoreo, rotación de productos para mitigar el impacto, y empleo
de tecnologías”.
Los resultados son particularmente relevantes para pequeños,
medianos y grandes agricultores, quienes enfrentan barreras económicas y de
conocimiento para implementar estas tecnologías que permiten tomar decisiones
oportunas para minimizar los riesgos y planificar estrategias efectivas, desde
la selección del momento ideal para sembrar, hasta la aplicación de controles
biológicos o químicos en etapas críticas del cultivo.
El desafío para los ingenieros y estudiantes de posgrado de
la UNAL es extender el uso de estas tecnologías a más agricultores y promover
políticas que faciliten su acceso en la agricultura nacional mediante el empleo
de agricultura digital.
El estudio se presentó en el simposio de la Asociación
Colombiana de Fitopatología y Ciencias Afines (Ascolfi), realizado en la UNAL
Sede Palmira para conmemorar los 50 años de la Asociación, que hoy es dirigida
por la doctora en Ciencias Agrarias Ángela Liliana Rivera Calderón, egresada de
la UNAL.
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