La evaluación de las concentraciones totales de mercurio, plomo, cadmio, cromo, níquel, cobalto y arsénico en los suelos donde se desarrollan los principales cultivos de la zona plana del departamento –como caña de azúcar, plátano, maíz, piña y cítricos– determinó que en más del 90 % de los sitios muestreados los niveles de metales pesados no representan un potencial riesgo para la población. Sin embargo, dado su carácter acumulativo en el suelo y la capacidad que tienen para afectar los cultivos, su monitoreo y seguimiento es fundamental.
La contaminación de los suelos por dichos compuestos de alta
densidad es una problemática cada vez más recurrente, con más de 10 millones de
áreas afectadas, fenómeno que se ha exacerbado por el crecimiento de la
industria, la extracción minera y el uso de agroquímicos, llevando a algunos
países a consecuencias económicas y ambientales significativas, como sucedió en
China en 2018, cuando se tuvieron que desechar 12 millones de toneladas de
granos, con millonarias pérdidas.
El proyecto de investigación de Gilberto Eduardo Marín
Pimentel, del Doctorado en Ciencias Agrarias de la Universidad Nacional de
Colombia (UNAL) Sede Palmira, originado a partir de una necesidad de la
Corporación Autónoma Regional del Valle del Cauca (CVC), evaluó las
concentraciones de seis metales pesados (mercurio, plomo, cadmio, cromo, níquel
y cobalto) y un metaloide (arsénico) para anticipar posibles efectos adversos
sobre la salud pública y el entorno natural.
El experto propuso los niveles de fondo y los valores de
referencia para facilitarles a las autoridades ambientales la medición efectiva
e integral de los suelos agrícolas, un primer aporte importante para diseñar la
formulación de políticas y estrategias de gestión ambiental, ante la ausencia de
un referente normativo.
La investigación adelantada en Colombia sobre este tema es
incipiente; además, a diferencia de España, Brasil, Perú o México, que cuentan
con una legislación más avanzada, acá es un tema pendiente. De hecho, para su
trabajo el doctor Marín comparó los niveles de referencia hallados, y también
consideró una amplia gama de factores del suelo como pH, materia orgánica,
textura y otros aspectos fisicoquímicos, lo cual ofrece una visión más completa
de la situación ambiental, ya que en el país solo se había hecho un primer
acercamiento en el Piedemonte Llanero, pero con resultados específicos para ese
territorio.
El estudio se ubica en una región donde el 17 % de los
suelos se destinan a labores agrícolas, más del 95 % de ellos para cultivar
caña de azúcar, plátano, piña, maíz y cítricos, claves para la economía
regional. Por tanto, monitorear el impacto potencial de los metales es de suma
relevancia, dado su carácter acumulativo en el suelo y su capacidad para
afectar los cultivos.
Las muestras se tomaron a 30 cm de profundidad del
suelo en 13 cuencas hidrográficas distribuidas estratégicamente a lo largo de
la planicie vallecaucana, entre las que se destacan Guachal, Tuluá y
Roldanillo-Unión-Toro (RUT) y las demás con influencia en los municipios de
Cali, Bugalagrande, Palmira, Jamundí, Yumbo, San Pedro, Guacarí, Ginebra,
Trujillo y Obando, principalmente.
El proyecto, financiado por la CVC y con apoyo del
Ministerio de Ciencia, Tecnología e Innovación (Minciencias), se realizó en
varias etapas, comenzando con la delimitación del área de estudio mediante
cartografía digital y la identificación de 489 sitios prioritarios por sus
actividades agrícolas, las cuales incluyeron el muestreo y los análisis en
laboratorio.
Entre las principales conclusiones se destacan que las
concentraciones de arsénico y mercurio (dos de los elementos químicos más
peligrosos para los seres vivos) fueron bajas (<0,10 mg.kg-1), y
representan más del 98 % de los sitios analizados”, informa el investigador.
“Elementos como cadmio, cromo, níquel, cobalto y plomo
mostraron una distribución diversa en la zona analizada; aunque los promedios
de concentración total de cadmio (0,16 mg.kg-1) y cobalto
(17,17 mg.kg-1) son superiores a los de la corteza terrestre, estos
niveles no alcanzaron los límites considerados como peligrosos según los
referentes en la literatura científica reportada en el mundo”, explica el
doctor Marín.
De forma sectorizada, se registraron altas concentraciones
de cadmio en algunos sitios de las cuencas de Tuluá y San Pedro. En cuanto al
cobalto, se observó un mayor nivel en la cuenca Pescador, al igual que con el
níquel.
En el caso del plomo, un elemento químico de alto riesgo
para los seres vivos, se observó mayor concentración en la zona industrial de
Yumbo, mientras que los mayores niveles de cromo se observaron en la cuenca de
Guabas, que abarca los municipios de Ginebra y Guacarí, y también en la de
Tuluá. Sin embargo, los niveles determinados globalmente no evidencian una
amenaza potencial para el ambiente, los cultivos, los animales y la salud
humana.
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