En Palmira (Valle del Cauca), científicos cultivan una leguminosa poco conocida que aliviaría el hambre en zonas áridas como La Guajira: el fríjol tépari, una especie originaria de los desiertos mexicanos que resiste temperaturas extremas de hasta 36 °C y usa el agua un 70 % mejor que las variedades locales, lo que lo convierte en una alternativa real frente a la sequía y la desnutrición.
Según la Federación Nacional de Cultivadores de Cereales,
Leguminosas y Soya (Fenalce), en 2024 se produjeron en Colombia alrededor de
105.000 toneladas de fríjol, con Nariño, Santander, Huila, Antioquia y Cesar
como los departamentos con mayor concentración de esta producción, gracias a
sus lluvias abundantes. En contraste, regiones como La Guajira, con climas
áridos y secos, enfrentan serias dificultades para cultivarlo.
La investigación del ingeniero agrónomo Javier Mauricio
Gereda, magíster en Ciencias Agrarias de la Universidad Nacional de Colombia
(UNAL) Sede Palmira, apunta a combatir la desnutrición con ciencia.
Los análisis de la Alianza de Bioversity International y el
Centro Internacional de Agricultura Tropical (CIAT) demostraron que una
cucharada de fríjol tépari contiene hasta cuatro veces más proteína,
antioxidantes, hierro y otros nutrientes que una variedad convencional,
convirtiéndolo en una posible respuesta frente al hambre y la desnutrición que
persisten en el país.
En alianza con la Fundación Team Colombia Innovación
Educativa, el magíster planea lanzar el proyecto “Una semilla para salvar el
mundo” (enlace al sitio),
iniciativa que busca usar el fríjol tépari como base para jornadas pedagógicas
en cinco colegios de Palmira en situación de pobreza extrema y en la Fundación
Wayuu Anashii, en La Guajira.
“Con solo 47 gramos de fríjol tépari al día, un estudiante
cubriría sus necesidades nutricionales básicas. Por eso el proyecto también
busca que los niños lo cultiven sin riego ni pesticidas, conectando nutrición y
sostenibilidad desde la escuela”, afirma el investigador.
Recrear el desierto en el trópico
Para comprobar su resistencia al calor y la sequía, el
investigador evaluó dos variedades de fríjol tépari –una silvestre y una
domesticada– bajo condiciones extremas. Las cultivó en materas con tierra
preparada en laboratorio, simulando el ambiente árido de su lugar de origen.
Mientras algunas plantas recibieron riego normal otras se
sometieron a distintos niveles de sequía: 25, 50 y 75 % de humedad, y un
grupo sin agua. Todas crecieron en temperaturas constantes superiores a 36 °C,
similares a las de La Guajira.
El resultado fue claro: el fríjol tépari silvestre fue el
más resistente. No solo sobrevivió sin marchitarse, sino que además siguió
creciendo, haciendo fotosíntesis y produciendo grano incluso con muy poca agua,
algo que otras variedades no lograron.
Uno de los hallazgos más relevantes fue su eficiencia en el
uso del agua: la planta produjo hasta 9,9 gramos de biomasa por cada litro
utilizado, un 40 % más que otras variedades. También presentó una
transpiración controlada –es decir que no desperdicia el agua– y hojas más
frescas, lo que indica que puede resistir el calor sin apagarse por dentro.
Aunque en Colombia aún no se cultiva comercialmente, el
fríjol tepari comienza a llamar la atención por su resistencia a la sequía,
alto valor nutricional y capacidad de producción. Actualmente la Alianza de
Bioversity International y el CIAT conserva 326 variedades de esta especie en
su Banco de Germoplasma, con el objetivo de que en el futuro se puedan sembrar
en campos reales y no solo en laboratorios.
Además, cualquier persona interesada puede solicitar este
material de manera gratuita y en línea a través del sitio web de la Alianza
(https://alliancebioversityciat.org/es/solicitud-de-material-banco-de-germoplasma),
lo que abre la puerta a una nueva opción agrícola para regiones colombianas
afectadas por la sequía.
Según el Instituto Nacional de Salud, entre enero y marzo de
2024 se reportaron en La Guajira 649 casos de desnutrición aguda, moderada y
severa en niños y niñas menores de cinco años, el 84 % en población
indígena, un panorama que ocurre hace muchos años y que ya no da espera, pero
que con la ayuda de este fríjol “mágico” comenzaría a ser más alentador en el
futuro.
“Esta es una solución real para los productores, quienes ya
no tendrían que usar litros de agua por planta para todo un ciclo de cosecha,
sino que con pocos mililitros aplicados por planta sería suficiente para tener
buena productividad del fríjol”, expresa el magíster de la UNAL.