Pediococcus pentosaceus, un género de bacterias típicas de los productos lácteos, se puede inocular en frutas y verduras para producir compuestos beneficiosos como el ácido láctico. Este hallazgo científico no solo mejora la conservación y calidad de los alimentos, sino que además abre un mundo de posibilidades para desarrollar productos funcionales adaptados a la dieta y los recursos locales.
La investigación realizada en el Instituto de Ciencias y
Tecnología de Alimentos (ICTA) de la Universidad Nacional de Colombia (UNAL) ha
arrojado importantes descubrimientos sobre la fermentación manoláctica, un
proceso microbiológico empleado en la industria alimentaria para controlar la
multiplicación de bacterias perjudiciales para la calidad de los productos; por
ejemplo, es común en la elaboración de vinos para reducir la acidez y mejorar
el gusto.
La microbióloga industrial Camila Andrea Bernal Castro,
doctora en Biotecnología de la Facultad de Ciencias de la UNAL, demostró que la
bacteria Pediococcus pentosaceus se puede inocular, un proceso
mediante el cual se introduce un microorganismo –una bacteria o un hongo– en un
medio de cultivo o en un organismo vivo para promover su crecimiento y
desarrollo.
En la investigación se inoculó esta bacteria en frutas y
verduras como mango y ahuyama, y también en productos de colmena como el polen,
para generar compuestos de alto valor agregado. Previamente la bacteria se
aisló del pan de abejas, una bola de polen, miel y enzimas de la saliva de las
abejas que sirve como alimento de las colmenas, que para el estudio se obtuvo
en Mosquera (Cundinamarca).
“En laboratorio inoculamos y fermentamos por 24 horas, y
determinamos el crecimiento y los parámetros fisicoquímicos como pH, acidez y
sólidos totales. Además empleamos cromatografía líquida de alta eficiencia
(HPLC), una técnica que permite medir el contenido de azúcares y ácidos
orgánicos”, explica la investigadora.
Este método les permitió estudiar en detalle la interacción
entre el sustrato y las bacterias utilizadas, lo que reveló una fermentación
peculiar denominada fermentación manoláctica. “Inicialmente nos llamó mucho la
atención, porque es como si la bacteria ‘consumiera’ los azúcares malos para
generar productos beneficiosos”, afirma.
Resultados y hallazgos
Uno de los hallazgos más destacados fue que la bacteria –presente
solo en productos lácteos– mostró excelentes resultados en pruebas de
laboratorio. “Esta cepa no solo logró adaptarse a las frutas y verduras, sino
que además demostró producir sustancias beneficiosas como el ácido láctico, que
remplaza el ácido málico, lo que refuerza su potencial como probiótico”.
Por lo tanto, el hallazgo de la investigación beneficia la
salud gastrointestinal y fortalece el sistema inmune, y también alarga la
conservación de los alimentos. “Durante el proceso de fermentación vimos una
disminución significativa del ácido málico y un aumento en la producción de
ácido láctico, alcanzando concentraciones de entre 0,30 y 0,32 miligramos por
gramo a las 24 horas de incubación”, indicó la investigadora.
Este comportamiento confirma que las bacterias crecieron
exitosamente en los sustratos vegetales, demostrando su adaptabilidad. “Esto es
crucial porque implica que estas bacterias se pueden utilizar como probióticos
no solo en productos lácteos sino también en frutas y verduras, lo que abre un
nuevo panorama para alimentos funcionales”, afirma la investigadora.
Innovación en la microbiología alimentaria
La investigación también comparó cepas comerciales con cepas
nativas aisladas en Colombia. “Descubrimos que las cepas locales tienen un
potencial inmenso para ser utilizadas en aplicaciones biotecnológicas, lo cual
contribuiría en la elaboración de productos alimenticios adaptados a nuestras
necesidades y recursos”, señala la doctora Bernal.
Estos hallazgos no solo amplían el conocimiento sobre la
fermentación manoláctica, sino que además abren la puerta a nuevas aplicaciones
industriales y a la creación de productos más saludables y sostenibles. El
equipo espera que los resultados sirvan como base para investigaciones futuras,
destacando la importancia de los microorganismos autóctonos en la innovación
alimentaria.
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